jueves, 21 de septiembre de 2017

¿Qué fieles necesita la Iglesia?

Es curioso ver que muchas personas se preguntan actualmente por la iglesia “qué necesitamos” o “qué nos gusta”. Buscan una iglesia hecha a medida del ser humano y llena de cómodas apariencias. Digo apariencias porque más allá de la tramoya que nos venden, detrás del marketing, de las estructuras organizativas, Dios no está presente. Con frecuencia nos encontramos con una iglesia humana que cree en Dios lejano e indiferente. Tristemente, cuando decimos que hay que reformar la Iglesia nos dedicamos a crear estructuras humanas, a destruirlas si nos disgustan, a pintarlas de otros colores y nos olvidamos de Dios.
Vivimos un tiempo convulso en el que lo que predomina es la liquidez social. Nada está fijo, todo cambia, todo se ajusta a lo que le interesa a quienes manejan los hilos sociales.  La Iglesia, comprendida como estructura humana, no es más que una de millones Torres de Babel que tienden a desaparecer. La Iglesia como presencia del Reino de Dios en la Tierra, no corre peligro alguno. Es obra de Dios no de caducos e incapaces seres humanos. Las Iglesia reúne a quienes aceptaron la invitación al banquete (Mateo 22,1-14). Quienes se afanan construyendo Torres de Babel, no hicieron caso alguno a los mensajeros. La institución eclesial siempre está en crisis y actualmente esta crisis es dura. Es dura porque nos sobran demasiadas apariencias e hipocresías.
¿Qué hacer frente a la crisis eclesial que vivimos? La respuesta la dio el Señor al Joven Rico: negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguir sus pasos. Todo lo que no siga estas indicaciones conlleva destruir unas estructuras, para construir otras. Destruir una Torre de Babel que ya no es del gusto de los interesados, para construir otra Torre de Babel más actual y bien vista. Sin duda es necesario ser críticos, pero sin perder de vista que todo lo que conlleva complicidades humanas, no es parte de la Iglesia.
Ante todo tenemos que ser conscientes que la Iglesia no es propiedad de nadie. La Iglesia es propiedad de Dios. ¿Qué le dijo Cristo a Pedro frente al lago de Galilea? “tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18). ¿Quién construye la Iglesia: Cristo. En el mejor caso, podemos ser herramientas en manos de Dios, pero nunca somos constructores de algo que nunca se marchitará. Los poderes de la muerte, de la corrupción, de los egoísmos e hipocresías no tienen nada que hacer frente a la asamblea de convocados por Cristo. El Reino de Dios no es de este mundo. Si lo fuera, las legiones de Dios arrasarían todo lo que no cumple su sagrada Voluntad (Jn 18, 36).
La Iglesia siempre ha sido un resto fiel que vive y pervive dentro de las apariencias del mundo. Este resto no es un gueto de selectos elegidos, sino un reducto donde los pecadores arrepentidos adoran a Dios en Espíritu y Verdad (Juan 4, 23).
Las primeras comunidades cristianas "gozaban de la admiración del pueblo". Actualmente, las estructuras eclesiales no gozan de gran estima popular. Hay muchas personas que hacen suyos los tópicos "creo en Jesucristo pero no creo en la Iglesia" o la frase atribuida a Gandhi: "creo en Jesucristo pero no creo en los cristianos". Es evidente que no podemos creer en estructuras que generan guetos, odios internos y que se alían con las tendencias políticas afines a los intereses del momento. Antes eran los poderes de derechas, ahora también se coquetea con las izquierdas, si se dejan. ¿Quién puede creer en Torres de Babel que terminan por caer sobre nosotros, destrozando la unidad eclesial?
La Iglesia se representa como una Barca, ya que se ajusta perfectamente a al entendimiento que Cristo nos legó. Una barca, que al igual que el banquete de bodas, deja entrar a quien realmente se sabe pecador y busca la redención. Como en banquete de bodas, quien se cuela de forma inadecuada, termina fuera. Ojo lo dice Cristo mismo. Lean el Evangelio si tienen dudas. La Iglesia es signo de salvación, pero como todo signo, debe ser aceptado y entendido en plenitud para que tenga significado. No es una etiqueta postmoderna que nos sirva para ser bien vistos.
Benedicto XVI envió un mensaje muy interesante a la archidiócesis de Colonia, en Alemania, con ocasión del funeral del card. J. Meisner. En este mensaje vemos el sentido de Barca-Iglesia y de la necesidad de pastores que sepan sostener tantas personas que se sienten desorientadas en estos momentos:
Lo que me impresionó especialmente en la última conversación con el fallecido cardenal fue la serenidad sosegada, la alegría interior y la confianza que él había encontrado. Sabemos que para él, pastor y cura apasionado, fue difícil dejar su oficio, justamente en una época en la Iglesia necesita en forma especialmente apremiante pastores convincentes que resistan la dictadura del espíritu de la época y vivan y piensen decididamente la fe. Pero mucho más me conmovió percibir que en este último período de su vida él había aprendido a soltarse y vivía cada vez más de la profunda certeza que el Señor no abandona a su Iglesia, aunque a veces la barca esté a punto de zozobrar.
Benedicto XVI nos dice, ante todo, que la Iglesia no corre peligro de desaparecer, aunque haya partes caducas que se pudran con el tiempo y caigan con estrépito al suelo. La Iglesia no es una “comunidad servidora del mundo”, como algunos quieren hacernos pensar. Una gran ONG, un reducto de voluntarios solidarios con los que contar cuando son necesarios. Cristo nos lo dejó muy claro: “Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a Mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no son del mundo, sino que Yo los escogí de entre el mundo, por eso el mundo los odia.” (Jn 15, 18-19)

¿Qué fieles necesita la Iglesia? Necesitamos servidores de Cristo, no  servidores del mundo ni de las estructuras mundanas que están incrustadas dentro del Iglesia. Seamos servidores de Dios imitando a María. Seamos sencillos servidores del Señor. Herramientas inútiles que cobran sentido en manos de Dios. Señor, hágase Tu Voluntad en nosotros.

viernes, 7 de julio de 2017

No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos… Sígueme…

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.» (Mt 9, 9-13).

----------------------------------

Jesús llama y llama a quien quiere, como en el caso del “recaudador de impuestos”, que además es publicano. Para “seguir” a Jesús siempre hay que correr algún riesgo. Nos “toca” confiar en su llamada y seguirle…

Aquella invitación era toda una declaración de guerra. Porque él se comportaba así en nombre de Dios.  Es decir: que el propio Dios quería acabar con aquellas divisiones entre santos y pecadores, entre puros e impuros. Era declarar públicamente que Dios no nos había excluido... ¡Y claro, los especialistas en la Ley y en las sacrosantas tradiciones no podían quedarse indiferentes.

Hoy nosotros mismos conservamos este comportamiento de los conocedores de la Ley, por no decir de las diferentes sectas Judías “Fariseos, Saduceos, Esenios, Sacerdotes jefes de familia, los excluidos “clase media”, los pobres “jornaleros, esclavos, mendigos, enfermos,… Cuantas veces no nos queremos mezclar con todo aquel que no tiene un comportamiento no cristiano, con aquel que vive en la miseria… cuantas veces hemos sentido algo, no miséricorde “compasión”, cuando estamos en la celebración y entra un mendigo…

El Señor quiere misericordia, se junta con los pecadores, se acerca a los que necesitan su Salvación, cuenta con la colaboración de nosotros, incluso con un publicano, tan despreciado por sus conciudadanos, pero Jesús no duda al elegir a alguien cuya situación social no inspira demasiada confianza. Es necesario creer en su misericordia, creer lo que Jesús ha dicho y ha hecho.

Video: Dad Gracias al Señor


jueves, 6 de julio de 2017

“Aquí me tienes, Señor”

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán llamándole: «¡Abrahán!»
Él respondió: «Aquí me tienes.»
Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.»
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios. El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos.
Y Abrahán dijo a sus criados: «Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.»
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre: «Padre.»
Él respondió: «Aquí estoy, hijo mío.»
El muchacho dijo: «Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?»
Abrahán contestó: «Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.»
Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: «¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó: «Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en una maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. Abrahán llamó a aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «El monte del Señor ve.»
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrella del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»
Abrahán volvió a sus criados, y juntos se pusieron en camino hacia Berseba. Abrahán se quedó a vivir en Berseba. (Gén 22, 1-19)


-----------------------------


Este pasaje bíblico nos hace replantearnos nuestra fe, nuestra confianza en Dios. ¿Nos entregamos por completo a la voluntad de Dios, o solo cuando nos conviene? La Providencia es dejarnos en las manos del Señor sabiendo que todo lo que nos ocurre, lo que tenemos y sentimos, es su voluntad. Pero esto no significa estar con pasividad ante nuestra existencia. No, debemos estar activos, debemos confiar en que Dios nos ayudará a actuar en cada momento, confiar en que lo que nos pasa es lo mejor que Dios tiene para nosotros. Ser capaces de decir cada día: “Aquí me tienes, Señor”.

Video: Aumenta mi Fe

miércoles, 5 de julio de 2017

Lo Puro y lo Impuro… Nuestros Secretos escondidos – Pecados

En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Desde el cementerio, dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: "¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?"
Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando.
Los demonios le rogaron: "Si nos echas, mándanos a la piara".
Jesús les dijo: "Id".
Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua. Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país. (Mt 8, 28-34
).

---------------------------

¿Qué es lo impuro?  Generalmente suele considerarse como tal aquello que nos resulta desconocido, que nos da miedo porque no sabemos cómo enfrentarnos a ello, lo que es « distinto» a nosotros, lo que pensamos que nos puede hacer daño de alguna manera (o parece peligroso, y puede serlo realmente),)... y entonces procuramos apartarnos de ello, o mantenerlo lejos.. ¿Quién declara que algo es impuro?  En muchos casos es una tradición que se remonta lejos, que forma parte de la sociedad o del grupo, y que no suele cuestionarse, pues la tradición es algo como sagrado e intocable, y quien se atreve, probablemente no salga bien parado. En todas las culturas y religiones hay «lo impuro», aquello que es mejor tener «escondido», apartado y «controlado» dentro de lo posible. Cada cual puede encontrar sus propios ejemplos.

Al Igual que nosotros estos gerasenos no muestran ninguna alegría ni sorpresa por la curación de aquellos dos desgraciados.  No sé si valoraban más sus puercos, o preferían que nadie alterase esa estricta división entre  puro/impuro, o tal vez no estaban dispuestos a reconocer que la presencia liberadora del Nazareno exigía algo de ellos. Mateo no da explicaciones. Aquel exorcismo para las gentes de "la otra orilla" ha sido perfectamente inútil, y hasta incómodo y fastidioso.


Cada uno de nosotros tenemos también lo impuro personal… que nos cuesta sacarlo, vivimos con ello… No sé si es que lo queremos tanto que no queremos eliminarlo… El pecado es así, sabemos que es algo que no podemos llevarlo a la verdad pero cuesta reconocerlo… Simplemente dile a Jesús y Él te ayudara y lo quitara del camino…

martes, 4 de julio de 2017

Y aparece el miedo: ¿y ahora qué?

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»
Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!» (Mt 8, 23-27)

----------------

Jesús se subió a la barca, una barca, el «lugar» donde habitualmente están los pescadores y era de esperarse “el medio de ganarse la vida de sus discípulos”. Por eso hoy podríamos decir Jesús está “en toda la vida cotidiana”. A Jesús le gusta estar donde está la gente, y compartir con ellos su tiempo, sus preocupaciones, sus riesgos, todos sus momentos de la vida, dificultades e incluso en los momentos de alegría. Como en la barca con sus discípulos el estará entre los campos, con los sembradores, o se sentará a ver cómo una mujer prepara el pan, o barre su casa, en la fábrica, en el sindicato, se subió al avión, se dio un paseo por los talleres u oficinas, se sentó a charlar con los jóvenes,, se metió en un campamento de refugiados, se dio una vuelta por la salida del colegio cuando terminaban las clases, se puso de conversación con un grupo de personas pecadoras...


La vida está llena de muchos momentos de dificultades y de alegría, pero las que más sentimos es cuando afrentamos una dificultad y es ahí donde Jesús nos dice: ¡Cobardes! ¡Qué poca fe!



El miedo llamó a mi puerta. La fe fue a abrir. No había nadie. (M Luther King)

lunes, 3 de julio de 2017

"Dichosos los que creemos sin ver"

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor." Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo." A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros." Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente." Contestó Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto." (Jn 20, 24-29)

-----------------------------------------

Tomás, a partir de entonces, no necesitó más pruebas, y empezó a ser dichoso por creer sin ver como nosotros. Por eso, Esta actitud de Tomás es una invitación a no sufrir por creer que no creemos, o que no amamos o que no servimos como se espera de nosotros. En lugar de sufrir, intentemos confiar y fiarnos del Señor, sin verle. Recordemos su consigna y su promesa. En lugar de pensar en la poca fe que tenemos, sigamos teniendo los mismos gestos que tuvimos en nuestros mejores momentos. Porque no se trata tanto de decir o pensar que creemos cuanto de obrar y vivir como creyentes discípulos y seguidores de Jesús. Como Tomás, al final: “Señor mío y Dios mío”.

Quizá lo fácil hoy es hablar de Tomás, el incrédulo, que lo fue; veamos a Tomás como modelo de tantísimas personas, que creemos, que queremos creer más y mejor, y a veces dudamos, y otras veces tenemos miedo, y hasta puede que otras nos pongamos, como él, “incrédulos”, diciendo: “Señor, a no ser que… yo no creo”, sin percatarnos, como Tomás, que, al decirlo, estamos haciendo un acto de fe.

«No estaba con ellos», que sucedió en ese momento, porque no los acompañaba… Seguimos siendo así, nos alejamos de toda asamblea. Podríamos empezar a preguntarnos si estamos pasando una crisis personal, si nos habíamos decepcionado, si nos retiramos temporalmente para pensar tranquilo y tomar una decisión personal sobre todo lo que estamos viviendo en este tiempo, si hemos decidido buscar por otra parte. Nos gusta mucho encontrar las razones de las cosas, para luego echar las culpas a alguien.

Que no nos deprima ni nos quite la paz “el no ver por algún tiempo”. Seremos dichosos.

Hagamos hincapié en la limpieza de corazón, en la transparencia y en la  simplicidad de vida. Serán buenas actitudes para estar abiertos al don de la fe. Señor quiero creer, pero aumenta mi fe.

sábado, 1 de julio de 2017

“Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará…”.

Lectura del libro del Génesis 18, 1-15.

En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahám junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque hacía calor. Alzó la vista y vio tres hombres en pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se prosternó en tierra, diciendo: –Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de pan para que cobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo. Contestaron: –Bien, haz lo que dices. Abrahám entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: –Aprisa, tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz una hogaza. El corrió a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida. Tomó también cuajada, leche, y el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron. Después le dijeron: –¿Dónde está Sara, tu mujer? Contestó: –Aquí, en la tienda.
Añadió uno: –Cuando vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo. Sara lo oyó, detrás de la entrada de la tienda. (Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus períodos.) Y Sara se rió por lo bajo, pensando: –Cuando ya estoy seca, ¿voy a tener placer, con un marido tan viejo? Pero el Señor dijo a Abrahán: –¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: «De verdad que voy a tener un hijo, yo tan vieja»? ¿Hay algo difícil para Dios? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo. Pero Sara lo negó: –No me he reído.
Porque estaba asustada. Él replicó: –No lo niegues, te has reído.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 8, 5-17.

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó diciéndole: –Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho. El le contestó: –Voy yo a curarlo. Pero el centurión le replicó: –Señor, ¿quién soy yo para que entres bajo mi techo? Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes: y le digo a uno «ve», y va; al otro, «ven», y viene; a mi criado, «haz esto», y lo hace. Cuando Jesús lo oyó quedó admirado y dijo a los que le seguían: –Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos; en cambio a los ciudadanos del Reino los echarán afuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Y al centurión le dijo: –Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído. Y en aquel momento se puso bueno el criado. Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él con su palabra expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «El tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades».

--------------------

Dos actitudes frente a una reacción en la presencia de Dios…

«Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo.»
El punto de “la risa” de Sara, junto a la falta de fe que casi en silencio manifiesta Sara, ella tenía todos los números comprados para dudar. Nadie en su sano juicio la habría recriminado por ello, sin embargo se une otro hecho; el miedo para reconocer su verdad la hace mentir. Dios no la confronta, sólo confirma la verdad. A pesar de su incredulidad el milagro se realizará. Dios sigue conduciendo la historia humana.

Vete y que suceda según tu fe

La reacción de Jesús es inmediata: “¡Yo iré a curarle!”. No hay ninguna otra pregunta. Esta afirmación desconcierta al centurión, no esperaba una generosidad tan grande y tan inmediata. Su experiencia profesional le sirve para poder expresar su fe y confianza en Jesús, al tiempo que le hace verbalizar una oración tan profunda, que ha quedado recogida para siempre en nuestra liturgia eucarística. “Señor, yo no soy digno de que vengas a mi casa…” ¡Qué preciosidad! ¡Qué sencillez! Simplemente, déjala resonar en tu corazón.

¡Qué diferente actitud encontramos en estas dos lecturas! ¿Cuál es mi actitud cuando me dicen y hablan de Dios?....

Jesús nos invita a su cena. Cada semana, cada día. Nosotros, aunque indignos, podemos acoger su invitación y sentirnos dichosos de sentarnos a su mesa. En ella, como hace 2000 años, quiere darnos su vida, para que después la repartamos a manos llenas.


“Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará…”

viernes, 30 de junio de 2017

“Caminemos en la presencia de Dios”


Cuando Abrahám tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo: «Yo soy el Dios Saday. Camina en mi presencia con lealtad.» Dios añadió a Abrahám: «Tú guarda mi pacto, que hago contigo y tus descendientes por generaciones. Éste es el pacto que hago con vosotros y con tus descendientes y que habéis de guardar: circuncidad a todos vuestros varones.»
Dios dijo a Abrahám: «Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré, y te dará un hijo, y lo bendeciré; de ella nacerán pueblos y reyes de naciones.»
Abrahán cayó rostro en tierra y se dijo sonriendo: «¿Un centenario va a tener un hijo, y Sara va a dar a luz a los noventa?»
Y Abrahám dijo a Dios: «Me contento con que te guardes vivo a Ismael.» Dios replicó: «No; es Sara quien te va a dar un hijo, a quien llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto y con sus descendientes, un pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré multiplicarse sin medida, engendrará doce príncipes y haré de él un pueblo numeroso. Pero mi pacto lo establezco con Isaac, el hijo que te dará Sara el año que viene por estas fechas.» Cuando Dios terminó de hablar con Abrahám, se retiró. (Gén 17, 1. 9‑10. 15‑22.)


En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.» Y en seguida quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.» (Mt 8, 1-4)

--------------------------

Dos hechos de FE…. Abrahán y el Leproso…

Dios no se cansa de buscarnos, es fiel al hombre que Él mismo ha creado y redimido, siempre permanece cercano a nuestra vida, porque nos ama. Esta es una certeza que nos debe acompañar cada momento, cada día, por ello, no debemos olvidar que el camino que conduce al conocimiento y al encuentro con Dios es el camino de la fe. Cuanto más firme sea nuestra fe más unidos estaremos a Dios, más abiertos estaremos a su gracia, y, a la fortaleza de la caridad.

Evitemos, pues, confundir la fe con un mero sistema de creencias y de valores. Porque creer significa aceptar la verdad de Dios, que se ha revelado en la historia de cada hombre, deseoso de comunicarse con nosotros de tú a tú en una relación de amor con Él.


El fundamento de nuestra vida está en nuestro encuentro con Dios, por medio de Cristo Jesús.

martes, 27 de junio de 2017

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos». (Mt 7, 6.12-14).

-------------

Jesús se refiere al cuidado de “lo santo”. “No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos”. Son palabras duras, en las que Jesús nos advierte del sumo respeto que debemos tener a “lo santo”, a todo lo relativo a él. Si vemos que el ambiente no es propicio para escuchar, para celebrar su buena noticia… mejor guardar silencio para que nadie la denigre, la pisotee. Y nos dice: “tratad a los demás como queréis que ellos os trate”, para referirnos como a la luz de la vida de Cristo, a la luz de su mandamiento universal del amor, incluso el amor a los enemigos.

También nos habla de la puerta estrecha y de la puerta ancha y del doble camino, el que conduce a la vida y el que conduce a la perdición. El cristiano, el seguidor de Jesús, en su vivir diario, se enfrenta a la decisión de qué puerta y de qué camino elegir. Jesús nos invita a transitar por su camino, el que le llevó a la resurrección, pasando por la cruz, renunciando a todo aquello que le apartase del camino del amor, del perdón de la limpieza de corazón, de la verdad, de la justicia, de la entrega de la vida.

jueves, 22 de junio de 2017

Padre Nuestro "Tu que estas en los cielos"


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.» (Mt 6, 7-15).

Esta Oración que Jesús nos enseñó, debe ser una Oración sencilla y de profunda convicción de agradecimiento a Dios, no la convirtamos en ese pedir constante que nos ocurre por nuestros problemas de solo pedir, nos encontramos perturbados, afligidos, que no tenemos salidas, que no podemos,… Que con ella nos comuniquemos en lo más íntimo de nuestro ser con Jesús, que podamos ir cambiando nuestra forma de actuar, que de verdad los demás sientan que estamos dispuesto a vivir con el mundo a  aceptar a los demás tal cual son y que ven en nosotros que hay cambios, que los noten, aunque sencillos, sean cambios de verdad y ayuden a los demás con el ejemplo de vida cristiana…


No nos perdamos en palabrería y artificios. Recojamos nuestra vida y nuestros instantes íntimos para hablar con Dios, en la intimidad o en comunidad, dando sentido a nuestras plegarias. Especialmente repitiendo estas palabras que Jesús nos enseñó: Padre nuestro. Todo está en tus manos y todo depende de ti, engrandece tu Nombre sobre la tierra a través de nuestras manos inexpertas. Porque Dios como Padre nos conoce y nos auxilia, nos perdona y conduce nuestros pasos cuando humildemente lo pedimos con fe. Y le pedimos con fe, cuando somos capaces también nosotros de llevar ese amor de Dios a todos los hermanos. “Si no perdonamos a los demás, tampoco Nuestro Padre perdonará nuestras culpas”.


Leer en voz alta el padrenuestro así como está escrito y se puede estar seguro que así se pronuncia. Si estuviera escrito en letra hebrea-aramea no sabríamos como pronunciar la oración.

El único problema que le encontramos es que no se ha marcado la sílaba que lleva el acento.

Las consonantes "sh" se pronuncian como la "sh" en inglés.
Es como nuestra "che" pero sin la asonancia de la "t".
Aparece también el signo’. Este quiere evitar que pronuncie como una las dos letras sino hacer una mínima pausa al pronunciar.
La "j" se pronuncia como nuestra jota de manera gutural.
La "w" quiere evitar que usted pronuncie "b".
  
Así que recemos juntos:
  
ABUNA DI BISHEMAYA
Padre nuestro que estás en el cielo,

ITQADDASH SHEMAK,
santificado sea tu nombre,

TETE MALKUTAK
venga a nosotros tu reino,

TIT'ABED RE'UTAK
hágase tu voluntad

KEDI BI SHEMAYA KAN BA AR'A
en la tierra como en el cielo.

LAJMANA HAB LANA SEKOM YOM BEYOMA
Danos hoy nuestro pan de cada día,

U SHEBOK LANA JOBEINA
perdona nuestras ofensas

KEDI AF ANAJNA SHEBAKNA LEJEIBINA
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,

WEAL TA'ALNA LENISION,
no nos dejes caer en la tentación

ELA PESHINA MIN BISHA.
y líbranos del mal.

lunes, 19 de junio de 2017

Demos prueba de que somos servidores de Dios.


 
Hermanos: Como cooperadores suyos que somos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Porque él dice: “En el tiempo de la gracia te escucho, en el día de la salvación te ayudo”. Pues mirad: ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el día de la salvación. Para no poner en ridículo nuestro servicio, nunca damos a nadie motivo de escándalo; antes bien, continuamente damos prueba de que somos servidores de Dios con lo mucho que pasamos: luchas, infortunios, apuros, golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer; procedemos con limpieza, saber, paciencia y amabilidad; con los dones del Espíritu y con amor sincero, llevando el mensaje de la verdad y la fuerza de Dios. Con la derecha y con la izquierda empuñamos las armas de la salvación, a través de honra y afrenta, de mala y buena fama. Somos los impostores que dicen la verdad, los desconocidos conocidos de sobra, los moribundos que están bien vivos, los sentenciados nunca ajusticiados, los afligidos siempre alegres, los pobres que enriquecen a muchos, los necesitados que todo lo poseen
. (2 Cor 6, 1-10).

Cuando tú me acompañas me transformas en sentenciado pero nunca ajusticiado, afligido siempre alegre, en pobre que enriquece a muchos, también en necesitado que todo lo posee. Porque tu colocas en mis manos las armas de la fe, el amor y la esperanza para vivir en fuerzas, permanecer en pie, soportar las dificultades y animándome a continuar sin desfallecer. Gracias Señor por hacerme entender que no me deseas verme en conflicto ni mucho menos con el corazón lleno de ira. Porque quien pelea muestra lo vacío que puede estar de ti. Amén.

Continuamente demos prueba de que somos servidores de Dios con lo mucho que pasamos…

sábado, 17 de junio de 2017

El Señor es compasivo y misericordioso


Salmo (102)


Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.

El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos; enseñó sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel.


El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles.
--------------------------------------------------------

Estas palabras nos deben resonar en nuestra alma y nuestros labios darle esa melodía.

Dios. Antes que juez severo, es padre compasivo; no condena, sino que salva; no nos envía desgracias, sino ternura; no se enoja, sino que tiene una infinita paciencia con nosotros.

Cuando oímos y decimos que Dios es distante, que no se ocupa de nosotros, que, incluso, se ríe y juega con el mundo; o bien que es cruel y nos somete a duras pruebas, estamos consistiendo que somos una triste caricatura de Dios, ¡tan errónea! Qué lejos este Dios deformado y espantoso del Dios de la vida, del Dios de Jesús de Nazaret, del Dios que no espera nuestra búsqueda, sino que sale a nuestro encuentro y se revela, porque le conmueve nuestro dolor y no puede resistir vernos sufrir más…

Pero Dios está ahí, sufriendo con los que sufren, ayudando con los que ayudan, alentando la fuerza de los que luchan por sobrevivir y rescatar la belleza de la vida. Dios nunca se alejó. En todo caso, podríamos preguntar: ¿no seremos nosotros los que nos hemos alejado de Él?

Dios es nuestra vida. Él nos libera, de la enfermedad del cuerpo y del alma; él nos da alegría, fuerza, inteligencia, capacidad para discernir. “Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles”… Como el sol, que luce para todos, así brilla el rostro de Dios sobre nosotros. ¿Por qué especifica el salmo “sobre sus fieles”? Porque, aunque su amor es para todos, es cierto que no todos sabrán o querrán verlo. Siempre hay quien rechaza la luz… Y a veces necesitamos esos momentos de tiniebla, de tropiezo, de intenso dolor interior, para darnos cuenta de que hemos de cambiar de rumbo y buscar esa luz que se nos ofrece, gratuita, generosamente. En el momento en que giramos nuestro rostro hacia Dios, ha comenzado nuestra conversión.

Aleluya, aleluya.
“Inclina, Dios mío, mi corazón a tus preceptos y dame la gracia de cumplir tu voluntad”.

Vídeo; El Señor es Compasivo



Fuentes Consultadas: Joaquín Iglesias Aranda

viernes, 9 de junio de 2017

Alaba, alma mía, al Señor.

Alaba, alma mía, al Señor: alabaré al Señor mientras viva, tañeré para mi Dios mientras exista. (Sal. 145)
  


Sentir esta exclamación como algo natural en nuestra relación con Dios: ¡Qué grande eres!, ¡Qué bueno!, ¡Qué bello!, ¡Nada hay como tú!, ¡Nadie puede compararse a ti!… La alabanza surge ante la grandeza y santidad de Dios que se ofrece benevolente y gratuitamente a nosotros. Debemos sentir así a Dios.

El que me ama cumplirá mi palabra, y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada, dice el Señor.
Aleluya.



jueves, 8 de junio de 2017

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad


Como está escrito en mi libro: «Para hacer tu voluntad». Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. (Sal 39).

  

Como está escrito en mi libro: «Para hacer tu voluntad». Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. (Sal 39).

Porque hacer tu voluntad implica hacer y ser como tú quieres y permanecer en Ti pase lo que pase... como decimos en la oración del Padrenuestro y así se lo dijiste Tu a tu amado Padre en el Huerto de los Olivos, que se haga Tu voluntad y no la mía.

Papa Benedicto XVI habló de que la clave está en buscar un equilibrio, una suerte de comunión de voluntades: “Que tu voluntad, Señor, sea la mía; que mi voluntad, Señor, sea siempre hacer la tuya”.
Pidamos al Señor que en cada día de la vida, tengamos la gracia de lograr en lo profundo de nuestro agradecido corazón esa “comunión de voluntades” que tanto bien nos puede hacer.


miércoles, 7 de junio de 2017

Señor, instrúyeme en tus sendas.

Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. (Sal 24).

 

A Dios le gusta la humildad, “porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad” (Santa Teresa). La vida nos presenta a menudo suficientes situaciones para instalarnos en la soberbia, para creernos mejores que los demás. Pero la vida nos ofrece también muchas oportunidades para ser humildes. La oración es una de ellas. Nos pone como discípulos ante Jesús. Lo que cuenta no es cómo nos vemos nosotros o como vemos a los demás; lo que cuenta es cómo nos ve y cómo nos quiere Dios.


Pidamos hoy al Señor la gracia de ser humildes para aceptar que Dios siempre es más grande y más poderoso que nosotros, aunque no sea fácil.

domingo, 4 de junio de 2017

Pentecostés

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo”. Hechos de los Apóstoles 2, 1-5


Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.  Referencia: Aciprensa
En María Vemos a la primera Cristiana y a la primera recibidora del Espíritu Santo.

jueves, 1 de junio de 2017

Que sean completamente uno

Que todos sean uno —dice el Señor—, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, para que el mundo crea que tú me has enviado. (Jn 17, 20-26).


En este texto hay un deseo muy especial de Jesús: que sus discípulos sean uno como el Padre y el él son uno. Jesús habla de la unidad. Pero no es una unidad cualquier la que se tiene que vivir en la comunidad de sus discípulos, en la Iglesia. Tiene que ser una unidad como la que él vive con el Padre, con su Abbá. https://rsanzcarrera2.wordpress.com/2011/06/03/abba/
En nuestro mundo se habla mucho de unidad y pocas veces se consigue habiendo formas diversas de conseguir la unidad, todos funcionan bien unidos, con gran disciplina,  a base de autoridad clara, de una línea de mando que todos saben que tienen que obedecer, sin protestar, faltas a esta autoridad hay sanciones severas; Y esta no es la unidad que nos pide Jesús a los que le seguimos. 
Porque unidad no es uniformidad. No significa que todos tengamos que pensar igual, que vestir igual, que hacer y decir las mismas cosas. Eso podría ser un grupo de autómatas pero nunca la comunidad de Jesús. 
La comunidad de Jesús tiene que vivir la unidad al estilo de la relación que hay entre el Padre y el Hijo. Lo primero que hay que decir es que esa unidad no se basa en la disciplina ni en el temor a la sanción. Es una unidad que florece como consecuencia del amor mutuo, de la donación total del uno al otro. Lo segundo es que una unidad que florece en la tierra de la libertad. Hay que recordar aquello que decía Pablo: “Para ser libres nos liberó el Señor”. 
Por tanto, tenemos que construir nuestra unidad en el amor y en la libertad. Y no hay más instrumento que el diálogo, la escucha, la empatía, el trato personal. La unidad no se construye desde ya a golpe de orden y autoridad. Se va haciendo poco a poco. Es proyecto más que realidad. Es tarea de todos a partir siempre del respeto al otro. Es don ciertamente pero también es compromiso y esfuerzo de todos. 
Jesús oró para que esa unidad se realizase en su Iglesia. Ahora es tarea nuestra hacerla realidad. Para que en esta casa del reino nadie quede fuera, excluido, y todos nos sintamos miembros de la única familia de Dios.

Referencia: Comentarios de Fernando Torres….

miércoles, 31 de mayo de 2017

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Evangelio según san Lucas (1, 39-56).



En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: –«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» María dijo: –«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en  generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres–en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Todos hemos oído alguna vez esta expresión. La pronunció por primera vez Isabel, ante la Virgen María, cuando ésta, después de varios días de camino, se presentó inesperadamente en su casa con la intención de acompañarla y servirla, pues Isabel era una mujer relativamente mayor y estaba embarazada de seis meses. Pero, aquella no era una visita cualquiera, su prima María también esperaba un hijo, ¡el Hijo de Dios!, concebido por obra del Espíritu Santo. La presencia de María en casa de Isabel llevando a Jesús en su seno produjo tal conmoción que incluso la criatura de Isabel (el futuro Juan Bautista) saltó en el vientre de la madre, que de paso se llenó del Espíritu Santo y se puso a felicitar a María con gran efusión.

Dos mujeres que se encuentran y que se saben embarazadas de la vida que crece en ellas. Son dos y son cuatro. Son dos llenas de esperanza. Son dos convertidas en signos de esperanza para la humanidad. Porque cada vez que nace un niño nace la esperanza en nuestros corazones: la vida sigue, se renueva, renace. Es la alegría explosiva que brota en la familia al conocer la noticia. Es alegría para la madre, para el marido. Pero también para los abuelos. 

martes, 30 de mayo de 2017

“Te pido por ellos… porque son tuyos.”

“Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros” (Juan 17, 11).


Estas pocas palabras encierran la revelación de la vida para la cual quiere salvarnos el Señor. No una vida en que cada uno tenga una comunión individual con Dios; no. Jesús quiere salvarnos de todo lo que separe y divida a los cristianos entre sí, para que, en él, lleguemos a unirnos los unos a los otros.

En su plegaria pedía, y sigue pidiendo, que permanezcamos unidos en el nombre de Dios para que él pueda crear un vínculo inquebrantable entre unos y otros. También, expresaba su voluntad más profunda y los designios más sentidos para su cuerpo de creyentes.

El seguimiento de Jesús, al que estamos llamados todos los que le seguimos es difícil en el día a día.  No nos resulta fácil el practicar siempre el amor y la justicia, porque bien en el fondo somos cómodos y a veces eso de desviarnos de nuestro camino, de nuestros intereses personales, para atender al prójimo se nos hace cuesta arriba. 


El saber que el propio Jesús se preocupaba de orar por sus discípulos, por aquellos que estaban con él ahí y también por nosotros aquí y ahora,  es porque sabe que seguimos en el mundo, un “mundo” muy alejado de los valores  evangélicos de solidaridad, paz, amor y justicia.

lunes, 29 de mayo de 2017

Tened valor: yo he vencido al mundo.

Les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo. (Jn 16, 29-33).


Muchas veces nos ocurre como los discípulos, que un poco de memoria y por salir del paso decimos que creemos, pero en realidad nuestra confesión es frágil, diríamos que de la boca para afuera, y Jesús lo sabe. Por eso repite con ellos ¿Ahora creen? Pues tendrán ocasión de comprobar su fe dentro de poco y ya sabe que saldrán despavoridos…Pero aun así el Señor nos invita a tener paz en Él. A confiar en que Él ha vencido al mundo. Esto es lo que debemos tener en cuenta en los momentos de mayor dificultad. No importa cuán grandes sean…Jesús ha vencido al mundo, es decir, lo ha enfrentado todo y ha salido victorioso.

En los momentos de duda, de dolor, de adversidad, cuando tengamos que atravesar las mayores tribulaciones, que indudablemente sobrevendrán, tengamos en cuenta estas palabras de Jesús para levantarnos la moral y seguir adelante. Todo es posible con Él. Solo debemos ponernos en su sintonía, alineados con su Voluntad, que no es otra que la del Padre, entonces todo fluirá como el cauce de un río, sin retorno. Sin importar cuán profundo, rápido o apacible sea su paso. Como Jesús antes que nosotros, habremos de llegar y pasar. Él es nuestra garantía.

Nosotros ya estamos bautizados. Pero, casi seguro, todavía tenemos mucho que aprender “de ideas y de corazón” para asimilar de verdad lo que es acoger el reino de Dios en nuestras vidas. Tenemos que hacer mucho camino, aprender sobre la marcha. Hasta actuar en todo momento como lo haría el señor Jesús, hasta dar la vida por los demás, hasta ser faros de amor, de misericordia, de justicia, de perdón, de esperanza para todos aquellos con los que nos encontramos. Como lo fue Jesús. Como nos incita el Espíritu a ser.