“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros”. Jn (14, 15-16).
Ser cristiano es algo más que estar bautizado, es algo más que cumplir unos preceptos, como asistir hoy domingo a la eucaristía, vivir en el Espíritu, es dar a este momento el valor de un encuentro con los hermanos y de compromiso con todos, especialmente los más necesitados. Vivir en el Espíritu no es sólo atender con una limosna a los pobres, es entregarnos con todo lo que tenemos, para que haya justicia en el mundo.
Los cristianos modernos tenemos a veces la tendencia a sentirnos aislados en medio de una cultura que no comparte nuestra misma fe y esperanza en Cristo. Pero Jesús nos asegura la bendición del Padre y el consuelo del Espíritu Santo, razón por la cual hemos de depositar toda nuestra confianza en él. En realidad, debemos reservarle un lugar especial al Señor en nuestro corazón, porque él ha venido a habitar en nosotros por el Espíritu Santo. Aceptarlo como Señor significa declarar que reconocemos que Dios nos ha conferido el don de la fe y que deseamos que la presencia de Cristo aumente en nosotros.
Si lo acogemos en el silencio y la oración, nos hará vernos a nosotros mismos de otra manera, pero sobre todo a través del discernimiento, despertará a la Iglesia a la primavera de la Pascua. Sin Espíritu no se puede entender la vida comunitaria.
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