jueves, 14 de julio de 2016

Lectura del 14/07/2016: Jueves de la decimoquinta semana del tiempo ordinario



PRIMERA LECTURA
(Libro de Isaías 26,7-9.12.16-19.)

 

La senda del justo es recta, tú allanas el sendero del justo. Sí, en la senda trazada por tus juicios, esperamos en ti, Señor: tu Nombre y tu recuerdo son el deseo de nuestra alma.
Mi alma te desea por la noche, y mi espíritu te busca de madrugada, porque cuando tus juicios se ejercen sobre la tierra, los habitantes del mundo aprenden la justicia. Señor, tú nos aseguras la paz, porque eres tú el que realiza por nosotros todo lo que nosotros hacemos. En medio de la angustia, Señor. Acudimos a ti, clamamos en la opresión, cuando nos golpeaba tu castigo. Como la mujer embarazada, que está por dar a luz, se retuerce y da gritos de dolor, así éramos nosotros delante de ti, Señor. Hemos concebido, nos hemos retorcido, y no dimos a luz más que viento. ¡No hemos traído la salvación a la tierra, no le nacieron habitantes al mundo! Pero tus muertos revivirán, se levantarán sus cadáveres. ¡Despierten y griten de alegría los que yacen en el polvo! Porque tu rocío es un rocío de luz, y la tierra dará vida a las Sombras.

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SALMO
(Salmo 102(101),13-14ab.15.16-18.19-21.)

Tú, Señor, reinas para siempre,
y tu Nombre permanece eternamente.
Tú te levantarás, te compadecerás de Sión,
porque ya es hora de tenerle piedad,
tus servidores sienten amor por esas piedras
y se compadecen de esas ruinas.

Las naciones temerán tu Nombre, Señor,
y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:
cuando el Señor reedifique a Sión
y aparezca glorioso en medio de ella;
cuando acepte la oración del desvalido
y no desprecie su plegaria.

Quede esto escrito para el tiempo futuro
y un pueblo renovado alabe al Señor:
porque él se inclinó desde su alto Santuario
y miró a la tierra desde el cielo,
para escuchar el lamento de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.

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EVANGELIO
(Mateo 11,28-30)

 
Jesús tomó la palabra y dijo: "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana."

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COMENTARIO
(Doroteo de Gaza (c. 500 -?), monje en Palestina)

¡El que quiera encontrar el verdadero descanso para su alma que aprenda la humildad! Que pueda encontrar cómo en ella se encuentra todo gozo, toda gloria y todo el descanso, así como en el orgullo se encuentra todo lo contrario. En efecto ¿cómo hemos llegado a tantas tribulaciones? ¿Por qué hemos caído en tanta miseria? ¿Acaso no es a causa de nuestro orgullo? ¿A causa de nuestra locura? ¿No es por haber seguido nuestros malos propósitos y habernos atado a la amargura de nuestra voluntad? ¿Pero, por qué todo esto? ¿Es que el hombre no ha sido creado para la plenitud del bienestar, del gozo, del descanso y de la gloria? ¿No estaba en el paraíso? Se le prescribió: No hagas esto, y lo hizo. ¿Veis el orgullo, la arrogancia y la insumisión? «El hombre está loco, dice Dios al ver esta insolencia: no sabe ser feliz. Si no sabe atravesar días malos se perderá totalmente. Si no aprende qué es la aflicción, no sabrá lo que es el descanso». Entonces Dios le dio lo que merecía echándolo fuera del paraíso...

Sin embargo, la bondad de Dios, como os lo repito a menudo, no dejó abandonada a su criatura, sino que se volvió de nuevo hacia ella y la volvió a llamar: «Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré». Es decir: Os encontráis cansados, os encontráis unos desgraciados, habéis experimentado el mal de vuestra desobediencia. Vamos, convertíos por fin; vamos, reconoced vuestra impotencia y vuestra vergüenza, para poder regresar a vuestro descanso y vuestra gloria. Vamos, vivid por la humildad, vosotros que estabais muertos por orgullo. «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestras almas.»

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REFLEXIÓN

“Cargad con mi yugo y aprended de mi”
 
Jesús está atento a las personas y sus necesidades. Jesús dijo: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Jesús siempre dispuesto a brindar ayuda; siempre disponible para servir y darse. Jesús dispuesto a ejercer el ministerio de la consolación, a ofrecer misericordia, a hacer de buen samaritano. En muchas ocasiones habla Mateo de que la gente acudía en masa a Jesús, que le buscaban e incluso que eran tantos que no le dejaban descansar. Cuantas personas cansadas o agobiadas por los problemas de la vida: personas sin esperanza y sin ánimo para seguir viviendo, personas necesitadas de amor y consuelo, de orientación, de ser escuchadas, a quienes tender una mano…

Dios nos consuela para que nosotros repartamos ese consuelo con los demás. Las gracias o dones que recibimos de Dios son para compartirlos con los demás; el amor siempre busca darse y comunicarse; reservarse los dones de Dios para uno mismo, es egoísmo y éste procede del diablo (San Pablo). Hoy Jesús sigue ejerciendo el ministerio de su Redención, su Consolación y la Misericordia a través de tus manos y la mías, tus pies y los míos, tu boca y la mía, tu corazón y el mío…; somos “los sacerdotes” de Jesús que, a través de nosotros, se acerca a los cansados y agobiados de hoy, que no están lejos de nosotros, al contrario bien cerca: en tu casa, en tu trabajo, en el autobús, en el metro, en la calle, en la plaza… El discípulo de Jesús le imita y no escatima tiempo y ocasión para llevar a los demás las bendiciones y los dones que continuamente recibe de Dios.

“Cargad con mi yugo y aprended de mi”: el amor al hermano es el yugo de Jesús. De ahí la invitación a vivirlo todos los días con todos y especialmente con los más pobres y necesitados. Amar no es fácil, y amar siempre menos todavía. Pero Jesús dice que es un yugo llevadero, porque el amor tiene también su recompensa y satisfacción; amar como nos ama Jesús, es lo único que nos llena de alegría, paz y tranquilidad; sólo el amor hace que cuanto más des, más tengas.

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ORACIÓN

Oh Dios Padre nuestro:
Tú nos muestras en tu Hijo Jesús y en los santos
lo lejos a que puede llegar el amor.
Por la fuerza de la eucaristía,
y motivados por el ejemplo de San Camilo,
ayúdanos a no poner límites ni condiciones
a nuestro afecto y generosidad
y ayúdanos también a arriesgarnos, con Jesús,
a entregarnos generosamente
en las manos de nuestros hermanos.
Que los abusos de confianza no nos desalienten,
que la indiferencia de los otros
no nos provoque rechazo en nosotros,
ya que tú nos has amado hasta el fin
en Cristo Jesús, nuestro Señor.
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