martes, 4 de julio de 2017

Y aparece el miedo: ¿y ahora qué?

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»
Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!» (Mt 8, 23-27)

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Jesús se subió a la barca, una barca, el «lugar» donde habitualmente están los pescadores y era de esperarse “el medio de ganarse la vida de sus discípulos”. Por eso hoy podríamos decir Jesús está “en toda la vida cotidiana”. A Jesús le gusta estar donde está la gente, y compartir con ellos su tiempo, sus preocupaciones, sus riesgos, todos sus momentos de la vida, dificultades e incluso en los momentos de alegría. Como en la barca con sus discípulos el estará entre los campos, con los sembradores, o se sentará a ver cómo una mujer prepara el pan, o barre su casa, en la fábrica, en el sindicato, se subió al avión, se dio un paseo por los talleres u oficinas, se sentó a charlar con los jóvenes,, se metió en un campamento de refugiados, se dio una vuelta por la salida del colegio cuando terminaban las clases, se puso de conversación con un grupo de personas pecadoras...


La vida está llena de muchos momentos de dificultades y de alegría, pero las que más sentimos es cuando afrentamos una dificultad y es ahí donde Jesús nos dice: ¡Cobardes! ¡Qué poca fe!



El miedo llamó a mi puerta. La fe fue a abrir. No había nadie. (M Luther King)

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