Que todos sean uno —dice el Señor—, como tú, Padre, en mí, y yo en
ti, para que el mundo crea que tú me has enviado. (Jn 17, 20-26).
En este texto hay un deseo muy especial de Jesús: que sus discípulos sean uno como el Padre y el él son uno. Jesús habla de la unidad. Pero no es una unidad cualquier la que se tiene que vivir en la comunidad de sus discípulos, en la Iglesia. Tiene que ser una unidad como la que él vive con el Padre, con su Abbá.
En
nuestro mundo se habla mucho de unidad y pocas veces se consigue habiendo
formas diversas de conseguir la unidad, todos funcionan bien unidos, con gran
disciplina, a base de autoridad clara,
de una línea de mando que todos saben que tienen que obedecer, sin protestar,
faltas a esta autoridad hay sanciones severas; Y esta no es la unidad que nos
pide Jesús a los que le seguimos.
Porque
unidad no es uniformidad. No significa que todos tengamos que pensar igual, que
vestir igual, que hacer y decir las mismas cosas. Eso podría ser un grupo de
autómatas pero nunca la comunidad de Jesús.
La
comunidad de Jesús tiene que vivir la unidad al estilo de la relación que hay
entre el Padre y el Hijo. Lo primero que hay que decir es que esa unidad no se basa
en la disciplina ni en el temor a la sanción. Es una unidad que florece como
consecuencia del amor mutuo, de la donación total del uno al otro. Lo segundo
es que una unidad que florece en la tierra de la libertad. Hay que recordar
aquello que decía Pablo: “Para ser libres nos liberó el Señor”.
Por
tanto, tenemos que construir nuestra unidad en el amor y en la libertad. Y no
hay más instrumento que el diálogo, la escucha, la empatía, el trato personal.
La unidad no se construye desde ya a golpe de orden y autoridad. Se va haciendo
poco a poco. Es proyecto más que realidad. Es tarea de todos a partir siempre
del respeto al otro. Es don ciertamente pero también es compromiso y esfuerzo
de todos.
Jesús
oró para que esa unidad se realizase en su Iglesia. Ahora es tarea nuestra
hacerla realidad. Para que en esta casa del reino nadie quede fuera, excluido,
y todos nos sintamos miembros de la única familia de Dios.
Referencia: Comentarios de Fernando Torres….
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