domingo, 22 de mayo de 2016
Lectura del 22/05/2016: Solemnidad de la Santísima Trinidad
PRIMERA LECTURA
(Libro de los Proverbios 8,22-31.)
El Señor me creó como primicia de sus caminos, antes de sus obras, desde siempre.
Yo fui formada desde la eternidad, desde el comienzo, antes de los orígenes de la tierra.
Yo nací cuando no existían los abismos, cuando no había fuentes de aguas caudalosas.
Antes que fueran cimentadas las montañas, antes que las colinas, yo nací, cuando él no había hecho aún la tierra ni los espacios ni los primeros elementos del mundo. Cuando él afianzaba el cielo, yo estaba allí; cuando trazaba el horizonte sobre el océano, cuando condensaba las nubes en lo alto, cuando infundía poder a las fuentes del océano, cuando fijaba su límite al mar para que las aguas no transgredieran sus bordes, cuando afirmaba los cimientos de la tierra,
yo estaba a su lado como un hijo querido y lo deleitaba día tras día, recreándome delante de él en todo tiempo, recreándome sobre la faz de la tierra, y mi delicia era estar con los hijos de los hombres.
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SALMO
(Salmo 8,4-5.6-7.8-9.)
Al ver el cielo, obra de tus manos,
la luna y las estrellas que has creado:
¿Qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y esplendor;
le diste dominio sobre la obra de tus manos.
Todo lo pusiste bajo sus pies.
Todos los rebaños y ganados,
y hasta los animales salvajes;
las aves del cielo, los peces del mar
y cuanto surca los senderos de las aguas.
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SEGUNDA LECTURA
(Carta de San Pablo a los Romanos 5,1-5.)
Hermanos: Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia;
la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado.
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EVANGELIO
(Juan 16,12-15)
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."
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COMENTARIO
(Catecismo de la Iglesia Católica)
El misterio de la Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios nos puede revelar su conocimiento, revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo. La encarnación del Hijo revela que Dios es el Padre eterno y que el Hijo es de la misma naturaleza del Padre, es decir, que está en el él y con él, el mismo y único Dios. La misión del Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo y por el Hijo "desde el Padre" (Jn 15,26) revela que es, con ellos, el único Dios. "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria" (Credo)...
Por la gracia del bautismo "en nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo" somos llamados a participar en la vida de la bienaventurada Trinidad, aquí en la tierra en la oscuridad de la fe, más allá de la muerte en la luz eterna.
"La fe católica consiste en esto: venerar un único Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, sin confundir las personas, sin dividir la sustancia: porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo. Pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es una única divinidad, igual en gloria, coeterna en la majestad." (Credo Quicumque)
Inseparable entre sí, las personas divinas son también inseparables en su obrar. Pero en la única actividad divina, cada persona manifiesta lo que le es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo.
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REFLEXIÓN
“Si piensas que has comprendido, entonces no es Dios, al que has comprendido”
La Trinidad para nosotros es y será siempre un misterio de Dios y de su experiencia en Él, sólo podemos hablar de forma aproximada. Al hablar de Dios siempre corremos el riesgo de terminar hablando de nosotros mismos como si fuéramos dioses, o como si Dios fuese igual que un hombre, la verdad es que por mucho que leamos y cumplamos siempre sabremos muy poco de Dios… San Agustín nos dice: “Si piensas que has comprendido, entonces no es Dios, al que has comprendido” Pero conocemos lo suficiente a través del Hijo.
En el contexto de la Santísima Trinidad, el libro de los Proverbios que leemos nos intrutye hoy “Nosotros”, acerca de la sabiduría eterna de Dios y nos hace reflexionar acerca de la grandeza de Dios, que es quizá incomprensible para la mente humana. Antes de crear el mundo Dios pensó en el hombre. Diseño un camino para que surgiera la revelación plena de Jesús como sabiduría del Padre, Dios mira y contempla esta sabiduría para crear el mundo como imagen en que se reflejan todas las criaturas creadas.
Hay que alabar, agradecer, que estamos en camino y aún tenemos mucho que comprender: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Celebramos este misterio y como decimos al principio de la eucaristía “Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo está con nosotros hoy, mañana y siempre”.
Podemos participar de esa vida eterna gracias a ese amor entre el Padre y el Hijo que se derrama sobre nosotros en la forma del Espíritu Santo. Ese Espíritu que nos conduce a la plenitud del Amor es el que nos permite sentirnos seguros al llevar a cabo la misión que Jesús nos encomendó. “Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado”.
Por eso el Espíritu nos glorificará, porque será de Él que recibamos todo lo que nos ha de revelar. Ese Espíritu nos ha de conducir al conocimiento de la Verdad plena que se ha manifestado en la persona de Jesús y si le conocemos, también conocemos al Padre.
Que en esta acción del Espíritu Santo se nos revele, no solo el amor de Dios, sino la plenitud de su Trinidad y que podamos acercarnos a su misterio revelado en el Espíritu junto al Hijo.
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ORACIÓN
Oh Dios, Padre nuestro:
Toda nuestra vida está puesta bajo el signo
de ti, de tu Hijo y de tu Espíritu Santo.
Gracias por entregarte a nosotros.
Ayúdanos a entregarnos y comprometernos
a favor de nuestros hermanos necesitados
y a ser en medio de ellos
tu señal de unidad, amor y esperanza,
para que verdaderamente vivamos
en el nombre tuyo, Padre,
y en el de Jesús, tu Hijo,
y en el del Espíritu Santo
ahora y por los siglos de los siglos.
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sábado, 21 de mayo de 2016
Lecturas del 21/05/2016: Sábado de la séptima semana del tiempo ordinario
PRIMERA LECTURA
(Epístola de Santiago 5,13-20.)
Hermanos: Si alguien está afligido, que ore. Si está alegre, que cante salmos. Si está enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración que nace de la fe salvará al enfermo, el Señor lo aliviará, y si tuviera pecados, le serán perdonados. Confiesen mutuamente sus pecados y oren los unos por los otros, para ser curados. La oración perseverante del justo es poderosa. Elías era un hombre como nosotros, y sin embargo, cuando oró con insistencia para que no lloviera, no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Después volvió a orar; entonces el cielo dio la lluvia, y la tierra produjo frutos. Hermanos míos, si uno de ustedes se desvía de la verdad y otro lo hace volver, sepan que el que hace volver a un pecador de su mal camino salvará su vida de la muerte y obtendrá el perdón de numerosos pecados.
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SALMO
(Salmo 141(140),1-2.3.8.)
Señor, te llamo, ven a mí sin demora,
escucha mi voz cuando a ti grito.
¡Suba a ti mi oración como el incienso,
mis manos que a ti levanto
sean como la ofrenda de la tarde!
Pon, Señor, una guardia ante mi boca
y vigila la puerta de mis labios.
Adonai Señor, hacia ti vuelvo mis ojos,
en ti me refugio, no expongas mi vida.
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EVANGELIO
(Marcos 10,13-16)
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron.
Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
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COMENTARIO
(Isaac el Sirio (siglo VII), monje cercano a Mossoul)
Tú, el más pequeño de los hombres ¿quieres encontrar la vida? Guarda la fe y la humildad y encontrarás en ellas la compasión, la ayuda, las palabras que Dios te dirá en tu corazón y también encontrarás a aquel que te acompaña y permanece secreta y visiblemente cerca de ti. ¿Quieres descubrir lo que da la vida? ¡Camina por el sendero de la simplicidad, no pretendas conocer nada ante Dios! La fe sigue a la simplicidad, pero la presunción sigue a las sutilezas del conocimiento y los recovecos del pensamiento que alejan de Dios.
Cuando te presentas ante Dios para la oración, hazte pequeño como una hormiga... como un niño que balbucea. ¡No digas nada ante él con la presunción de saberlo, sino acércate a Dios con un corazón de niño! Ve delante de él para recibir los favores con los que los padres colman a sus hijos más pequeños. Alguien ha dicho: "El Señor guarda a los pequeñuelos". El que es como un niño puede acercarse a una serpiente y ésta no le hace daño... En su inocencia, el cuerpo de aquel que es como un niño pequeño, está revestido de una protección invisible por esta providencia oculta que guarda a los miembros frágiles para que nada les pueda dañar.
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REFLEXIÓN
“El Reino de Dios pertenece a los que son como ellos – los niños”
Para seguir a Dios y vivir la vida de acuerdo a sus exigencias debemos tener una actitud para seguir frente a Él, ser capaces de maravillarnos, ver las cosas sin dobleces, actuar espontáneamente, sin segundas intenciones ni agendas ocultas, ser capaces de acercarnos a Dios con la confianza y la inocencia de un niño: “el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
No se trata de asumir una actitud “infantil” en nuestra vida, sino de confiar en la Divina Providencia, aprender a depender de Dios como lo hace un niño con su padres, despojarnos de toda pretensión; recordar que queremos entrar en un Reino donde el que reina se hizo servidor de todos.
Si logramos despojarnos de toda vanidad, orgullo y autosuficiencia ante la presencia de Dios, sentiremos su tierno y cálido abrazo, que sin necesidad de palabras nos expresará el amor más grande que hayamos experimentado jamás. No nos quedara otro remedio que compartirlo, que la más grande exigencia de vivir la vida del cristiano.
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ORACIÓN
Señor Dios nuestro:
Que en cada celebración eucarística
nos cuestionas por nuestra mediocridad
y nuestra autocomplacencia
por medio de la palabra y el ejemplo de tu Hijo.
No permitas que sofoquemos
su grito que nos exige una vida auténtica
en favor tuyo y de los que nos has encomendado.
En los acontecimientos cotidianos
y en las personas de nuestro tiempo
sigue hablándonos tu palabra, siempre nueva,
de libertad y esperanza
por la que Cristo entregó su vida.
Que él sea nuestro Señor, Maestro y Guía.
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viernes, 20 de mayo de 2016
Lectura del 20/05/2016: Viernes de la séptima semana del tiempo ordinario
PRIMERA LECTURA
(Epístola de Santiago 5,9-12.)
Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. Porque nosotros llamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Ustedes oyeron hablar de la paciencia de Job, y saben lo que hizo el Señor con él, porque el Señor es compasivo y misericordioso. Pero ante todo, hermanos, no juren ni por el cielo, ni por la tierra, ni de ninguna manera: que cuando digan "sí", sea sí; y cuando digan "no", sea no, para no ser condenados.
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SALMO
(Salmo 103(102),1-2.3-4.8-9.11-12.)
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.
El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
No acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente;
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.
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EVANGELIO
(Marcos 10,1-12)
Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más. Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?". Él les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?". Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella". Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido". Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".
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COMENTARIO
(Concilio Vaticano II)
El marido y la mujer, que por el pacto conyugal «ya no son dos, sino una sola carne», con la unión íntima de sus personas y actividades se ayudan y se sostienen mutuamente, adquieren conciencia de su unidad y lo logran cada vez más plenamente. Esta íntima unión, como mutua entrega de dos personas, lo mismo que el bien de los hijos, exigen plena fidelidad conyugal y urge su indisoluble unidad.
Cristo nuestro Señor bendijo abundantemente este amor multiforme, nacido de la fuente divina de la caridad y que está formado a semejanza de su unión con la Iglesia (Ef 5,32). Porque así como Dios antiguamente se adelantó a unirse a su pueblo por una alianza de amor y de fidelidad, así ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos por medio del sacramento del matrimonio. Además, permanece con ellos para que los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como Él mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella (Ef 5,25).
El genuino amor conyugal es asumido en el amor divino y se rige y enriquece por la virtud redentora de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia para conducir eficazmente a los cónyuges a Dios y ayudarlos y fortalecerlos en la sublime misión de la paternidad y la maternidad. Por ello los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están fortificados y como consagrados por un sacramento especial, con cuya virtud, al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios.
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REFLEXIÓN
(José Perea e Ysbelia de Perea, Matrimonio de 35 años de vida sacramental)
“De manera que ya no son dos, sino una sola carne”
Hoy día vivimos en una sociedad sujeta a las “modas”, al relativismo moral, al culto al placer, a la búsqueda constante de la satisfacción personal, la que se ha elevado a nivel de “derecho”. Es la cultura del “yo”; “y ‘como Dios es amor’, Él tiene que reconocer mi derecho a buscar mi propia ‘felicidad’”, aunque ello implique negar unos principios y mandamientos fundamentales de la Ley de Dios. En el querer obtener mi Felicidad olvidamos lo más esencial y nos olvidamos del que tengo al lado, pretendemos imponerle a Dios nuestras propias pautas de lo que es lícito y lo que no lo es. Estamos dispuestos a quemar el Decálogo, y hasta al mismo Dios, en aras de nuestra “felicidad”. En el caso de los Matrimonios pretendemos redefinirlo de paso, haciéndolo sujeto a la voluntad de los contrayentes.
En la pregunta: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” Jesús no pierde tiempo y, conociendo el corazón del hombre su respuesta no se hace esperar: “Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio”. Jesús lo sabe, en su tiempo el divorcio era legal en ciertas circunstancias. Jesús, un verdadero maestro del debate, los desarma con su respuesta: “Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios ‘los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne’. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Cualquier desviación de esa ley no es mandamiento de Dios, es precepto de hombre, y no puede prevalecer en contra de aquél.
Todo está en la voluntad expresa de Dios al crear al hombre y a la mujer con diferentes sexos para que se complementaran, para que pudieran unirse y formar “una sola carne”, para cumplir el mandato de: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla”. Esa es la base del matrimonio establecido por Dios y su indisolubilidad. la encontramos, tanto en el hecho de que en lo adelante ya no serán dos, sino que “serán los dos una sola carne”. No hay términos medios; no hay marcha atrás. “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.
Hay que buscar en las relaciones de pareja lo esencial, la vivencia del amor de dos personas que, a pesar de sus diferencia y las dificultades de la vida matrimonial, se renueva en el tiempo, en el día a día, en una donación mutua. Por eso debemos hacer del Sacramento del Matrimonio una presencia especial del Espíritu Santo para vivir esa unión en profundidad. Los creyentes que, delante de la Comunidad, deciden unir sus vidas, cuentan con Él para llevar adelante ese proyecto. El Ritual del Matrimonio nos ayuda a recordar que no todo es fácil. En la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas, en la riqueza y en la pobreza. En los buenos y en los malos momentos, ser fieles a un sentimiento que se desarrolla en el tiempo.
Nosotros especialmente lo he conceptualizado como una Trinidad Santa del Matrimonio, donde debemos vivir unidos los dos conyugues en común unión con Dios, somos tres indisolubles, el tratar de sacar de esa unión a Dios no lleva al mantenernos unidos en base a nuestros criterios egoísta de mi felicidad, donde lo importante es el amor que pueda recibir, que halla retribución, como si fuese un contrato que espera una retribución por un servicio prestado.
Mirar a las parejas que celebran las bodas de plata (25 años de matrimonio) o de oro (50 años juntos) es un acicate, un estímulo para seguir adelante. No todo es fácil, pero todo es posible para el que ama. La clave, es saber decir con verdadera libertad y sin condicionamiento “Te Quiero” y “Perdóname”.
Hoy en especial a Santa Rita de Casia ejemplo de Esposa y Madre:
http://lecturascristianasjoseperea.blogspot.com/2016/05/santa-rita-de-casia-madre-esposa-y.html
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ORACIÓN
Señor: Haz de nuestro hogar un sitio de tu amor.
Que no haya injuria porque Tú nos das comprensión.
Que no haya amargura porque Tú nos bendices.
Que no haya egoísmo porque Tú nos alientas.
Que no haya rencor porque Tú nos das el perdón.
Que no haya abandono porque Tú estás con nosotros.
Que sepamos marchar hacia Ti en nuestro diario vivir.
Que cada mañana amanezca un día más de entrega y sacrificio.
Que cada noche nos encuentre con más amor de esposos.
Haz, Señor, de nuestras vidas que quisiste unir
una página llena de Ti.
Haz, Señor, de nuestros hijos lo que Tú anhelas:
ayúdanos a educarles y orientarles por el camino.
Que nos esforcemos en el consuelo mutuo.
Que hagamos del amor un motivo para amarte más.
Que demos lo mejor de nosotros para ser felices en el hogar.
Que cuando amanezca el gran día de ir a tu encuentro
nos concedas el hallarnos unidos para siempre en Ti.
Amén.
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Santa Rita de Casia, madre, esposa y “Santa de lo Imposible”
Desde su infancia Rita se destacó por su inclinación a la piedad y
a la unión con Dios por medio de la oración, de modo que sus padres adecuaron
una pequeña habitación en la casa con un oratorio donde ella pasaba agradables
momento en oración . Aunque eran analfabetos, Amata y Antonio buscaban
transmitir a su hija los edificantes hechos de la vida de Jesús, de la Virgen
María y de los santos más populares; así ella creció dócil, respetuosa y
obediente hacia sus ancianos padres. A los ocho años se inclinó a consagrar su
virginidad a Jesús, esposo de las vírgenes, pero según la costumbre de la época
se resignó a la voluntad de sus padres y al final de la adolescencia se casó
con el joven Paulo Fernando, fuente de muchos sufrimientos durante la vida
matrimonial.
Su esposo, descrito como un individuo pervertido e impulsivo, de
carácter feroz y sin temor de Dios, no admitía opiniones diferentes a la suya .
Muchas veces insultaba a su esposa sin motivos, pero ella nunca respondía con
resentimiento o quejas. Rita era obediente, pidiendo permiso incluso hasta para
ir a la iglesia, lo que con el pasar de los años transformó al feroz león en un
manso cordero gracias a la docilidad y cariño de su esposa. Comenzó a ser
respetuoso, dando buen ejemplo a sus dos hijos, Juan Tiago y Paulo María, que
lamentablemente heredaron el temperamento paterno.
El matrimonio duró dieciocho años, hasta el momento en que Paulo
Fernando fue cruelmente asesinado por enemigos que cultivó en los tiempos de
violencia. Sepultado, fue agraciado con muchas oraciones y penitencias de Rita
en sufragio de su alma, tomando la santa viuda la valiente decisión de perdonar
a los asesinos.
Otro sufrimiento se abatió sobre Rita: además del dolor causado
por la muerte de su esposo y dedicándose sólo a la formación de sus dos hijos,
se dio cuenta que ambos estaban inclinados a vengar la muerte de su padre. Tomó
entonces la difícil pero firme resolución de pedir a Jesús que se llevase a sus
hijos antes que cometieran ese pecado, si fuese humanamente imposible evitarlo;
los amaba tanto que quería encontrarlos en el Paraíso, llevada por el mismo
sentimiento que llevó a la madre de San Luis, rey de Francia, a decirle a su
hijo que prefería verlo muerto a sus pies antes que cometiese un pecado mortal.
Juan Tiago y Paulo María se enfermaron, recibieron continuamente los cuidados
de su diligente madre que les conseguía los remedios entonces disponibles para
conservarles la vida, y luego de haberse reconciliado con Dios y habiendo
perdonado a los asesinos del padre, partieron para la eternidad (un año después
de la muerte de Paulo Fernando, junto al que fueron sepultados). Se podría
decir que Rita se quedó sola en el mundo, pero en la más perfecta de las
soledades, pues tenía a Dios consigo.
Al no tener obligaciones matrimoniales ni maternales, Rita se
perfeccionó en la práctica de las virtudes dedicándose a la caridad y la
oración, pero esto no era suficiente para quien estaba tomada por el amor a
Dios y que desde la infancia aspiraba a la vida religiosa. Al pasar junto a los
conventos y monasterios sentía una atracción interior para la vida de los
claustros, con una santa envidia de las almas vírgenes que allí estaban
encerradas en total entrega a Jesús, pero el matrimonio levantó un muro
infranqueable entre ella y la vida monástica: según las normas y reglas
entonces vigentes le era prohibida la entrada a la vida que tanto quería. Rita
quería algo imposible: tocando las puertas del convento de las religiosas
agustinas de Santa María Magdalena, recibió de la madre superiora la respuesta
negativa a pesar de la buena impresión que le causó, pues allí sólo admitían
mujeres solteras, no siendo permitido el ingreso a quien ya había tenido vida
matrimonial.
Rechazada, continuó con sus oraciones y penitencias, además de sus
buenas obras, pero manteniendo la confianza en aquello que consideraba una
“causa perdida” regresó dos veces al mismo convento para implorar la admisión,
siendo en ambas ocasiones nuevamente rechazada. Se entregó a la voluntad de
Dios, encomendándose a los santos de su devoción. Practicaba la pobreza,
desapegándose de los bienes que poseía para distribuirlos entre los
necesitados; la castidad la vivía en el estado de viudez, desinteresándose de
contraer nupcias nuevamente y desapegándose del propio cuerpo. Le faltaba
todavía la obediencia que deseaba abrazar dentro de un convento sometiéndose
enteramente su voluntad a alguna persona revestida de superioridad religiosa.
Cierta noche escuchó a alguien que la llamaba por su nombre:
" Rita, Rita "... Nadie parecía estar allí y regresando nuevamente a
sus oraciones escuchó nuevamente
el llamado " Rita, Rita ". Fue hasta la puerta y se encontró con tres
personas y en ellas reconoció a San Juan Bautista (quien al igual que ella fue
concebido en la vejez de los padres), San Agustín (fundador de la familia agustiniana
y a quien tanto admiraba) y San Nicolás de Tolentino (religioso agustino), los
cuales la invitaron a seguirlos.
Llegando al convento de Santa María Magdalena, donde ella fue tres
veces rechazada, la puerta estaba obviamente bien cerrada, pues las religiosas
dormían, pero los tres protectores hicieron que ella milagrosamente se
encontrara en el interior de la propiedad. Al reunirse para las obligaciones
matinales, las religiosas se sorprendieron al encontrar a Rita rezando en la
capilla y tras haber comprobado que la puerta no había sido forzada y que no
había señales que explicasen la entrada de la viuda por medios humanos,
creyeron el relato que de ella escucharon, reconociendo así la voluntad de
Dios: una nueva alma fue entonces recibida en aquella familia religiosa. Rita
se deshizo de sus bienes, abrazando formalmente la pobreza evangeliza, siguió
manteniendo la castidad en la viudez después de haber pasado por el matrimonio
y fue sumisa a la autoridad de la madre superiora, renunciando hasta su propia
voluntad.
En una ocasión recibió de la superiora la orden para regar dos
veces al día una rama seca, lo que fue cumplido con diligencia por la mañana y
la tarde cotidianamente, mes a mes, observada con sonrisa irónica por las demás
hermanas. Ellas se sorprendieron un año mas tarde con el nacimiento de un
viñedo que allí comenzaba a crecer y que comenzó a dar sabrosas uvas siglo tras
siglo, producto de la santa obediencia. Este árbol atravesó los siglos,
llegando hasta nuestros días, manteniéndose vivo y fructífero, fruto de la
ciega obediencia a la que se sometió.
En la cuaresma de 1443 Rita escuchó un edificante sermón predicado
por San Tiago de Marca (Giacomo della Marca, 1394-1476), fraile franciscano,
discípulo de San Bernardino de Siena. Las palabras del religioso la conmovieron
profundamente, y, postrada delante de la imagen del Crucificado, pidió la
participación en aquellos profundos dolores, incluso que sólo fuese el dolor de
una de las espinas, a lo que fue inmediatamente atendida: su frente fue herida
por una espina de la corona, lo que la hizo desmayar del dolor. A diferencia de
las llagas de Jesús que se abrieron en otros santos, la de Rita se manifestó
con aspecto repugnante, con salida de pus y un olor fétido, lo que la llevó a
una vida aislada dentro del convento, en una habitación alejada a la que una
religiosa le llevaba lo necesario para vivir. Ese sufrimiento se extendió por
quince años.
Con motivo del año del Jubileo proclamado por el Papa Nicolás IV,
en 1450, Rita manifestó el deseo de ir a Roma con otras religiosas, pero no
obtuvo el permiso de la superiora debido a su estado de salud que empeoraba
como consecuencia de la herida causada por la espina. Rita entonces pidió a
Dios la desaparición de la herida, el cual fue atendido, de modo que pudo
viajar a la Ciudad Eterna para practicar los actos de piedad propios de la
ocasión. Al regresar al convento la herida reapareció y la religiosa regresó a
su vida de sufrimientos. La salud se debilitaba, los dolores aumentaban, pero
la alegría y la sonrisa continuaban en medio del santo sufrimiento por el que
pasaba. En sus últimos días de vida su único alimento fue el Pan Eucarístico.
Hacia el final de su vida, para Rita fue una consolación la
noticia de un fenómeno inusual, o mejor “imposible”: durante un fuerte invierno
se observó en la huerta una hermosa rosa florecida y además una higuera cuyos
frutos estaban maduros y sabrosos. Este hecho era prefigura de la nueva rosa
que en poco tiempo adornaría el Paraíso y el fruto que Jesús recogería en la
Tierra para deleitarse con él en el Cielo. Hasta hoy es tradicional la
Bendición de las Rosas, las cuales son llevadas a los enfermos, alusión a la
rosa que milagrosamente floreció en pleno invierno y que confortó a Rita en su
enfermedad. Al fin, confortada por los Sacramentos, Rita fue llamada a la Casa
del Padre, el 22 de mayo de 1457, cuando tenía 76 años de edad y cuatro décadas
de vida religiosa. No dejó escritos (cartas, libros, diarios: ninguno),
solamente sus ejemplos y el recuerdo de su vida de santidad. Se registró en los
archivos de la Historia, que las campanas del convento y de la ciudad de Cascia
sonaron sin ser tocadas por manos humanas.
Con la muerte de Rita la herida en la frente, antes repugnante, se
convirtió en brillante y limpia, exhalando un olor perfumado. La exposición de
su cuerpo para el último adiós de los numerosos peregrinos que fueron al
convento se fue extendiendo día tras día y terminó por no haber un entierro
formal, pero el cadáver no sufrió la habitual descomposición, por lo que lo
pueden hasta hoy apreciar los visitantes de la capilla del convento donde la
Santa de las Cosas Imposibles vivió.
Hija obediente, esposa maltratada, madre amorosa, viuda confiante,
religiosa con estigmas... tantos adjetivos que se le podrían aplicar a esta
agustina de espíritu, quien no descansó hasta que se convirtió en religiosa,
aunque todos ellos se resumen en aquellas palabras que son motivo de esperanza
para todos sus devotos: patrona de las cosas imposibles y de las causas
perdidas.
Fuentes:
Heavenly Friends (Rosalie Marie Levy,
St. Paul Editions, 1984).
The Incorruptibles (Joan Carroll Cruz, Tan Books, 1977)
A História de Santa Rita de Cássia (site dos religiosos Agostinianos Recoletos, http://www.santarita-oar.org.br/base.php?page=santarita_historico)
The Incorruptibles (Joan Carroll Cruz, Tan Books, 1977)
A História de Santa Rita de Cássia (site dos religiosos Agostinianos Recoletos, http://www.santarita-oar.org.br/base.php?page=santarita_historico)
jueves, 19 de mayo de 2016
Lecturas del 19/05/2016: Jueves de la séptima semana del tiempo ordinario
PRIMERA LECTURA
(Epístola de Santiago 5,1-6.)
Ustedes, los ricos, lloren y giman por las desgracias que les van a sobrevenir. Porque sus riquezas se han echado a perder y sus vestidos están roídos por la polilla. Su oro y su plata se han herrumbrado, y esa herrumbre dará testimonio contra ustedes y devorará sus cuerpos como un fuego. ¡Ustedes han amontonado riquezas, ahora que es el tiempo final! Sepan que el salario que han retenido a los que trabajaron en sus campos está clamando, y el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor del universo. Ustedes llevaron en este mundo una vida de lujo y de placer, y se han cebado a sí mismos para el día de la matanza. Han condenado y han matado al justo, sin que él les opusiera resistencia.
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SALMO
(Salmo 49(48),14-15ab.15cd-16.17-18.19-20.)
Hacia allá van los que en sí confían,
ese será el fin de los que les gusta escucharse.
Abajo cual rebaño la muerte los reúne,
los pastorea y les impone su ley.
Son como un espectro desvaído
que a la mañana vuelve su casa abajo.
Pero a mí Dios me rescatará,
y me sacará de las garras de la muerte.
No te preocupes cuando un hombre
se enriquece
o aumenta el esplendor de su casa:
cuando muera, no podrá llevarse nada,
su esplendor no bajará con él.
Aunque en vida se congratulaba, diciendo:
"Te alabarán porque lo pasas bien",
igual irá a reunirse con sus antepasados,
con esos que nunca verán la luz.
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EVANGELIO
(Marcos 9,41-50)
Jesús dijo a sus discípulos: «Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Porque cada uno será salado por el fuego. La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros».
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COMENTARIO
(San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia)
¿Queréis que os indique los caminos de la conversión? Son numerosos, variados y diferentes, pero todos conducen al cielo. El primer camino de la conversión es aborrecer nuestros pecados. "Empieza tú a confesar tus pecados para ser justo" (Is 43,26). Esto porque dice el profeta: "Me dije: -confesaré al Señor mis culpas.- Y tú perdonaste mi falta y mi pecado" (Sal 31,5). Condena tú mismo las faltas que has cometido y esto bastará para que el Maestro te escuche. El que condena sus pecados irá con más cuidado para no recaer en ellos...
Hay un segundo camino que no es inferior al primero y es: no guardar rencor a nuestros enemigos, dominar nuestra cólera para perdonar las ofensas que nos infligen nuestros compañeros de servicio, porque así obtendremos el perdón de las ofensas contra el Maestro. Es la segunda manera de obtener la purificación de nuestras faltas. "Si perdonáis a vuestros deudores, dice el Señor, mi Padre que está en el cielo perdonará también vuestras faltas" (Mt 6,14).
¿Quieres conocer el tercer camino de la conversión? ES la oración ferviente y atenta desde el fondo del corazón... El cuarto camino es la limosna. Tiene un poder considerable e indecible... Luego, la modestia y la humildad no son medios menores para destruir el pecado desde la raíz. Tenemos como testimonio de ello el publicano que no podía proclamar su buenas acciones sino que en su lugar ofreció su humildad y depositó ante el Señor el pesado fardo de sus faltas (Lc 18,9ss).
Acabamos de indicar cinco caminos hacia la conversión... ¡No te quedes inactivo sino que cada día avanza por estos caminos! Son fáciles, y a pesar de tus miserias puedes ir por ellos.
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REFLEXIÓN
Escandalizar a “los más débiles”
Nuestro comportamiento debe ser consonó con lo queremos vivir a la luz de la fe para no escandalizar a otros con nuestra conducta. Por el contrario, nuestra conducta debe servir de ejemplo. Jesús es amor, es la Misericordia encarnada, pero también es exigente con los que decidimos seguirle.
Jesús no nos está llamando a la mutilación física. Nos está advirtiendo contra todas las cosas del mundo que nos seducen y nos alejan del Reino, y nos pueden llevar a una conducta que valla a escandalizar a “los más débiles”. “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia”; “¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?”.
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ORACIÓN
Oh Dios de esperanza:
Tú nos has dado a Jesucristo tú Hijo
como nuestro compañero de camino
para que podamos entender
las antiguas cosas familiares
con un corazón nuevo y joven;
y para renovarnos a nosotros y al mundo.
Que él mismo nos empuje hacia adelante
cuando tendemos a transigir
simplemente poniendo parches en lo viejo.
Que Jesús frene un poco nuestras impaciencias
cuando intentamos meter prisa a la gente
más allá de su capacidad de crecimiento.
Llévanos hacia adelante guiados siempre por él,
en quien plenamente confiamos:
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jueves, 12 de mayo de 2016
Lecturas del 12/05/2016: Jueves de la séptima semana de Pascua
PRIMERA LECTURA
(Libro de los Hechos de los Apóstoles 22,30.23,6-11.)
Queriendo saber con exactitud de qué lo acusaban los judíos, el tribuno le hizo sacar las cadenas, y convocando a los sumos sacerdotes y a todo el Sanedrín, hizo comparecer a Pablo delante de ellos. Pablo, sabiendo que había dos partidos, el de los saduceos y el de los fariseos, exclamó en medio del Sanedrín: "Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos, y ahora me están juzgando a causa de nuestra esperanza en la resurrección de los muertos". Apenas pronunció estas palabras, surgió una disputa entre fariseos y saduceos, y la asamblea se dividió. Porque los saduceos niegan la resurrección y la existencia de los ángeles y de los espíritus; los fariseos, por el contrario, admiten una y otra cosa. Se produjo un griterío, y algunos escribas del partido de los fariseos se pusieron de pie y protestaron enérgicamente: "Nosotros no encontramos nada de malo en este hombre. ¿Y si le hubiera hablado algún espíritu o un ángel...?". Como la disputa se hacía cada vez más violenta, el tribuno, temiendo por la integridad de Pablo, mandó descender a los soldados para que lo sacaran de allí y lo llevaran de nuevo a la fortaleza. A la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: "Animo, así como has dado testimonio de mí en Jerusalén, también tendrás que darlo en Roma".
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SALMO
(Salmo 16(15),1-2a.5.7-8.9-10.11.)
Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor:
«Señor, tú eres mi bien.»
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.
Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.
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EVANGELIO
(Juan 17,20-26)
Jesús levantó los ojos al cielo y oró diciendo: "Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste. Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos".
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COMENTARIO
(Isaac de Stella (¿-c. 1171), monje cisterciense)
Así como la cabeza y el cuerpo de un hombre no hacen más que un solo y único hombre, el hijo de la Virgen y sus miembros, los elegidos, no hacen más que un solo y único hombre y un solo Hijo del hombre. Es el Cristo total y completo, Cabeza y cuerpo, de quien habla la Escritura. Sí, todos los miembros unidos forman un solo cuerpo que, con su Cabeza, constituye el único Hijo del hombre el cual, con el Hijo de Dios, constituye el único Hijo de Dios, de la misma manera que con Dios, él constituye un sólo Dios. Así el cuerpo entero, con su Cabeza, es Hijo del hombre e Hijo de Dios y, por consiguiente, Dios. He ahí la razón de estas palabras: «Padre, quiero que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros». Por eso, conforme a esta afirmación frecuente en la Escritura, el cuerpo no es sin la Cabeza, ni la Cabeza sin el cuerpo, igual que la Cabeza y el cuerpo no existen sin Dios. Así es el Cristo total...
Por eso los creyentes, miembros espirituales de Cristo, pueden todos decir, en verdad, que ellos son eso que es él mismo, es a saber, Hijo de Dios, y Dios. Ahora bien, eso que él es por naturaleza, ellos lo son como miembros asociados; eso que él es en plenitud, ellos lo son por participación. En pocas palabras, si él es Hijo de Dios por su origen, sus miembros lo son... por adopción, según la palabra del apóstol Pablo: «Habéis recibido un Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba!, Padre» (Rm 8,15). Con este Espíritu «les ha dado poder llegar a ser hijos de Dios» (Jn 1,12), a fin de que siguiendo la enseñanza «del primer nacido de entre muchos hermanos» (Rm, 8,29) aprendan a decir: «Padre nuestro que estás en los cielos» (Mt 6,9).
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REFLEXIÓN
(De la mano de María: Héctor L. Márquez (Conferencista católico))
“…Para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti”
Jesús después de la última cena nos presenta su gran oración como sacerdote supremos, en la cual hace énfasis en la importancia de la unidad de los cristianos, Jesús reitera la petición que ya había hecho al Padre “…para que sean uno como nosotros”, pero esta vez de manera más explícita: “Para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”.
Cristo enfatiza que el modelo y fundamento de la unidad entre los cristianos está precisamente en la unidad entre el Padre y el Hijo; en que abandonemos nuestros egoísmos, nuestra “autosuficiencia”, para dar paso a una vida vivida en comunión y dependencia, como Él y el Padre. Esa comunión y dependencia logra su máxima expresión en el misterio de la Santísima Trinidad, en la cual Padre, Hijo y Espíritu Santo forman una comunión en perfecta armonía.
¡Cuántas divisiones vemos a diario en nuestras familias, nuestras comunidades, nuestras parroquias, nuestros movimientos apostólicos! ¿Y qué de la multiplicidad de denominaciones “cristianas” que reclaman su propia “verdad”?
Esa división, entre fariseos y saduceos, la encontramos en el relato de los hechos de los Apóstoles, al punto que se produjo un altercado entre ambas facciones, llegando a la gritería, que terminó dividiendo la asamblea. Aunque gracias a esa división Pablo evitó ser condenado en ese momento, vemos que eso no es lo que Jesús quiere para nosotros, sus seguidores.
Vivimos hambrientos de unidad. Jesús nos está diciendo que la unidad que Él pide para nosotros solo vamos a encontrarla en la unidad de Cristo con el Padre. ¿Cómo podemos encontrarla?
Pidamos al Espíritu Santo que avive en nosotros el don de Ciencia que recibimos en nuestro Bautismo, para que podamos reconocer el rostro de Jesús en “todo el que se cruce en nuestro camino”, sin importar su raza, origen, nacionalidad, credo, ideología, estatus social, etc. Eso nos permitirá amarle como el Padre ama a Cristo, y como Cristo nos ama a nosotros. Solo así podremos hacer realidad la petición de Jesús al Padre: “…que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”.
Refiriéndose a la unidad de los cristianos, el papa Francisco ha dicho que “nos necesitamos unos a otros, necesitamos encontrarnos y confrontarnos bajo la guía del Espíritu Santo, que armoniza la diversidad y supera los conflictos”, añadiendo que “la unidad se hace caminando” y que “muchas controversias entre los cristianos, heredadas del pasado, pueden superarse dejando de lado cualquier actitud polémica o apologética, y tratando de comprender juntos en profundidad lo que nos une, es decir, la llamada a participar en el misterio del amor del Padre, revelado por el Hijo a través del Espíritu Santo”.
¡Amén, amén, amén!
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ORACIÓN
Señor Dios nuestro:
El Salmista se regocija
cuando hermanos y hermanas
pueden vivir juntos en un mismo amor.
Te pedimos que esto se haga realidad entre nosotros,
que creemos en nuestro único Señor Jesucristo.
Que el testimonio más profundo de nuestra fe sea
el hecho de vivir los unos para los otros
en la misma unidad
que unió a tu Hijo Jesús contigo,
que eres nuestro Dios de vida y amor,
ahora y por los siglos de los siglos.
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miércoles, 11 de mayo de 2016
Lecturas del 11/05/2016: Miércoles de la séptima semana de Pascua
PRIMERA LECTURA
(Libro de los Hechos de los Apóstoles 20,28-38.)
Pablo decía a los principales de la Iglesia de Éfeso: "Velen por ustedes, y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha constituido guardianes para apacentar a la Iglesia de Dios, que él adquirió al precio de su propia sangre. Yo sé que después de mi partida se introducirán entre ustedes lobos rapaces que no perdonarán al rebaño. Y aun de entre ustedes mismos, surgirán hombres que tratarán de arrastrar a los discípulos con doctrinas perniciosas. Velen, entonces, y recuerden que durante tres años, de noche y de día, no he cesado de aconsejar con lágrimas a cada uno de ustedes. Ahora los encomiendo al Señor y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para construir el edificio y darles la parte de la herencia que les corresponde, con todos los que han sido santificados. En cuanto a mí, no he deseado ni plata ni oro ni los bienes de nadie. Ustedes saben que con mis propias manos he atendido a mis necesidades y a las de mis compañeros. De todas las maneras posibles, les he mostrado que así, trabajando duramente, se debe ayudar a los débiles, y que es preciso recordar las palabras del Señor Jesús: 'La felicidad está más en dar que en recibir'". Después de decirles esto, se arrodilló y oró junto a ellos. Todos se pusieron a llorar, abrazaron a Pablo y lo besaron afectuosamente,
apenados sobre todo porque les había dicho que ya no volverían a verlo. Después lo acompañaron hasta el barco.
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SALMO
(Salmo 68(67),29-30.33-35a.35b-36c.)
Tu Dios ha desplegado tu poder:
¡sé fuerte, Dios, tú que has actuado por nosotros!
A causa de tu Templo, que está en Jerusalén,
los reyes te presentarán tributo.
¡Canten al Señor, reinos de la tierra,
entonen un himno al Señor,
al que cabalga por el cielo,
por el cielo antiquísimo!
El hace oír su voz poderosa,
¡reconozcan el poder del Señor!
Su majestad brilla sobre Israel
¡Bendito sea Dios!
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EVANGELIO
(Juan 17,11b-19)
Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo: "Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto. Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad."
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COMENTARIO
(San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia)
Habiendo dicho a su Padre: «Desde ahora ya no voy a estar en el mundo...; mientras yo voy a ti» (Jn 17,11), nuestro Señor recomienda a su Padre aquellos que van a estar privados de su presencia física: «Padre santo: guárdalos en tu nombre a los que me has dado». En cuanto hombre Jesús pide a Dios por los discípulos que de Dios mismo ha recibido. Pero, atención a lo que sigue: «Para que sean uno como nosotros». No dice: Para que sean uno con nosotros, o: Para que no seamos, ellos y nosotros, más que una sola cosa, como nosotros somos uno, sino: «Para que sean uno como nosotros». Que sean uno en su naturaleza, tal como nosotros somos uno en la nuestra. Estas palabras, para ser verdaderas, exigen que Jesús haya hablado primero de forma que se comprenda que él tiene la misma naturaleza divina que su Padre, tal como lo dice en otro lugar: «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,30). Según su naturaleza humana, él había dicho: «El Padre es más que yo» (Jn 14,28), pero como que en él Dios y el hombre no son más que una sola y la misma persona, comprendemos que es hombre porque ora, y comprendemos que es Dios porque es uno con aquel a quien ora...
"Y ahora voy a ti y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida". Aún no había dejado el mundo, estaba todavía en él, pero puesto que muy pronto iba a dejarlo, es, por así decir, como si ya no estuviera en él. Pero ¿cuál es esta alegría que quiere que sus discípulos tengan cumplida? Lo ha explicado ya más arriba, cuando dice: "Para que sean uno como nosotros". Esta alegría que es la suya y que les ha dado, les predice su cumplimiento perfecto, y es por ello que habla de ella "en el mundo". Esta alegría, es la paz y la felicidad del mundo venidero; para obtenerlas es preciso vivir en este mundo de acá en la moderación, la justicia y la piedad.
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REFLEXIÓN
“No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal”
Jesús nos ha enviado para ser luz de las naciones, para que por nuestras nuestro “Actuar” la gente crea, para ser fermento de la sociedad. Si hablamos “de las naciones” es algo demasiado grande para la mayoría, hay los que están reservados para esto de acuerdo a su ministerio, pero para nosotros, la gran mayoría es ser luz en nuestro entorno, en nuestro vivir día a día, del trabajo, dentro de la familia, del grupo de amistades, en la comunidad que nos rodea, hasta en lo más mínimo que hagamos y tengamos relación con otros.
Jesús sabe lo difícil que puede llegar a ser esto y por eso ha pedido al Padre, no que nos saque del mundo, este mundo hay que vivirlo con todo lo que nos rodea, en nuestra condición humana. Para esto necesitamos prepararnos con las herramientas que tengamos a nuestro alcance, sobre todo con la oración constante, esa oración de comunicación con Jesús.
“Qué nos libre del mal”, esta es la parte final de la oración que el mismo nos enseñó. Esta tarea no se la podemos dejar solo a Dios, ya que nunca le prestamos atención y nos dejamos llevar por ese facilismo de la vida, por las cosas de ella, que en realidad tenemos que vivirlas pero sin abusar y dejarnos llevar, ya que nos haríamos esclavo de ellas.
No tengamos temor de vivir como auténticos cristianos en medio del mundo, esta es nuestra misión; si nos persiguen, Dios estará para fortalecernos, defendernos y rescatarnos. Su Espíritu nos acompaña hasta el final de los tiempos.
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ORACIÓN
Señor, quiero llenarme de la fuerza de tu Palabra, quiero experimentar en mí la fuerza sanadora y restauradora que tiene para cada momento y situación de mi vida, quiero estar siempre impregnado de ella; por eso, te pido la gracia y la inteligencia para poder poner en mi entorno los principios de tu mensaje de amor, de justicia y de paz.
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lunes, 9 de mayo de 2016
Lecturas del 09/05/2016: Lunes de la séptima semana de Pascua
PRIMERA LECTURA
(Libro de los Hechos de los Apóstoles 19,1-8.)
Mientras Apolo permanecía en Corinto, Pablo, atravesando la región interior, llegó a Efeso. Allí encontró a algunos discípulos y les preguntó: "Cuando ustedes abrazaron la fe, ¿recibieron el Espíritu Santo?". Ellos le dijeron: "Ni siquiera hemos oído decir que hay un Espíritu Santo". "Entonces, ¿qué bautismo recibieron?", les preguntó Pablo. "El de Juan", respondieron. Pablo les dijo: "Juan bautizaba con un bautismo de penitencia, diciendo al pueblo que creyera en el que vendría después de él, es decir, en Jesús". Al oír estas palabras, ellos se hicieron bautizar en el nombre del Señor Jesús. Pablo les impuso las manos, y descendió sobre ellos el Espíritu Santo. Entonces comenzaron a hablar en distintas lenguas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres. Pablo fue luego a la sinagoga y durante tres meses predicó abiertamente, hablando sobre el Reino de Dios y tratando de persuadir a sus oyentes.
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SALMO
(Salmo 68(67),2-3.4-5ac.6-7ab.)
¡Se alza Dios!
Sus enemigos se dispersan
y sus adversarios huyen delante de él.
Tú los disipas como se disipa el humo;
como se derrite la cera ante el fuego,
así desaparecen los impíos ante Dios.
Pero los justos se regocijan,
gritan de gozo delante de Dios
y se llenan de alegría.
¡Canten a Dios,
¡Abranle paso al que cabalga sobre las nubes!
El Señor en su santa Morada
es padre de los huérfanos y defensor de las viudas:
él instala en un hogar a los solitarios
y hace salir con felicidad a los cautivos.
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EVANGELIO
(Juan 16,29-33)
Los discípulos le dijeron a Jesús: "Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios".
Jesús les respondió: "¿Ahora creen? Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo".
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COMENTARIO
(Beato Enrique Suso (c. 1295-1366), dominico)
«Señor, desde los días de mi juventud, he buscado un no sé qué, con una sed impaciente. ¿Qué era esto, Señor?» Y todavía no lo he captado del todo. He aquí que hace muchos años que lo deseo ardientemente y todavía no lo he podido captar... Y, sin embargo, es sólo esto lo que atrae a mi corazón y mi alma, y sin lo cual no puedo permanecer en una paz verdadera.
Señor, quería buscar mi felicidad en las criaturas de este mundo, tal como veía que lo hacían tantas personas a mí alrededor. Pero cuánto más buscaba, menos hallaba; cuánto más me acercaba a ellas, más me alejaba. Porque las cosas me decían: «Yo no soy eso que buscas». ¿Es, pues, a ti, Señor a quien durante tanto tiempo he buscado? ¿Es, pues, hacia ti que la atracción de mi corazón siempre y sin cesar luchaba? Entonces ¿por qué no te me has mostrado antes? ¿Cómo es posible que durante tanto tiempo hayas diferido este encuentro? ¿En cuántos caminos extenuantes no me he yo atascado? Porque es realmente feliz el hombre a quien tu previenes con tanto amor; no le dejas en reposo hasta que en ti sólo busca su descanso.
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REFLEXIÓN
“En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo”
Mantenemos la sensación de que el mundo de la fe en Cristo se debilita. Escuchamos muchas noticias que van en contra de la fortaleza de una vida fundamentada íntegramente en el Evangelio. Los valores del consumismo, del capitalismo, de la sensualidad y del materialismo siempre estarán en boga y en contra de todo lo que suponemos ponerse en sintonía con las exigencias evangélicas. Este conjunto de valores y de maneras de entender la vida no dan ni la plenitud personal ni la paz, sino que sólo traen más malestar e inquietud interior. ¿No será por esto que, hoy, nos vemos que vamos por la vida enfurecidos, cerrados y preocupados por un futuro que no vemos nada claro, porque lo hemos hipotecado al precio de un vehículo, de una vivienda o de unas vacaciones, etc.?
Las palabras de Jesús nos invitan a la confianza: «¡Ánimo!: yo he vencido al mundo», es decir, por su Pasión, Muerte y Resurrección ha alcanzado la vida eterna, aquella que no tiene obstáculos, aquella que no tiene límite porque ha vencido todos los límites y ha superado todas las dificultades.
Los de Cristo debemos vencer las dificultades tal y como Él las ha vencido, a pesar de que en nuestra vida también hayamos de pasar por sucesivas muertes y resurrecciones, nunca deseadas pero sí asumidas por el mismo Misterio Pascual de Cristo. ¿Acaso no son “muertes” la pérdida de un amigo, la separación de la persona amada, el fracaso de un proyecto o las limitaciones que experimentamos a causa de nuestra fragilidad humana?
Jesús, que se encarnó para conocer de cerca nuestras emociones y nuestras debilidades, sabe que esa fe será probada continuamente y, más aún, sabe que fallará en la primera prueba de fuego. Esa fe debe ser fortalecida y nos da la fórmula para sobreponernos a ella: “Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo”. Para comprender esto debemos recibir la fuerza del Espíritu de Pentecostés. Entonces sabremos que no estamos solos, y que si Jesús “venció al mundo”, nosotros también podremos también vencer al mundo.
Se trata del mismo Espíritu que recibimos en nuestro Bautismo. Tan solo tenemos que invocarlo y Él vendrá sobre nosotros. Tal vez no hablemos en lenguas, pero la fuerza del Espíritu nos permitirá enfrentar con valentía las adversidades, la enfermedad y el sufrimiento cuando estas se crucen en nuestro camino, para con nuestra conducta dar testimonio de que Jesucristo es el Señor.
Para ayudarnos a vencer al mundo el mismo Jesús nos deja a María, Ella se encargará de llevarnos a Él. Cristo no podía dejarnos al final de su vida un regalo más precioso que el de su madre
¿Para qué nos dejó a María? Ciertamente para que la veneremos, pero sobre todo porque María ha sido elegida para traer a la existencia humana al Hijo de Dios y llevar a los hombres a Jesús. A Jesús por María. La Virgen María es un camino seguro que conduce certera y rápidamente al Señor. ¿Quién mejor que nuestra madre María puede guiarnos a la presencia de su Hijo divino? Existe un vínculo indisoluble entre madre e Hijo. Estar con la madre es estar con el Hijo.
Todo cristiano es un discípulo de Cristo. En la escuela de Jesús, María es discípula aventajada y al mismo tiempo maestra por concesión del único Maestro. María es la cantera de las virtudes de Cristo. Acerquémonos a ella para construir nuestra santidad con las piedras vivas de sus virtudes.
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ORACIÓN
Señor Dios nuestro:
Tú nos prometes lo que ni ojo ha visto
ni oído ha escuchado.
Danos la fuerza del Espíritu
para soportar el sufrimiento con esperanza
y como un modo de crecer en la vida de Cristo.
Que ésta vida en Cristo dé a todos
valor para esperar en tu promesa
de un nuevo cielo y una nueva tierra,
y para vivir en tu amistad.
Te lo pedimos por medio de Cristo nuestro Señor.
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domingo, 8 de mayo de 2016
Lecturas del 08/05/2016: Solemnidad de la Ascensión del Señor
PRIMERA LECTURA
(Libro de los Hechos de los Apóstoles 1,1-11.)
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SALMO
(Salmo 47(46),2-3.6-9.)
Aplaudan, todos los pueblos,
aclamen al Señor con gritos de alegría;
porque el Señor, el Altísimo, es temible,
es el soberano de toda la tierra.
El Señor asciende entre aclamaciones,
asciende al sonido de trompetas.
Canten, canten a nuestro Dios, canten,
canten a nuestro Rey.
El Señor es el Rey de toda la tierra,
cántenle un hermoso himno.
El Señor reina sobre las naciones
el Señor se sienta en su trono sagrado.
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SEGUNDA LECTURA
(Carta a los Hebreos 9,24-28.10,19-23.)
Cristo, en efecto, no entró en un Santuario erigido por manos humanas -simple figura del auténtico Santuario- sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro.
Y no entró para ofrecerse así mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya. Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio. Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan. Por lo tanto, hermanos, tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, siguiendo el camino nuevo y viviente que él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne. También tenemos un Sumo Sacerdote insigne al frente de la casa de Dios. Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y llenos de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura. Mantengamos firmemente la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel.
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EVANGELIO
(Lucas 24,46-53)
y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto."
Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto". Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.
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COMENTARIO
(San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia)
"En la casa de mi Padre hay lugar para todos; de no ser así, ya os lo habría dicho; ahora voy a prepararos ese lugar." (Jn 14,2)... El Señor sabía que muchas de sus moradas ya estaban preparadas y esperaban la llegada de los amigos de Dios. Por esto, da otro motivo a su partida: preparar el camino para nuestra ascensión hacia estos lugares del cielo, abriendo el camino, que antes era intransitable para nosotros. Porque el cielo estaba cerrado a los hombres y nunca ningún ser creado no había penetrado en este dominio santísimo de los ángeles.
Es Cristo quien inaugura para nosotros este sendero hacia las alturas. Ofreciéndose él mismo a Dios Padre como primicia de los que duermen el sueño de la muerte, permite a la carne mortal subir al cielo. El fue el primer hombre que penetra en las moradas celestiales. Los ángeles no conocían este misterio grandioso de la entronización celeste de una criatura. Veían con estupor y admiración esta ascensión de Cristo. Casi turbados por este espectáculo desconocido, exclamaron: "¿Quién es ese que viene de Edom?" (Is 63,1), es decir, de la tierra. Pero el Espíritu no permitió que se quedaran en la ignorancia... Mandó que se abrieran las puertas ante el Rey y Señor del universo: "Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, compuertas eternas, para que haga su entrada el rey de la gloria!" (Sal 23,7)
Así, pues, Nuestro Señor Jesucristo inaugura para nosotros "este camino nuevo y vivo", como dice San Pablo: "...ha inaugurado para nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo de su carne" (Heb 10,20) y "Cristo no entró en un santuario construido por hombres -que no pasa de ser simple imagen del verdadero-, sino en el cielo mismo, a fin de presentarse ahora ante Dios para interceder por nosotros." (Heb 9,24)
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REFLEXIÓN
¿Por qué siguen mirando al cielo?
La Ascensión es la culminación de la misión redentora de Jesús. Deja el mundo y regresa al mismo lugar de donde “descendió” al momento de su encarnación: a la derecha del Padre. Pero no regresa solo. Lleva consigo aquella multitud imposible de contar de todos los justos que le antecedieron en el mundo y fueron redimidos por su muerte de cruz. Las puertas del paraíso que se habían cerrado con el pecado de Adán, estaban abiertas nuevamente.
Hoy nos toca a Nosotros entrar por esa puerta que Jesús nos enseñó. El preparar el camino para nuestra ascensión hacia estos lugares del Cielo, abriendo el camino, que antes era intransitable para nosotros. Porque el Cielo estaba cerrado a los hombres y nunca ningún ser creado había penetrado en este dominio santísimo de los ángeles. Es Cristo quien inaugura para nosotros este sendero hacia las alturas. Ofreciéndose él mismo a Dios Padre como primicia de los que duermen el sueño de la muerte, permite a la carne mortal subir al cielo. Él fue el primer hombre que penetra en las moradas celestiales… Así, pues, Nuestro Señor Jesucristo inaugura para nosotros este camino nuevo y vivo: “Ha inaugurado para nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo de su carne”.
No es cuestión de quedarse “plantados mirando al cielo”, es también tiempo de estar atentos a los clamores que ascienden hasta el cielo desde la tierra, en los gritos y angustias de muchas personas que extienden sus manos a lo alto, implorando salvación. La conclusión es clara: la razón de ser de la Iglesia y de nuestras comunidades en el mundo, no es otra que proclamar el Reino de Dios a todos los hombres y pueblos. Parece sencillo, pero no consiste sólo en buenas palabras, sino confirmar la Palabra con los signos que la acompañan, hacer presente con palabras y hechos la realidad del Reino.
En la Ascensión descubrimos la culminación de la vida humana, la total transformación de nuestra condición de hombres, para abrirnos a la luz de la trascendencia. Sintetiza de alguna manera todo el evangelio, Jesús vuelve a Dios, mientras los creyentes nos disponemos a seguir su mismo camino, su Espíritu nos guía y anima en esta lucha a toda la comunidad cristiana a continuar la obra iniciada. Dice la lectura de los Hechos: “Juan bautizó con agua, dentro de pocos días seréis bautizados con Espíritu Santo”, aprendamos de Juan a decrecer para que Él crezca y de tantas personas que olvidándose de sí, se entregan a los demás y a este hermoso proyecto que es el reinado de Dios y la gloria del ser humano.
Para subir, antes hemos tenido que bajar: “que él nos de la sabiduría y la revelación para conocerlo, ilumine los ojos de nuestros corazones, para comprender la esperanza a la que nos llama, la riqueza de su gloria y su extraordinaria grandeza”, nos dice la segunda lectura a los Efesios. Pues que así sea.
La feliz partida de María de esta vida y la asunción de su cuerpo al cielo. La contemplamos a Ella para que nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría, nos enseña que el camino para alcanzarlo debemos acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios”.
Dogma de fe proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:
"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".
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ORACIÓN
Aquí vino
y se fue.
Vino..., nos marcó nuestra tarea
y se fue.
Tal vez detrás de aquella nube
hay alguien que trabaja
lo mismo que nosotros,
y tal vez las estrellas
no son más que ventanas encendidas
de una fábrica
donde Dios tiene que repartir
una labor también.
Aquí vino
y se fue.
Vino..., llenó nuestra caja de caudales
con millones de siglos y de siglos,
nos dejó unas herramientas...
y se fue.
El, que lo sabe todo,
sabe que estando solos,
sin dioses que nos miren,
trabajamos mejor.
Detrás de ti no hay nadie. Nadie.
Ni un maestro, ni un amo, ni un patrón.
Pero tuyo es el tiempo.
El tiempo y esa gubia
con que Dios comenzó la creación.
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Dogma de fe proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:
"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".
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ORACIÓN
Aquí vino
y se fue.
Vino..., nos marcó nuestra tarea
y se fue.
Tal vez detrás de aquella nube
hay alguien que trabaja
lo mismo que nosotros,
y tal vez las estrellas
no son más que ventanas encendidas
de una fábrica
donde Dios tiene que repartir
una labor también.
Aquí vino
y se fue.
Vino..., llenó nuestra caja de caudales
con millones de siglos y de siglos,
nos dejó unas herramientas...
y se fue.
El, que lo sabe todo,
sabe que estando solos,
sin dioses que nos miren,
trabajamos mejor.
Detrás de ti no hay nadie. Nadie.
Ni un maestro, ni un amo, ni un patrón.
Pero tuyo es el tiempo.
El tiempo y esa gubia
con que Dios comenzó la creación.
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