miércoles, 10 de febrero de 2016

Lectura del: 08/02/2016: Lunes de la quinta semana del tiempo ordinario


PRIMERA LECTURA


(Primer Libro de los Reyes 8,1-7.9-13.)

Entonces Salomón reunió junto a él en Jerusalén, a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los príncipes de las casas paternas de los israelitas, para subir el Arca de la Alianza del Señor desde la Ciudad de David, o sea, desde Sión. Todos los hombres de Israel se reunieron junto al rey Salomón en el mes de Etaním - el séptimo mes - durante la fiesta. Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los sacerdotes levantaron el Arca, y subieron el Arca del Señor, con la Carpa del Encuentro y todos los objetos sagrados que había en la Carpa. Los que trasladaron todo eso fueron los sacerdotes y los levitas. Mientras tanto, el rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida junto a él delante del Arca, sacrificaban carneros y toros, en tal cantidad que no se los podía contar ni calcular. Los sacerdotes introdujeron el Arca de la Alianza en su sitio, en el lugar santísimo de la Casa - el Santo de los santos - bajo las alas de los querubines. Porque los querubines desplegaban sus alas sobre el sitio destinado al Arca, y resguardaban por encima el Arca y sus andas. En el Arca se encontraban únicamente las dos tablas de piedra que Moisés, en el Horeb, había depositado allí: las tablas de la Alianza que el Señor había hecho con los israelitas a su salida de Egipto. Mientras los sacerdotes salían del Santo, la nube llenó la Casa del Señor, de manera que los sacerdotes no pudieron continuar sus servicios a causa de la nube, porque la gloria del Señor llenaba la Casa. Entonces Salomón dijo: "El Señor ha decidido habitar en la nube oscura. Sí, yo te he construido la Casa de tu señorío, un lugar donde habitarás para siempre".



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SALMO

(Salmo 132(131),6-7.8-10.) 
Hemos sabido que el Arca está en Efrata, 
la encontramos en los campos de Jaar. 
Entremos, pues, en su morada, 
postrémonos ante la tarima de sus pies.
¡Levántate, Señor, y ven a tu reposo, 
tú y el Arca de tu fuerza! 
¡Que tus sacerdotes se revistan de justicia 
y tus fieles griten de alegría! 
Por amor a David, tu servidor,
no apartes la cara de tu ungido.
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EVANGELIO
(Marcos 6,53-56)
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.

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COMENTARIO


(Santa Teresa de Ávila (1515-1582), carmelita descalza y doctora de la Iglesia)

¡Oh verdadero Dios y Señor mío! Gran consuelo es para el alma que le fatiga la soledad de estar ausente de Vos, ver que estáis en todos cabos. Mas cuando la reciedumbre del amor y los grandes ímpetus de esta pena crece, ¿qué aprovecha, Dios mío?, que se turba el entendimiento y se esconde la razón para conocer esta verdad, de manera que no puede entender ni conocer. Sólo se conoce estar apartada de Vos, y ningún remedio admite; porque el corazón que mucho ama no admite consejo ni consuelo, sino del mismo que le llagó; porque de ahí espera que ha de ser remediada su pena. Cuando Vos queréis, Señor, presto sanáis la herida que habéis dado; antes no hay que esperar salud ni gozo, sino el que se saca de padecer tan bien empleado. ¡Oh verdadero Amador, con cuánta piedad, con cuánta suavidad, con cuánto deleite, con cuánto regalo y con qué grandísimas muestras de amor curáis estas llagas, que con las saetas del mismo amor habéis hecho! ¡Oh Dios mío y descanso de todas las penas, qué desatinada estoy! ¿Cómo podía haber medios humanos que curasen los que ha enfermado el fuego divino? ¿Quién ha de saber hasta dónde llega esta herida, ni de qué procedió, ni cómo se puede aplacar tan penoso y deleitoso tormento?... Con cuánta razón dice la Esposa en los «Cantares»: amado a mí, y yo a mi (11,6), porque semejante amor no es posible comenzarse de cosa tan baja como el mío. Pues si es bajo, Esposo mío, ¿cómo no para en cosa criada hasta llegar a su Criador?

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REFLEXIÓN

El evangelio de hoy nos muestra a un Jesús que busca a la gente de pueblo en pueblo y nos muestra a gente que, con su fe y sus dudas, busca acercarse a Jesús. Jesús busca a la gente y la gente busca a Jesús, quieren tocarlo. A pesar del divorcio entre religión y vida cotidiana, Jesús sigue buscando, tratando de abrirse un hueco en el corazón de los hombres y mujeres de hoy. La pena, la pérdida, la torpeza es que, en el ambiente predominante, no se busca a Jesús. Mientras tanto,  paradójicamente, lo que sí se buscan son sustitutivos de la religión que ofrecen ilusiones, sentido de la vida, esperanzas…, porque en el fondo hay sed, hay dolencias, hay vacíos, hay heridas que curar, no hay satisfacción verdadera…
Buscar a Jesús ¿Para qué? ¿Qué me aporta?
Y tú, ¿a quién buscas? ¿Te dejas encontrar y tocar por Jesús?
Afortunado si lo has encontrado. No lo pierdas, disfrútalo y haz lo posible para que otros puedan encontrarse con Él y disfrutarlo.
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ORACIÓN

Oh Dios, sabio y amoroso:


Concédenos que sepamos buscar siempre las cosas realmente importantes, como son: luz para nuestra conciencia, comprensión y amor para con la gente, fidelidad a tu voluntad, interés y dedicación por tu reino. Y que todo esto esté inspirado por el evangelio y el estilo de vida de Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor.

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