jueves, 7 de julio de 2016
Lecturas del 07/07/2016: Jueves de la decimocuarta semana del tiempo ordinario
PRIMERA LECTURA
(Libro de Oseas 11,1-4.8c-9.)
Así habla el Señor: Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Pero cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí; ofrecían sacrificios a los Baales y quemaban incienso a los ídolos. ¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer. Mi corazón se subleva contra mí y se enciende toda mi ternura: no daré libre curso al ardor de mi ira, no destruiré otra vez a Efraím. Porque yo soy Dios, no un hombre: soy el Santo en medio de ti, y no vendré con furor.
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SALMO
(Salmo 80(79),2ac.3b.15-16.)
Escucha, Pastor de Israel,
Tú que tienes el trono sobre los querubines,
reafirma tu poder y ven a salvarnos.
Vuélvete, Señor de los ejércitos,
observa desde el cielo y mira:
ven a visitar tu vid,
la cepa que plantó tu mano,
el retoño que Tú hiciste vigoroso.
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EVANGELIO
(Mateo 10,7-15)
Jesús dijo a sus apóstoles: Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente." No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes. Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.
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COMENTARIO
(San Juan Pablo II (1920-2005), papa)
Después del 11 de setiembre de 2001, el mundo entero ha tomado conciencia con una intensidad hasta ahora desconocida, de la vulnerabilidad de cada ser humano y ha comenzado a contemplar el futuro con un sentimiento nuevo de profundo miedo. De cara a este sentimiento, la Iglesia quiere dar testimonio de su esperanza, fundada sobre la convicción de que el mal, "mysterium iniquitatis) (2Tess. 2,7) no tiene la última palabra en las vicisitudes humanas. La historia de la salvación, narrada en la Sagrada Escritura, proyecta una luz intensa sobre la historia del mundo, mostrando que ésta está siempre acompañada por la solicitud misericordiosa y providente de Dios que conoce los caminos para llegar a los corazones más endurecidos y sacar frutos buenos de terrenos áridos e infecundos.
Esta es la esperanza que sostiene la Iglesia...Con la gracia de Dios, el mundo, donde el poder del mal aparece una vez más como vencedor, será transformado en un mundo donde las aspiraciones más nobles del corazón humano serán cumplidas, un mundo donde prevalecerá la paz verdadera.
Los acontecimientos recientes, con sus sangrientos episodios que mencionado más arriba, me empujan a la reflexión que a menudo brota del fondo de mi corazón, recuerdos de acontecimientos históricos que han marcado mi vida, especialmente en el curso de mis años de juventud. Los sufrimientos indecibles de pueblos y personas, entre ellos muchos de mis amigos y personas conocidas, a causa de los totalitarismos nazi y comunista, siempre han suscitado en mí interrogantes y han estimulado mi oración. Muchas veces, me he detenido en la siguiente reflexión: ¿Cuál es el camino que conduce al restablecimiento completo del orden moral y social que están empañados de manera tan bárbara? He llegado a la convicción, a través de la reflexión referida a la Revelación bíblica, que no se puede restablecer el orden quebrantado si no es llegando a una armonía entre justicia y perdón. Los pilares de la verdadera paz son la justicia y esta forma particular de amor que es el perdón.
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REFLEXIÓN
Seguir, anunciar, comunicar y Testimoniar; El Reino de Dios se anuncia más con la vida que con la palabra
No siempre es necesario hablar ni predicar ni estudiar teología. Lo que es necesario es vivir dando testimonio del reino. De forma que los que nos rodean, los que ven nuestra vida en familia, en el trabajo, en la comunidad cristiana, con los amigos e, incluso, al interactuar en cualquier red social, se den cuenta al leernos de lo que es el reino: un estilo de vida como el de Jesús, donde todos son acogidos con el amor con que Dios nos ama, donde nadie es excluido, donde a todos se les escucha, donde todos tienen voz, donde todos reciben lo que necesitan y todos también comparten lo que tienen. Es un reino de justicia y fraternidad. Eso y mucho más es el reino. Eso es lo que tenemos que anunciar siempre porque es el mandato primero que nos hizo Jesús.
No se trata de imponer u obligar sino de anunciar, comunicar y testimoniar. Y no siempre es necesario hablar. Dicen que una vez San Francisco de Asís envió a dos de sus frailes a evangelizar en tierra de musulmanes. Cuando dejaban el convento para empezar su viaje, les dijo: “Id y evangelizad siempre pero hablar sólo cuando sea necesario”. Es que el Reino de Dios se anuncia más con la vida que con la palabra.
(Os 11,1-4.8c-9) nos presenta los atributos maternos de Dios, que además de ser Padre es “Madre”, y nos ama con ese amor que solo una madre es capaz de prodigar al hijo de sus entrañas. Y nos dejó en la Cruz a Nuestra Madre que no guía.
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ORACIÓN
Oh Dios, Padre generoso: Que cada eucaristía, sea una verdadera acción de gracias por tu amor misericordioso sobre nosotros. Movidos por gratitud, queremos realizar el trabajo que tu Hijo asignó a sus discípulos: luchar contra las fuerzas del mal dentro de nosotros y en nuestro entorno para sanar y curar, y así proclamar con nuestra conducta y nuestra vida que tú eres un Dios que ama y que tu Hijo Jesucristo es nuestro Señor y Salvador.
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