“Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean
uno, como nosotros” (Juan 17, 11).
En su plegaria pedía, y sigue pidiendo, que permanezcamos unidos en el
nombre de Dios para que él pueda crear un vínculo inquebrantable entre unos y
otros. También, expresaba su voluntad más profunda y los designios más sentidos
para su cuerpo de creyentes.
El seguimiento de Jesús, al que estamos llamados todos los que le
seguimos es difícil en el día a día. No nos resulta fácil el practicar
siempre el amor y la justicia, porque bien en el fondo somos cómodos y a veces
eso de desviarnos de nuestro camino, de nuestros intereses personales, para
atender al prójimo se nos hace cuesta arriba.
El saber que el propio Jesús
se preocupaba de orar por sus discípulos, por aquellos que estaban con él ahí y
también por nosotros aquí y ahora, es
porque sabe que seguimos en el mundo, un “mundo” muy alejado de los
valores evangélicos de solidaridad, paz, amor y justicia.