Cuando Abrahám tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le
dijo: «Yo soy el Dios Saday. Camina en mi presencia con lealtad.» Dios añadió a
Abrahám: «Tú guarda mi pacto, que hago contigo y tus descendientes por
generaciones. Éste es el pacto que hago con vosotros y con tus descendientes y
que habéis de guardar: circuncidad a todos vuestros varones.»
Dios dijo a Abrahám: «Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré, y te dará un hijo, y lo bendeciré; de ella nacerán pueblos y reyes de naciones.»
Abrahán cayó rostro en tierra y se dijo sonriendo: «¿Un centenario va a tener un hijo, y Sara va a dar a luz a los noventa?»
Y Abrahám dijo a Dios: «Me contento con que te guardes vivo a Ismael.» Dios replicó: «No; es Sara quien te va a dar un hijo, a quien llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto y con sus descendientes, un pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré multiplicarse sin medida, engendrará doce príncipes y haré de él un pueblo numeroso. Pero mi pacto lo establezco con Isaac, el hijo que te dará Sara el año que viene por estas fechas.» Cuando Dios terminó de hablar con Abrahám, se retiró. (Gén 17, 1. 9‑10. 15‑22.)
Dios dijo a Abrahám: «Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré, y te dará un hijo, y lo bendeciré; de ella nacerán pueblos y reyes de naciones.»
Abrahán cayó rostro en tierra y se dijo sonriendo: «¿Un centenario va a tener un hijo, y Sara va a dar a luz a los noventa?»
Y Abrahám dijo a Dios: «Me contento con que te guardes vivo a Ismael.» Dios replicó: «No; es Sara quien te va a dar un hijo, a quien llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto y con sus descendientes, un pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré multiplicarse sin medida, engendrará doce príncipes y haré de él un pueblo numeroso. Pero mi pacto lo establezco con Isaac, el hijo que te dará Sara el año que viene por estas fechas.» Cuando Dios terminó de hablar con Abrahám, se retiró. (Gén 17, 1. 9‑10. 15‑22.)
En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.» Y en seguida quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.» (Mt 8, 1-4)
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.» Y en seguida quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.» (Mt 8, 1-4)
--------------------------
Dos hechos de FE…. Abrahán y el Leproso…
Dios no se cansa de buscarnos, es fiel al hombre que Él mismo ha creado
y redimido, siempre permanece cercano a nuestra vida, porque nos ama. Esta es
una certeza que nos debe acompañar cada momento, cada día, por ello, no debemos
olvidar que el camino que conduce al conocimiento y al encuentro con Dios es el
camino de la fe. Cuanto más firme sea nuestra fe más unidos estaremos a Dios,
más abiertos estaremos a su gracia, y, a la fortaleza de la caridad.
Evitemos, pues, confundir la fe con un mero sistema de creencias y de
valores. Porque creer significa aceptar la verdad de Dios, que se ha revelado
en la historia de cada hombre, deseoso de comunicarse con nosotros de tú a tú
en una relación de amor con Él.
El fundamento de nuestra vida está en nuestro encuentro con Dios, por
medio de Cristo Jesús.