martes, 26 de abril de 2016

Lecturas del 26/04/2016: Martes de la quinta semana de Pascua


PRIMERA LECTURA
(Libro de los Hechos de los Apóstoles 14,19-28.)

 
Vinieron de Antioquía y de Iconio algunos judíos que lograron convencer a la multitud. Entonces apedrearon a Pablo y, creyéndolo muerto, lo arrastraron fuera de la ciudad. Pero él se levantó y, rodeado de sus discípulos, regresó a la ciudad. Al día siguiente, partió con Bernabé rumbo a Derbe. Después de haber evangelizado esta ciudad y haber hecho numerosos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia. Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía. Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir. A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos. Después permanecieron largo tiempo con los discípulos.

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SALMO
(Salmo 145(144),10-11.12-13ab.21.)

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.

Mi boca proclamará la alabanza del Señor:
que todos los vivientes bendigan su santo Nombre,
desde ahora y para siempre.

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EVANGELIO
(Juan 14,27-31a)

 
Jesús dijo a sus discípulos: «Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»

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COMENTARIO
(San Columbano (563-615), monje, fundador de monasterios)

Moisés escribió en la Ley: "Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza." (Gn 1,26)...Pues, nos toca a nosotros reflejar a nuestro Dios, nuestro Padre, la imagen de su santidad... No seamos pintores de una imagen extraña...Y para que no introduzcamos en nosotros la imagen del orgullo ¡dejemos que Cristo pinte en nosotros su imagen¡ Lo hizo cuando dijo: "Os dejo la paz, os doy mi propia paz." (Jn 14,27)

Pero ¿a qué sirve saber que esta paz es buena para nosotros si no la guardamos con cuidado? Lo bueno es a menudo muy frágil, y los bienes preciosos necesitan un cuidado esmerado y una gran vigilancia. La paz es muy frágil y se puede perder por una palabra dicha con ligereza o por una pequeña herida causada al hermano. Ahora bien, no hay nada que guste tanto a los humanos como hablar palabras ociosas y ocuparse de cosas que no les importa, hacer discursos vanos y criticar a los ausentes. De ahí se desprende que los que no puedan decir con el profeta: "El Señor me ha dado una lengua de discípulo para que sepa sostener con mi palabra al abatido." (Is 50,4), se callen, o bien, si dicen alguna palabra que sea una palabra de paz... "La plenitud de la Ley consiste en el amor." (cf Rm 13,8) ¡Que Nuestro Señor y Salvador Jesucristo se digne inspirar nuestras palabras, él que es el autor de la paz y el Dios del amor.

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REFLEXCIÓN

“Mi paz os doy”

 
El Señor ha derramado la paz en nuestro corazón y está presente dentro de nosotros, con el Padre y el Espíritu Santo. Esto nos da un sentido de seguridad y de fuerza, si Dios está con nosotros, ¿quién estará en contra?

Sin embargo, a menudo nos inquietamos y atemorizamos, ya que el mundo se presenta amenazante, los pasiones no dan tregua, todo parece como si Dios no existiera”, y Dios calla dentro de nosotros, juega a esconderse, no responde. Entonces nuestro corazón se espanta, nos asalta la duda y la paz queda asediada. Entonces ahora es cuando debemos recordar que Dios está presente en la luz oscura de la fe, que hemos de ejercitar en esos momentos para oír aquello que no oímos, para ver aquello que no vemos, para aferrarnos a un agarradero que hemos de buscar en la niebla. Es, en efecto, la fe lo que está en la base de la paz, que, de hecho, procede de la comunión con Dios. Fe en el Dios ya presente, pero no poseído aún en plenitud; fe que se madura con el tiempo, que se perfecciona en la búsqueda, que se purifica a través de los acontecimientos más duros y atroces de nuestro vivir.

La paz procede de una mirada de fe sobre la realidad de un Dios presente, aunque buscado con todo el ardor de un corazón herido por el sentimiento de su ausencia. La paz viene cuando se comprende y se acepta el misterio de la ausencia de Dios también en su presencia, en su silencio, en el sufrimiento y el misterio de la cruz como momento más elevado del amor de Dios y del testimonio de nuestro amor por Él.

Podremos ser cristianos normales o seres vulgares, hombres descreídos o personajes mundanos, pero con la fe y la esperanza nos va a ser muy difícil dudar acerca de la verdad del evangelio, de la realidad de Dios.

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ORACIÓN

¡Señor!
¡Colma de esperanza mi corazón
y de dulzura mis labios!
Pon en mis ojos la luz que acaricia y purifica,
en mis manos el gesto que perdona.

Dame el valor para la lucha,
compasión para las injurias,
misericordia para la ingratitud y la injusticia.

Líbrame de la envidia
y de la ambición mezquina,
del odio y de la venganza.

Y que al volver hoy nuevamente
al calor de mi lecho, pueda,
en lo más íntimo de mi ser,
sentirte a Tí presente.

Amén.
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