domingo, 26 de junio de 2016
Lectura del 26/06/2016: Décimotercer domingo del tiempo ordinario
PRIMERA LECTURA
(Primer Libro de los Reyes 19,16-21.)
A Jehú, hijo de Nimsí, lo ungirás rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en lugar de ti." Al que escape de la espada de Jazael, lo hará morir Jehú; al que escape de la espada de Jehú, lo hará morir Eliseo. Pero yo preservaré en Israel un resto de siete mil hombres: todas las rodillas que no se doblaron ante Baal y todas las bocas que no lo besaron". Elías partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él había doce yuntas de bueyes, y él iba con la última. Elías pasó cerca de él y le echó encima su manto. Eliseo dejó sus bueyes, corrió detrás de Elías y dijo: "Déjame besar a mi padre y a mi madre; luego te seguiré". Elías le respondió: "Sí, puedes ir. ¿Qué hice yo para impedírtelo?" Eliseo dio media vuelta, tomó la yunta de bueyes y los inmoló. Luego, con los arneses de los bueyes, asó la carne y se la dio a su gente para que comieran. Después partió, fue detrás de Elías y se puso a su servicio.
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SALMO
(Salmo 16(15),1-2.5.7-8.9-10.11.)
Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Guárdame, oh Dios, pues me refugio en ti. Yo le he dicho: «Tú eres mi Señor, no hay dicha para mí fuera de ti.
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.
Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.
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SEGUNDA LECTURA
(Carta de San Pablo a los Gálatas 5,1.13-18.)
Hermanos: Esta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud. Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales" háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor. Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros. Yo los exhortos a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren. Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley.
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EVANGELIO
(Lucas 9,51-62)
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos". Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".
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COMENTARIO
(San León Magno (¿-c. 461), papa y doctor de la Iglesia)
Amados míos, Pablo, el apóstol de los paganos no contradice en nada nuestra fe cuando dice: «Aunque alguna vez hayamos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no es así» (2C 5,16). La resurrección del Señor no ha puesto fin a su carne, sino que la ha transformado. El aumento de su poder no ha destruido su sustancia; la calidad ha cambiado; la naturaleza no ha sido anonadada. Clavaron su cuerpo en la cruz: se volvió inaccesible al sufrimiento. Fue condenado a muerte: se volvió eterno. Lo mataron: se volvió incorruptible. Y se puede muy bien decir que la carne de Cristo ya no es la misma que conocimos; porque ya no queda en ella ningún rastro de sufrimiento o debilidad. Permanece la misma en su sustancia, pero ya no es la misma desde el punto de vista de la gloria. ¿Por qué sorprenderse, por otra parte, de que san Pablo se exprese así a propósito del cuerpo de Jesucristo cuando, hablando a todos los cristianos que viven según el espíritu, les dice: «Desde ahora ya no conocemos a nadie según la carne»?
Con ello quiere decir que nuestra resurrección ha comenzado en Jesucristo. En él, que murió por todos, nuestra esperanza ha adquirido consistencia. Ninguna duda ni reticencia en nosotros, ninguna decepción en la espera: las promesas se han comenzado a cumplir ya, y con los ojos de la fe, vemos las gracias de las que mañana seremos saciados. Nuestra naturaleza ha sido elevada; entonces, con gozo, poseemos ya el objeto de nuestra fe...
Que el pueblo de Dios tome conciencia que es «una nueva creación en Cristo» (2C 5,17). Que comprenda bien quién le ha escogido, y a quién el mismo ha escogido. Que el ser renovado no vuelva a la inestabilidad de su antiguo estado. Que el que «ha echado mano al arado» no cese de trabajar, que vele sobre el grano que ha sembrado, y que no se gire a mirar lo que ha abandonado. Este es el camino de salvación; esta es la manera de imitar la resurrección en Cristo.
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REFLEXIÓN
¡Son a veces difíciles tus palabras para seguirte!
Ser seguidor de Jesús es vocación a la libertad: no una libertad para hacer que se aproveche la debilidad de nuestra carne; al contrario, “ser esclavos unos de otros por amor”, la adhesión a Jesús y a sus valores, es la garantía para que nada se interponga entre nuestro deseo de ser libres y el seguimiento para conseguir esa libertad. Él no es la competencia de los demás amores, lo que busca es que nuestro amor sea libre.
Las repuestas nos parecen duras para los que quieren seguirle: “Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. En el segundo caso la llamada de Jesús se encuentra con excusas, que a nosotros nos pueden parecer comprensibles: “Déjame primero ir a enterrar a mi padre” y le dice:” Deja que los muerto entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios”, no se pueden anteponer las personas o las cosas a la misión. El tercero, quiere despedirse de su familia, pero el Reino comparta decisiones firmes y rupturas: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el Reino de Dios”.
La libertad es exigente. Tenemos “miedo a la libertad”, nos identificamos más con el orden y la seguridad que con la búsqueda y el riesgo. Seguimos atados a nuestros muertos, al pasado, a los edificios, los lugares, a las autoridades y a todo lo cotidiano. Nuestras historias nos han hecho desconfiados y distantes con lo que tenga que ver con la libertad, pero en el origen de nuestro seguimiento esta un acto de libertad. Es verdad que todos somos pecadores y débiles, pero tenemos que ser capaces de poner todo en juego para seguirle.
Toda vocación supone un deshacer de las cosas cotidianas, una ruptura con la casa, con la familia, para entrar en la dinámica de un camino nuevo y desconocido. El seguimiento, el no apegarse a las cosas, el saber que estamos de paso y el no ser intransigentes, debe ser el estilo del cristiano.
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ORACIÓN
Es una guerra que dura una vida
la que enfrenta, en mí, dos mundos.
Entre el algo y el todo,
entre el “por ahora”, y el “para siempre”,
entre “yo” y “Tú”…
La seguridad se enfrenta al riesgo,
las garantías a la confianza,
el ruido a un silencio no siempre poblado,
las pequeñas miserias se oponen al Amor
y el orgullo quiere pisar a la verdad.
Dame, Señor, capacidad para luchar.
Toca pelear cada día,
hasta esa jornada última
en que Tú vencerás por los dos.
Dame fe para no rendir el evangelio,
la bondad, el sacrificio o la cruz.
Dame alegría para sobrellevar
cada revés, cada caída,
cada tormenta.
Yo, por mi parte, aquí estoy,
dispuesto a seguir remando
con mis pocas fuerzas,
con mis pobres brazos.
No sé si basta,
pero hay que intentarlo.
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