viernes, 19 de mayo de 2017

Amigos y no siervos...

“No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos” Jn (15, 15).


Amigos y no siervos.  Jesús no tenía más secretos para sus discípulos, todo lo que oye del Padre nos lo cuenta en la Biblia que nos han dejado. Este es el ideal bonito de la vida en comunidad: llegar a una total transparencia, hasta el punto de no tener secretos entre nosotros y poder confiar totalmente el uno en el otro, poder compartir la experiencia que tenemos de Dios y de la vida y, así, enriquecernos mutuamente.

Y el Cenáculo nos recuerda también la amistad, Sala en que Jesús celebró su última cena con los apóstoles, “Ya no les llamo siervos –dijo Jesús a los Doce, a ustedes les llamo amigos”. El Señor nos hace sus amigos, nos confía la voluntad del Padre y se nos da Él mismo. Ésta es la experiencia más hermosa del cristiano, y especialmente del sacerdote: hacerse amigo del Señor Jesús, y descubrir en su corazón que Él es su amigo.» (Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2014).


¿Qué implica esto? No es solamente una simple frase piadosa, es el compromiso de todo cristiano, que implica salir de nuestro pequeño mundo, llámese trabajo, estudios, cosas personales, placeres, gustos, para fijarnos en las necesidades de nuestro prójimo. ¿Y quién es nuestro prójimo? Es el trabajador enfermo de nuestra compañía, es la humilde muchacha que hace la limpieza de la casa todos los días, es el cocinero que prepara nuestra comida, es la viejecita sentada fuera de la Iglesia que lo único que tiene para taparse del frío de la noche es su roído chal, son nuestros familiares y demás personas con quien tratamos. Y Cristo nos llama a amarlos desinteresadamente, no para ser vistos por las personas que nos rodean y que digan "Ah, qué bueno es fulano o fulana..." sino para cumplir con nuestro deber aquí en la tierra. ¿Y qué es amarlos? Es ayudarles en sus necesidades básicas, darles educación, casa, alimento, vestido, paciencia, cariño, comprensión. Recordemos que al final de nuestra vida lo único que contará será lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres. (Catholic.net).

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