domingo, 28 de mayo de 2017

Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra

Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos  (Mt 28,16-20)


No es fácil entenderlo, se marcha pero se queda, es ausencia y presencia, es ésta una experiencia de fe. Jesús es nombrado Señor y se convierte en el ideal supremo del hombre y del cristiano, es nuestro punto de partida, para que a partir de ahí, elaboremos nuestro proyecto de persona y afrontemos la vida. Está presente en nosotros y en nuestro mundo, aunque nos cueste en ocasiones descubrir sus huellas. Como prometió, no nos abandona, es nuestra aspiración más íntima y nuestra lucha, para hacer presente el Reino a cada uno de nosotros.


La celebración de la Ascensión, es la fiesta de la esperanza y meta de la humanidad y del mundo. Jesús no nos ha abandonado, permanece en y con nosotros. Permanece en la Palabra, en la comunidad reunida, en torno al pan eucarístico que compartimos. Permanece en el que sufre y en el que se esfuerza, para que haya más vida en nuestra sociedad. No es día de grandes teologías o palabras preciosas, sino de hablar sencillamente y saber lo que decimos y hacer lo que pensamos, es día de intentar que su presencia invisible, se haga vivible a todos los hombres.