Orar no solo es repetir oraciones y palabras, hay que hacerlo con
el corazón…
El sitio web de
referencia en Bélgica sobre las apariciones de Fátima, Fatima.be, da cuenta del relato de las personas
presentes durante sus últimos días:
“Un día, dos señoras
conversaron con él y le preguntaron sobre la profesión que le gustaría seguir
de mayor:
·
¿Quieres ser carpintero?, preguntó una de ellas;
No, señora, respondió el niño.
No, señora, respondió el niño.
·
¿Soldado entonces?, preguntaba la otra;
No, señora.
·
¿Quizás médico?
Tampoco.
Tampoco.
·
Entonces ya sé lo que te gustaría ser: ¡sacerdote! Decir misa,
confesar, predicar… ¿a que sí? No, señora, no quiero ser sacerdote.
·
Bueno, entonces ¿qué quieres ser?
No quiero nada. ¡Quiero morir e ir al Cielo!”.
No quiero nada. ¡Quiero morir e ir al Cielo!”.
“Era una decisión
firme”, confiesa Antonio, padre de Francisco. Dos días antes de su muerte, Francisco pide
hacer su primera comunión y confiesa a su hermana pequeña Jacinta: “Hoy soy más
feliz que tú porque tengo a Jesús en mi corazón”.
A las diez de la
noche, antes de expirar, dijo a su madre: “¡Mira mamá, esa hermosa luz junto a
la puerta!”, con una bella sonrisa angelical, sin sufrimiento ni quejas. El
jovencito solo tenía 11 años. La Madre de Jesús se lo había prometido: vendría
por él si rezaba mucho el rosario.
“Lo rezaba nueve
veces al día y había hecho sacrificios heroicos” para evitar los pecados. Y
cuando no le quedaban energías para recitarlo —“¡Oh, mamá! ¡Ya no me quedan
fuerzas para decir el Rosario, y los Ave María que digo suenan vacíos!”, decía
el muchacho—, entonces su madre consolaba
su alma llena de amargura diciéndole: “Si no puedes recitar el Rosario con
los labios, dilo con el corazón. Nuestra Señora también lo escucha así ¡y
estará igual de contenta!”.
Los restos de Francisco
permanecieron en el cementerio parroquial hasta el 13 de marzo de 1952, día en
el que fueron transferidos a la capilla a la derecha del altar mayor de la
basílica de Nuestra Señora del Rosario en Fátima. Justo frente a los restos de
su hermana pequeña, depositada allí el 1 de mayo de 1951, un año antes. Junto a ellos, los restos de su prima, sor Lucía, depositados el
19 de febrero de 2006.