La posesión plena de ese reino se alcanza cuando se obra con amor y caridad.
Celebramos hoy la festividad de Cristo Rey y con ella terminamos el año litúrgico, y entramos en el tiempo de Adviento.
En el evangelio vemos a Jesús que padece y sufre, en los momentos de su agonía, las burlas y demás escarnios que le infligen los soldados y personas que allí están presente, incluida la jerarquía religiosa.
Jesús no se defiende, él está en silencio, un silencio que le conecta con Dios. Él sabe que el Padre le dará la fuerza para aceptar toda aquella humillación y dolor y que en todo momento estará con Él.
Quizás a nosotros, al igual que a las personas que allí estaban, nos resulte difícil aceptar que el Hijo de Dios no fuese capaz de salvarse. Que Dios no evitase el dolor y sufrimiento de su hijo. Pero el malhechor que está colgado a su lado, en un momento tan dramático, descubre la Fe en aquel crucificado que estaba en el centro y le dice: «Jesús acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Este delincuente ha visto que «Hay tres hombres en la cruz: uno que da la salvación, otro que la recibe, un tercero que la desprecia. Para los tres la pena es la misma, pero todos mueren por causa distinta (S. Agustín)». La causa de Jesús es el amor a la humanidad, a los más marginados, los desahuciados y abandonados de la sociedad. Por ello, la Iglesia hoy también recuerda de forma especial a los sin techo; personas que no tienen un lugar donde reclinar su cuerpo cansado y vivir con dignidad. Trabajemos como hermanos, como Iglesia, para ser testimonio de los valores del Reino: entrega y amor a los más desfavorecidos.
Celebramos hoy la festividad de Cristo Rey y con ella terminamos el año litúrgico, y entramos en el tiempo de Adviento.
En el evangelio vemos a Jesús que padece y sufre, en los momentos de su agonía, las burlas y demás escarnios que le infligen los soldados y personas que allí están presente, incluida la jerarquía religiosa.
Jesús no se defiende, él está en silencio, un silencio que le conecta con Dios. Él sabe que el Padre le dará la fuerza para aceptar toda aquella humillación y dolor y que en todo momento estará con Él.
Quizás a nosotros, al igual que a las personas que allí estaban, nos resulte difícil aceptar que el Hijo de Dios no fuese capaz de salvarse. Que Dios no evitase el dolor y sufrimiento de su hijo. Pero el malhechor que está colgado a su lado, en un momento tan dramático, descubre la Fe en aquel crucificado que estaba en el centro y le dice: «Jesús acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Este delincuente ha visto que «Hay tres hombres en la cruz: uno que da la salvación, otro que la recibe, un tercero que la desprecia. Para los tres la pena es la misma, pero todos mueren por causa distinta (S. Agustín)». La causa de Jesús es el amor a la humanidad, a los más marginados, los desahuciados y abandonados de la sociedad. Por ello, la Iglesia hoy también recuerda de forma especial a los sin techo; personas que no tienen un lugar donde reclinar su cuerpo cansado y vivir con dignidad. Trabajemos como hermanos, como Iglesia, para ser testimonio de los valores del Reino: entrega y amor a los más desfavorecidos.