miércoles, 22 de junio de 2016
Lectura del 22/06/2016: Miércoles de la duodécima semana del tiempo ordinario
PRIMERA LECTURA
(Segundo Libro de los Reyes 22,8-13.23,1-3.)
El sumo sacerdote Jilquías dijo al secretario Safán: "He encontrado el libro de la Ley en la Casa del Señor". Jilquías entregó el libro a Safán, y este lo leyó. Luego el secretario Safán se presentó ante el rey, y le informó, diciendo: "Tus servidores han volcado la plata que se encontraba en la Casa y se la entregaron a los que dirigen las obras, a los encargados de supervisar la Casa del Señor". Luego el secretario Safán anunció al rey "Jilquías, el sacerdote, me ha dado un libro". Y Safán lo leyó delante del rey. Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley, rasgó sus vestiduras, y dio esta orden a Jilquías, el sacerdote, a Ajicám, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, a Safán, el secretario, y a Asaías, el servidor del rey: "Vayan a consultar al Señor por mí, por todo el pueblo y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que ha sido encontrado. Porque es grande el furor del Señor que se ha encendido contra nosotros, ya que nuestros padres no han obedecido a las palabras de este libro y no han obrado conforme a todo lo que está escrito en él". El rey mandó que se reunieran junto a él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego subió a la Casa del Señor, acompañado de todos los hombres de Judá y de todos los habitantes de Jerusalén - los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño al más grande - , y les leyó todas las palabras del libro de la Alianza, que había sido hallado en la Casa del Señor. Después, de pie sobre el estrado, el rey selló delante del Señor la alianza que obliga a seguir al Señor y a observar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos, de todo corazón y con toda el alma, cumpliendo las palabras de esta alianza escritas en aquel libro. Y todo el pueblo se comprometió en la alianza.
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SALMO
(Salmo 119(118),33.34.35.36.37.40.)
Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos,
y yo los cumpliré a la perfección.
Instrúyeme, para que observe tu ley
y la cumpla de todo corazón.
Condúceme por la senda de tus mandamientos,
porque en ella tengo puesta mi alegría.
Inclina mi corazón hacia tus prescripciones
y no hacia la codicia.
Aparta de mí el oprobio que temo,
porque tus juicios son benignos.
Yo deseo tus mandamientos:
vivifícame por tu justicia.
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EVANGELIO
(Mateo 7,15-20)
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.
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COMENTARIO
(Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad)
Si alguien siente que Dios le pide comprometerse en la reforma la sociedad, eso es una cuestión entre él y Dios. Todos debemos servir a Dios allí donde nos sintamos llamados. Personalmente me siento llamada a servir a los individuos, a amar a cada ser humano. Nunca pienso en términos de masas o de grupos, sino siempre en las personas. Si pensara en las multitudes, no empezaría nunca nada; es la persona la que cuenta para mí; creo en los encuentros cara a cara.
Nuestros actos transparentan la plenitud de nuestro corazón: según es mi comportamiento con este leproso, según es mi comportamiento con este agonizante, según me comporto con este SDF. A veces es más difícil trabajar con los vagabundos que con los moribundos de nuestros hospicios, porque estos últimos están apaciguados ante la expectativa de que pronto se encontrarán con Dios. Podemos acercarnos al enfermo, al leproso y estar convencidos que tocamos al cuerpo de Cristo. Pero cuando se trata de un borracho que chilla, es más difícil pensar que estamos delante de Jesús escondido en él. ¡Cuán puras y amorosas deben estar nuestras manos para hacer llegar a estos seres la compasión!
Ver a Jesús en la persona espiritualmente más pobre requiere un corazón puro. Cuanto más desfigurada esté la imagen de Dios en una persona, tanto más grandes deben ser la fe y la veneración en nuestra búsqueda del rostro de Jesús y nuestro ministerio de amor cerca de él... Hagámoslo con un sentimiento de profundo reconocimiento y piedad. Según el carácter repugnante del trabajo a realizar, será la medida del amor y el gozo de servir.
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REFLEXIÓN
Dios, que “ve en lo secreto” y nos recompensará según lo que hay en nuestro corazón
Jesús usaba en sus palabras la comparación de los fariseos de su tiempo, ¿Pero qué hay en nuestro tiempo hoy?, lejos de levantar un dedo acusador contra aquellos que podamos considerar “falsos profetas”, debemos ver en nuestro actuar de nuestra vida en ese día a día, una invitación a examinar nuestra propia vida interior y nuestra fe.
“Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos”. Con esta palabra, que perduran en el tiempo, Jesús sentenció y sigue sentenciando a esos falsos profetas: “El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego”.
Tenemos que profundizar un poco en nuestra humildad para reconocer a ese “fariseo” que llevamos dentro y que aflora en cada momento, tanto en la vida real como en nuestro pensamiento. Para darnos cuenta de que las palabras de Jesús se dirigen también a nosotros, que todos somos profetas y que todos tenemos la tentación de ser falsos profetas, de cuidar más las apariencias que la realidad en nuestra vida. ¿Qué es más importante?: que nos reconozcan por nuestras palabras, nuestras apariencias, nuestra imagen; o que nos reconozcan por nuestras obras, por nuestros frutos.
La invitación de Jesús es a: estar consiente que todo esto se aplica por igual, incluso al que escribe estas líneas, que debemos esforzarnos a ser más humildes y sin perder la esperanza. Porque Dios Padre nos quiere tanto que seguro que nos dará una segunda oportunidad que nos permita cambiar de vida. ¡Cuidado! Jesús es misericordioso pero también es un juez severo: “El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego”…
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ORACIÓN
Señor Dios nuestro:
Por medio de tu Hijo,
que está en medio de nosotros,
ayúdanos a descubrir de nuevo
qué significa ser amado por ti.
Que todas nuestras vidas sean
un descubrimiento y una profundización
de las riquezas y capacidades
de nuestra fe, esperanza y amor,
para que demos frutos duraderos
de bondad y de justicia,
en respuesta a tu amor,
que permanece por los siglos de los siglos.
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