jueves, 30 de junio de 2016

Lecturas del 30/06/2016: Jueves de la decimotercera semana del tiempo ordinario



PRIMERA LECTURA
(Libro de Amós 7,10-17.)

 
Amasías, el sacerdote de Betel, mandó a decir a Jeroboám, rey de Israel: "Amós conspira contra ti en medio de la casa de Israel; el país ya no puede tolerar todas sus palabras. Porque él anda diciendo: 'Jeroboám morirá por la espada e Israel irá al cautiverio lejos de su país'". Después, Amasías dijo a Amós: "Vete de aquí, vidente, refúgiate en el país de Judá, gánate allí la vida y profetiza allí. Pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque este es un santuario del rey, un templo del reino". Amós respondió a Amasías: "Yo no soy profeta, ni hijo de profetas, sino pastor y cultivador de sicómoros; pero el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: 'Ve a profetizar a mi pueblo Israel'. Y Ahora, escucha la palabra del Señor. Tú dices: 'No profetices contra Israel, no vaticines contra la casa de Isaac'. Por eso, dice el Señor: 'Tu mujer se prostituirá en plena ciudad, tus hijos y tus hijas caerán bajo la espada; tu suelo será repartido con la cuerda, tú mismo morirás en tierra impura e Israel irá al cautiverio lejos de su país'".

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SALMO
(Salmo 19(18),8.9.10.11.)

La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.

Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.

La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.

Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,
más que el jugo del panal.

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EVANGELIO
(Mateo 9,1-8)

 
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados". Algunos escribas pensaron: "Este hombre blasfema". Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.

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COMENTARIO
(San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia)

El paralítico incurable yacía en su camilla. Después de haber agotado el arte de los médicos llegó, traído por sus familiares, hacia el verdadero y único médico, el que viene del cielo. Pero, una vez puesto delante de aquel que le podía curar, el Señor se fijó en su fe. Para demostrar que esta fe borra los pecados, Jesús dijo al instante: "Tus pecados te quedan perdonados." (Mt 9,2) Alguien dirá, quizá: Este hombre quería ser curado de su enfermedad ¿por qué Cristo le anuncia el perdón de sus pecados? Lo hizo para que aprendas que Dios ve el corazón del hombre en el silencio y sin ruido, que contempla los caminos de todos los vivientes. La Escritura, en efecto, dice: "El Señor ve los caminos del hombre, vigila todas sus veredas." (Prov 5,21)...

No obstante, cuando Cristo dijo: "Tus pecados te quedan perdonados" deja el campo libre para la incredulidad. El perdón de los pecados no se ve con los ojos del cuerpo, mientras que cuando el paralítico se levanta y echa a andar manifiesta con evidencia que Cristo posee el poder de Dios...

¿Quién posee este poder? ¿Sólo él o nosotros también? También nosotros, junto con él. Perdona los pecados porque es Dios-Hombre, el Señor de la Ley. En cuanto a nosotros, hemos recibido de él esta gracia admirable y maravillosa porque ha querido dar al hombre este poder. En efecto, él dijo a los apóstoles: "Os aseguro que todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo."» (Mt 18,18) Y también “A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá." (Jn 20,21)

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REFLEXIÓN

"Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados" - “Levántate y anda”

 
“Levántate y anda”
. Para caminar erguidos –que no engreídos-. Para eso nos ha hecho Dios. Con capacidad de mirar a los ojos del prójimo. Con la posibilidad de elevar la vista al horizonte que nos convoca y al cielo que nos protege, para descubrir al Dios que quiere lo mejor de nosotros y a los prójimos que necesitan ser llevados ante el Maestro. <<< El señor es Sabio y Bondadoso, antepuso el Perdón de todos nuestros pecados para así ganar la vida eterna; que cualquier padecimiento que tengamos que es lo cotidiano por lo cual tendemos a aclamar a Dios >>>

“Es una gran miseria el hombre orgulloso, pero más grande es la misericordia de Dios humilde” (San Agustín). La misericordia divina va más allá, como complemento del perdón, devuelve la salud: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Jesús quiere que el gozo del pecador convertido sea completo.

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ORACIÓN

Señor, Dios nuestro: Nos has fortalecido de nuevo por la presencia de Jesús, tu Hijo. Ensancha los horizontes de nuestra fe y ayúdanos a aceptar, no solo con nuestra mente sino también con nuestros corazones y con todo nuestro ser que tú ves más lejos que nosotros, que tu corazón es más grande que el nuestro, y que el sacrificio es el precio que hay que pagar por libertad, alegría y felicidad. Haznos disponibles para aceptar esto en confianza y amor, por Jesucristo nuestro Señor.

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lunes, 27 de junio de 2016

Lectura del 27/06/2016: Lunes de la decimotercera semana del tiempo ordinario



PRIMERA LECTURA
(Libro de Amós 2,6-10.13-16.)

 
Así habla el Señor: Por tres crímenes de Israel, y por cuatro, no revocaré mi sentencia. Porque ellos venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; pisotean sobre el polvo de la tierra la cabeza de los débiles y desvían el camino de los humildes; el hijo y el padre tienen relaciones con la misma joven, profanando así mi santo Nombre; se tienden sobre ropas tomadas en prenda, al lado de cualquier altar, y beben en la Casa de su Dios el vino confiscado injustamente... ¡Y pensar que yo destruí ante ellos al amorreo, cuya altura era igual a la de los cedros y que era fuerte como las encinas: arranqué su fruto por arriba y sus raíces por debajo! Y a ustedes, los hice subir del país de Egipto y los conduje cuarenta años por el desierto, para que tomaran en posesión el país del amorreo. Por eso, yo los voy a aplastar, como aplasta un carro cargado de gavillas. El hombre veloz no tendrá escapatoria, el fuerte no podrá valerse de su fuerza ni el valiente salvará su vida; el arquero no resistirá, el de piernas ágiles no escapará, el jinete no salvará su vida, y el más valeroso entre los valientes huirá desnudo aquel día -oráculo del Señor-.

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SALMO
(Salmo 50(49),16bc-17.18-19.20-21.22-23.)

¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos
y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza
y te despreocupas de mis palabras?

Si ves a un ladrón, tratas de emularlo;
haces causa común con los adúlteros;
hablas mal sin ningún reparo
y tramas engaños con tu lengua.

Te sientas a conversar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu propia madre.
Haces esto, ¿y yo me voy a callar?
¿Piensas acaso que soy como tú?
Te acusaré y te argüiré cara a cara.

Entiendan bien esto, los que olvidan a Dios,
no sea que yo los destruya sin remedio.
El que ofrece sacrificios de alabanza,
me honra de verdad;
y al que va por el buen camino,
le haré gustar la salvación de Dios."

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EVANGELIO
(Mateo 8,18-22)

 
Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla.
Entonces se aproximó un escriba y le dijo: "Maestro, te seguiré adonde vayas". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Otro de sus discípulos le dijo: "Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos".

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COMENTARIO
(Beato Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara)

¡Oh, Señor mío, Jesús, he aquí esta divina pobreza! ¡Con qué razón es necesario que tú mismo me instruyas! ¡Tú querías tanto la pobreza!... En tu vida mortal era tu fiel compañera. La has dejado como heredad a tus santos, a todos aquellos que quieren seguirte, a todos los que quieren ser discípulos tuyos. La has enseñado con los ejemplos de toda tu vida. La has glorificado, declarado bienaventurada, necesaria. Has elegido como padres a unos pobres trabajadores. Has nacido en una cueva que servía de establo. Has sido pobre en las peripecias de tu infancia. Tus primeros adoradores eran los pastores. En tu presentación en el templo fueron ofrecidos dos pichones, el don de los pobres. Has vivido treinta años como pobre trabajador, en este Nazaret que tengo la dicha poder conocer, donde tengo el gozo...de recoger estiércol.

Luego, durante tu vida pública, has vivido de limosna en medio de unos pescadores pobres que te habías escogido como compañeros. "Sin una piedra donde reclinar la cabeza". En el Calvario, fuiste despojado de todos tus vestidos, tu única posesión, y los soldados echaron la suerte sobre ellos, a ver a quien tocaba. Moriste desnudo y fuiste sepultado por limosna, por unos extranjeros. "Dichosos los pobres". (Mt 5,3) ¡Señor mío, Jesús, aquel que te ama de todo corazón, no queriendo ser más rico que tú, su bien-amado, llegará muy pronto a ser pobre!

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REFLEXIÓN

“Deja que los muertos entierren a sus muertos”

 
A veces la Palabra de Dios resulta sencilla, clara, transparente. Pero otras tienen frases que resultan difíciles de comprender. Una de ellas es: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”.

¿Es que Jesús no era sensible a la familia? ¿Cómo Él, que se compadecía de todos y con todos fue paciente, no es capaz de esperar a que aquél discípulo fuera a hacer algo tan “sagrado” como enterrar a su padre?

Como siempre, la Palabra de Dios necesita ser interpretada, para no hacerle decir aquello que no quiere. ¿Qué significan estas palabras provocativas?

Jesús, como buen hijo de su pueblo, conocía la historia de cuando Elías llamó a Eliseo. Éste le pidió que le dejara ir a despedirse de sus padres antes de seguirle. Y Elías le dejó. En cambio, ahora Jesús dice que lo suyo, el anuncio del Reino, es tan urgente que ya no hay que entretenerse en lo que queda atrás, aunque parezca muy importante. “Tú, sígueme”.

“Deja que los muertos entierren a sus muertos”. Bien interpretado, es un buen lema de vida. Invita al seguimiento, a la decisión, a ponerse ya en camino, sin entretenerse ni dar disculpas. Invita también a dejar atrás lo que ya está muerto, lo pasado, aunque haya sido muy importante, y a mirar a lo que está por delante. Invita a no vivir de lo antiguo, a no quedarnos fijados mirando para atrás –como la mujer de Lot-, sino a lanzarnos a lo que está por delante... detrás de Jesús. Porque Él vivió todo esto. Sin tener dónde reclinar la cabeza.

Tomado de “ciudadredonda.org”

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ORACIÓN

Señor Dios nuestro: Te damos gracias por Jesús y por el mensaje de su Evangelio. Aparta de nosotros el miedo de tener que estar disponibles para ti y para nuestro prójimo, como Jesús nos exige en su mismo evangelio. Danos el valor de ser suficientemente radicales para comprometernos a servir, de tal forma que seamos así verdaderos discípulos de Jesucristo nuestro Señor.
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domingo, 26 de junio de 2016

Lectura del 26/06/2016: Décimotercer domingo del tiempo ordinario



PRIMERA LECTURA
(Primer Libro de los Reyes 19,16-21.)

 
A Jehú, hijo de Nimsí, lo ungirás rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en lugar de ti." Al que escape de la espada de Jazael, lo hará morir Jehú; al que escape de la espada de Jehú, lo hará morir Eliseo. Pero yo preservaré en Israel un resto de siete mil hombres: todas las rodillas que no se doblaron ante Baal y todas las bocas que no lo besaron". Elías partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él había doce yuntas de bueyes, y él iba con la última. Elías pasó cerca de él y le echó encima su manto. Eliseo dejó sus bueyes, corrió detrás de Elías y dijo: "Déjame besar a mi padre y a mi madre; luego te seguiré". Elías le respondió: "Sí, puedes ir. ¿Qué hice yo para impedírtelo?"  Eliseo dio media vuelta, tomó la yunta de bueyes y los inmoló. Luego, con los arneses de los bueyes, asó la carne y se la dio a su gente para que comieran. Después partió, fue detrás de Elías y se puso a su servicio.

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SALMO
(Salmo 16(15),1-2.5.7-8.9-10.11.)

Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Guárdame, oh Dios, pues me refugio en ti. Yo le he dicho: «Tú eres mi Señor, no hay dicha para mí fuera de ti.
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,

¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:

él está a mi lado, nunca vacilaré.
Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:

porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,

de felicidad eterna a tu derecha.

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SEGUNDA LECTURA
(Carta de San Pablo a los Gálatas 5,1.13-18.)

 
Hermanos: Esta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud. Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales" háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor. Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros. Yo los exhortos a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren. Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley.

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EVANGELIO
(Lucas 9,51-62)

 
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos". Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".

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COMENTARIO
(San León Magno (¿-c. 461), papa y doctor de la Iglesia)

Amados míos, Pablo, el apóstol de los paganos no contradice en nada nuestra fe cuando dice: «Aunque alguna vez hayamos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no es así» (2C 5,16). La resurrección del Señor no ha puesto fin a su carne, sino que la ha transformado. El aumento de su poder no ha destruido su sustancia; la calidad ha cambiado; la naturaleza no ha sido anonadada. Clavaron su cuerpo en la cruz: se volvió inaccesible al sufrimiento. Fue condenado a muerte: se volvió eterno. Lo mataron: se volvió incorruptible. Y se puede muy bien decir que la carne de Cristo ya no es la misma que conocimos; porque ya no queda en ella ningún rastro de sufrimiento o debilidad. Permanece la misma en su sustancia, pero ya no es la misma desde el punto de vista de la gloria. ¿Por qué sorprenderse, por otra parte, de que san Pablo se exprese así a propósito del cuerpo de Jesucristo cuando, hablando a todos los cristianos que viven según el espíritu, les dice: «Desde ahora ya no conocemos a nadie según la carne»?

Con ello quiere decir que nuestra resurrección ha comenzado en Jesucristo. En él, que murió por todos, nuestra esperanza ha adquirido consistencia. Ninguna duda ni reticencia en nosotros, ninguna decepción en la espera: las promesas se han comenzado a cumplir ya, y con los ojos de la fe, vemos las gracias de las que mañana seremos saciados. Nuestra naturaleza ha sido elevada; entonces, con gozo, poseemos ya el objeto de nuestra fe...

Que el pueblo de Dios tome conciencia que es «una nueva creación en Cristo» (2C 5,17). Que comprenda bien quién le ha escogido, y a quién el mismo ha escogido. Que el ser renovado no vuelva a la inestabilidad de su antiguo estado. Que el que «ha echado mano al arado» no cese de trabajar, que vele sobre el grano que ha sembrado, y que no se gire a mirar lo que ha abandonado. Este es el camino de salvación; esta es la manera de imitar la resurrección en Cristo.

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REFLEXIÓN

¡Son a veces difíciles tus palabras para seguirte!
 
Ser seguidor de Jesús es vocación a la libertad: no una libertad para hacer que se aproveche la debilidad de nuestra carne; al contrario, “ser esclavos unos de otros por amor”, la adhesión a Jesús y a sus valores, es la garantía para que nada se interponga entre nuestro deseo de ser libres y el seguimiento para conseguir esa libertad. Él no es la competencia de los demás amores, lo que busca es que nuestro amor sea libre.

Las repuestas nos parecen duras para los que quieren seguirle: “Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. En el segundo caso la llamada de Jesús se encuentra con excusas, que a nosotros nos pueden parecer comprensibles: “Déjame primero ir a enterrar a mi padre” y le dice:” Deja que los muerto entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios”, no se pueden anteponer las personas o las cosas a la misión. El tercero, quiere despedirse de su familia, pero el Reino comparta decisiones firmes y rupturas: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el Reino de Dios”.

La libertad es exigente. Tenemos “miedo a la libertad”, nos identificamos más con el orden y la seguridad que con la búsqueda y el riesgo. Seguimos atados a nuestros muertos, al pasado, a los edificios, los lugares, a las autoridades y a todo lo cotidiano. Nuestras historias nos han hecho desconfiados y distantes con lo que tenga que ver con la libertad, pero en el origen de nuestro seguimiento esta un acto de libertad. Es verdad que todos somos pecadores y débiles, pero tenemos que ser capaces de poner todo en juego para seguirle.

Toda vocación supone un deshacer de las cosas cotidianas, una ruptura con la casa, con la familia, para entrar en la dinámica de un camino nuevo y desconocido. El seguimiento, el no apegarse a las cosas, el saber que estamos de paso y el no ser intransigentes, debe ser el estilo del cristiano.

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ORACIÓN

Es una guerra que dura una vida
la que enfrenta, en mí, dos mundos.
Entre el algo y el todo,
entre el “por ahora”, y el “para siempre”,
entre “yo” y “Tú”…
La seguridad se enfrenta al riesgo,
las garantías a la confianza,
el ruido a un silencio no siempre poblado,
las pequeñas miserias se oponen al Amor
y el orgullo quiere pisar a la verdad.

Dame, Señor, capacidad para luchar.
Toca pelear cada día,
hasta esa jornada última
en que Tú vencerás por los dos.
Dame fe para no rendir el evangelio,
la bondad, el sacrificio o la cruz.
Dame alegría para sobrellevar
cada revés, cada caída,
cada tormenta.

Yo, por mi parte, aquí estoy,
dispuesto a seguir remando
con mis pocas fuerzas,
con mis pobres brazos.
No sé si basta,
pero hay que intentarlo.

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miércoles, 22 de junio de 2016

Lectura del 22/06/2016: Miércoles de la duodécima semana del tiempo ordinario



PRIMERA LECTURA
(Segundo Libro de los Reyes 22,8-13.23,1-3.)

 
El sumo sacerdote Jilquías dijo al secretario Safán: "He encontrado el libro de la Ley en la Casa del Señor". Jilquías entregó el libro a Safán, y este lo leyó. Luego el secretario Safán se presentó ante el rey, y le informó, diciendo: "Tus servidores han volcado la plata que se encontraba en la Casa y se la entregaron a los que dirigen las obras, a los encargados de supervisar la Casa del Señor". Luego el secretario Safán anunció al rey "Jilquías, el sacerdote, me ha dado un libro". Y Safán lo leyó delante del rey. Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley, rasgó sus vestiduras, y dio esta orden a Jilquías, el sacerdote, a Ajicám, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, a Safán, el secretario, y a Asaías, el servidor del rey: "Vayan a consultar al Señor por mí, por todo el pueblo y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que ha sido encontrado. Porque es grande el furor del Señor que se ha encendido contra nosotros, ya que nuestros padres no han obedecido a las palabras de este libro y no han obrado conforme a todo lo que está escrito en él". El rey mandó que se reunieran junto a él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego subió a la Casa del Señor, acompañado de todos los hombres de Judá y de todos los habitantes de Jerusalén - los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño al más grande - , y les leyó todas las palabras del libro de la Alianza, que había sido hallado en la Casa del Señor. Después, de pie sobre el estrado, el rey selló delante del Señor la alianza que obliga a seguir al Señor y a observar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos, de todo corazón y con toda el alma, cumpliendo las palabras de esta alianza escritas en aquel libro. Y todo el pueblo se comprometió en la alianza.

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SALMO
(Salmo 119(118),33.34.35.36.37.40.)

Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos,
y yo los cumpliré a la perfección.

Instrúyeme, para que observe tu ley
y la cumpla de todo corazón.

Condúceme por la senda de tus mandamientos,
porque en ella tengo puesta mi alegría.

Inclina mi corazón hacia tus prescripciones
y no hacia la codicia.

Aparta de mí el oprobio que temo,
porque tus juicios son benignos.

Yo deseo tus mandamientos:
vivifícame por tu justicia.

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EVANGELIO
(Mateo 7,15-20)

 
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.

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COMENTARIO
(Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad)

Si alguien siente que Dios le pide comprometerse en la reforma la sociedad, eso es una cuestión entre él y Dios. Todos debemos servir a Dios allí donde nos sintamos llamados. Personalmente me siento llamada a servir a los individuos, a amar a cada ser humano. Nunca pienso en términos de masas o de grupos, sino siempre en las personas. Si pensara en las multitudes, no empezaría nunca nada; es la persona la que cuenta para mí; creo en los encuentros cara a cara.

Nuestros actos transparentan la plenitud de nuestro corazón: según es mi comportamiento con este leproso, según es mi comportamiento con este agonizante, según me comporto con este SDF. A veces es más difícil trabajar con los vagabundos que con los moribundos de nuestros hospicios, porque estos últimos están apaciguados ante la expectativa de que pronto se encontrarán con Dios. Podemos acercarnos al enfermo, al leproso y estar convencidos que tocamos al cuerpo de Cristo. Pero cuando se trata de un borracho que chilla, es más difícil pensar que estamos delante de Jesús escondido en él. ¡Cuán puras y amorosas deben estar nuestras manos para hacer llegar a estos seres la compasión!

Ver a Jesús en la persona espiritualmente más pobre requiere un corazón puro. Cuanto más desfigurada esté la imagen de Dios en una persona, tanto más grandes deben ser la fe y la veneración en nuestra búsqueda del rostro de Jesús y nuestro ministerio de amor cerca de él... Hagámoslo con un sentimiento de profundo reconocimiento y piedad. Según el carácter repugnante del trabajo a realizar, será la medida del amor y el gozo de servir.

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REFLEXIÓN

Dios, que “ve en lo secreto” y nos recompensará según lo que hay en nuestro corazón
 
Jesús usaba en sus palabras la comparación de los fariseos de su tiempo, ¿Pero qué hay en nuestro tiempo hoy?, lejos de levantar un dedo acusador contra aquellos que podamos considerar “falsos profetas”, debemos ver en nuestro actuar de nuestra vida en ese día a día, una invitación a examinar nuestra propia vida interior y nuestra fe.

“Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos”. Con esta palabra, que perduran en el tiempo, Jesús sentenció y sigue sentenciando a esos falsos profetas: “El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego”.

Tenemos que profundizar un poco en nuestra humildad para reconocer a ese “fariseo” que llevamos dentro y que aflora en cada momento, tanto en la vida real como en nuestro pensamiento. Para darnos cuenta de que las palabras de Jesús se dirigen también a nosotros, que todos somos profetas y que todos tenemos la tentación de ser falsos profetas, de cuidar más las apariencias que la realidad en nuestra vida. ¿Qué es más importante?: que nos reconozcan por nuestras palabras, nuestras apariencias, nuestra imagen; o que nos reconozcan por nuestras obras, por nuestros frutos.

La invitación de Jesús es a: estar consiente que todo esto se aplica por igual, incluso al que escribe estas líneas, que debemos esforzarnos a ser más humildes y sin perder la esperanza. Porque Dios Padre nos quiere tanto que seguro que nos dará una segunda oportunidad que nos permita cambiar de vida. ¡Cuidado! Jesús es misericordioso pero también es un juez severo: “El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego”…

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ORACIÓN

Señor Dios nuestro:
Por medio de tu Hijo,
que está en medio de nosotros,
ayúdanos a descubrir de nuevo
qué significa ser amado por ti.
Que todas nuestras vidas sean
un descubrimiento y una profundización
de las riquezas y capacidades
de nuestra fe, esperanza y amor,
para que demos frutos duraderos
de bondad y de justicia,
en respuesta a tu amor,
que permanece por los siglos de los siglos.

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martes, 21 de junio de 2016

Lectura del 21/06/2016: Martes de la duodécima semana del tiempo ordinario



PRIMERA LECTURA
(Segundo Libro de los Reyes 19,9b-11.14-21.31-35a.36.)

 
Él había oído, en efecto, que el rey se había retirado de Laquis, al recibir la noticia de que Tirjacá, rey de Cus, se había puesto en campaña para combatirlo. Senaquerib envió de nuevo mensajeros a Ezequías para decirle: "Hablen así a Ezequías, rey de Judá: Que no te engañe tu Dios, en quien confías, haciéndote pensar que Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria. Tú has oído, seguramente, lo que hicieron los reyes de Asiria a todos los países, al consagrarlos al exterminio total. ¿Y tú te vas a librar? Ezequías tomó la carta de la mano de los mensajeros y la leyó. Después subió a la Casa del Señor, la desplegó delante del Señor y oró, diciendo: "Señor de los ejércitos, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre los querubines: tú solo eres el Dios de todos los reinos de la tierra, tú has hecho el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que Senaquerib ha mandado decir, para insultar al Dios viviente. Es verdad, Señor, que los reyes de Asiria han arrasado todas las naciones y sus territorios. Ellos han arrojado sus dioses al fuego, porque no son dioses, sino obra de las manos del hombre, nada más que madera y piedra. Por eso los hicieron desaparecer. Pero ahora, Señor, Dios nuestro, ¡sálvanos de su mano, y que todos los reinos de la tierra reconozcan que tú solo, Señor, eres Dios!". Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: "Así habla el Señor, Dios de Israel: Tú me has dirigido una súplica acerca de Senaquerib, rey de Asiria, y yo la he escuchado. Esta es la palabra que el Señor ha pronunciado contra él: Te desprecia, se burla de ti, la virgen hija de Sión; a tus espaldas mueve la cabeza la hija de Jerusalén. Porque de Jerusalén saldrá un resto, y del monte Sión, algunos sobrevivientes. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto. Por eso, así habla el Señor acerca del rey de Asiria: El no entrará en esta ciudad, ni le lanzará una flecha; no la enfrentará con el escudo, ni levantará contra ella un terraplén. Se volverá por el mismo camino, sin entrar en esta ciudad -oráculo del Señor-. Yo protegeré a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi servidor". Aquella misma noche, el Ángel del Señor salió e hirió en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres. Y cuando los demás se levantaron por la mañana, vieron que todos eran cadáveres, que estaban muertos.
Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, emprendió el regreso y se quedó en Nínive.

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SALMO
(Salmo 48(47),2-3a.3b-4.10-11.)

El Señor es grande y digno de alabanza,
en la Ciudad de nuestro Dios.
Su santa Montaña, la altura más hermosa,
es la alegría de toda la tierra.

El Señor se manifestó como un baluarte
en medio de sus palacios.
Nosotros evocamos tu misericordia
en medio de tu Templo, oh Dios.

Tu alabanza, lo mismo que tu nombre,
llega hasta los confines de la tierra.
Tu derecha está llena de justicia.

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EVANGELIO
(Mateo 7,6.12-14)

 
No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos. Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas. Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran.

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COMENTARIO
(Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo)

Veamos ahora qué se dice a continuación a Moisés, qué camino se le manda elegir... Quizá tú pensarás que el camino que Dios muestra es un camino llano y fácil, sin ninguna dificultad ni esfuerzo: no, es una subida, y una subida tortuosa. No es un camino descendente el que conduce a las virtudes, se trata de una ascensión, una angosta y difícil ascensión. Escucha al Señor cuando dice en el Evangelio: "El camino que conduce a la vida es estrecho y angosto". Observa, pues, qué consonancia hay entre el Evangelio y la Ley... ¿Acaso no es verdad que hasta los ciegos pueden ver claramente que la Ley y el Evangelio han sido escritos por uno y el mismo Espíritu?

El camino por el que marchan es, por tanto, una subida tortuosa...; Muestra que tanto en las obras como en la fe hay mucha dificultad y mucho esfuerzo. En efecto, a los que quieren obrar según Dios se les oponen muchas tentaciones, muchos estorbos. Así, te encontrarás en la fe con muchas cosas tortuosas, muchas preguntas, muchas objeciones de los herejes... Escucha lo que dice el Faraón al ver estas cosas: "Estos se equivocan". Para el Faraón, el que sigue a Dios se equivoca, porque, como ya hemos dicho, el camino de la sabiduría es tortuoso, tiene muchas curvas, muchas dificultades y muchas angosturas. De este modo, cuando confiesas que hay un solo Dios, y en la misma confesión afirmas que el Padre, el Hijo y el Espíritu son un solo Dios. ¡Cuán tortuoso, cuán inextricable parece esto a los infieles! Aún más, cuando dices que «el Señor de la majestad» fue crucificado (1 Co 2,8) y que el Hijo del hombre es «el que ha bajado del cielo» (Jn 3,13) ¡Cuán tortuosas y difíciles parecen estas cosas! El que las oye, si nos las oye con fe, dice que éstos se equivocan; pero tú mantente firme y no dudes de esta fe, sabiendo que Dios te muestra el camino de esta fe.

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REFLEXIÓN

“Ayúdame Padre a seguir tus huellas y a permanecer vigilante en mi camino hacia Ti”

 
Esto de ser fácil o difícil es algo representativo, claro que lo más intuitivo, no fácil, es dejarse llevar por la agresividad, me están atacando y tengo que defenderme, eso es instinto animal. Si me hace enfadar, pues me enfado, grito, chillo. En definitiva, me dejo llevar por la furia. Eso es lo que llamaríamos, más fácil. Lo contrario, que siempre tildamos de difícil, es intentar controlarme, detenerme antes de empezar a chillar, pensar un poco si merece la pena. Y, sobre todo, danos cuenta de las consecuencias que pueden tener mis chillidos y mis frases llenas de ira sobre los otros, esto no es muy poco si damos riendas suelta a ese instinto que va dentro de nosotros, tendemos a ser más agresivos, nos dan ataques de furia, guardando en nuestro corazón el odio y lo atesoramos y le damos vueltas y peor lo cultivamos, siempre pensando en lo que vamos a hacer para vengarnos de la afrenta recibida. Esto nos conduce fácil para tirarnos cuesta abajo. Lo más grave es que estamos claros que todo esto no construye nada, más bien destruye, deshace, arrasa, derriba cualquier intento de salvar una relación que hayamos podido construir y se hace duro reconstruirla de nuevo.

“Ancho y espacioso es el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos” (Mt 7,13-14). Como somos duros de corazón, Jesús nos conoce y con estas palabras, nos plantea los dos caminos que, en prácticamente todas las culturas y religiones, simbolizan los dos tipos de conducta humana.

Hacer lo contrario hace el camino arduo, ya que requiere un consentimiento y permiso para entrar en ese “Yo” interno y decirle “NO”, si lo hacemos el premio que nos espera hace palidecer las dificultades y sacrificios que implique. Lo que Jesús nos promete es algo más preciado que una mera medalla de oro, o plata, o bronce, que logremos ganar en la vida y esa es la vida eterna. Jesús nos ha dicho: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará” (Lc 9,23-24). Jesús siempre nos lo dice: “Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,26). Palabras que suenan fuertes, duras, que pretenden ejemplificar el grado de seguimiento que Él espera de nosotros. Las palabras de Jesús muchas veces tienen ese efecto porque nos hacen enfrentarnos con nuestra realidad; con lo que somos, no con lo que queremos o pretendemos ser. Por eso muchos lo abandonaban, y por eso dijo a los suyos (y a nosotros): “¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6,67).

Solo debemos albergar y cultivar en nuestro interior y poder dominar ese “YO” tener una Fe: Una Fe que pida sabiduría en la dificultad y acepta comprensión antes cualquiera de nuestras caídas y negaciones. Una Fe que sepa confiar en ti “Señor” y nos ponga en tus manos. Una Fe que clame a tu corazón para que todo nuestro vivir sea lleno de Bendiciones.

Ayúdame Padre a seguir tus huellas y a permanecer vigilante en mi camino hacia Ti. Amén.

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ORACIÓN

Señor Dios nuestro,
Ayúdanos a imitar a tu Hijo en su total entrega,
incluso a costa de su vida.
Ayúdanos a superar el miedo
de ponernos en manos de los hermanos
para servirles sin reservas.
Que sepamos amarlos y servirlos
mientras, con la mayor confianza,
nos ponemos también en tus manos.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
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lunes, 20 de junio de 2016

Lectura del 20/06/2016: Lunes de la duodécima semana del tiempo ordinario



PRIMERA LECTURA
(Segundo Libro de los Reyes 17,5-8.13-15a.18.)

 
Salmanasar, rey de Asiria, invadió todo el país, subió contra Samaría y la sitió durante tres años. En el noveno año de Oseas, el rey de Asiria conquistó Samaría y deportó a los israelitas a Asiria. Los estableció en Jalaj y sobre el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de Media. Esto sucedió porque los israelitas pecaron contra el Señor, su Dios, que los había hecho subir del país de Egipto, librándolos del poder del Faraón, rey de Egipto, y porque habían venerado a otros dioses. Ellos imitaron las costumbres de las naciones que el Señor había desposeído delante de los israelitas, y las que habían introducido los reyes de Israel. El Señor había advertido solemnemente a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y videntes, diciendo: "Vuelvan de su mala conducta y observen mis mandamientos y mis preceptos, conforme a toda la Ley que prescribí a sus padres y que transmití por medio de mis servidores los profetas". Pero ellos no escucharon, y se obstinaron como sus padres, que no creyeron en el Señor, su Dios. Rechazaron sus preceptos y la alianza que el Señor había hecho con sus padres, sin tener en cuenta sus advertencias. El Señor se irritó tanto contra Israel, que lo arrojó lejos de su presencia. Sólo quedó la tribu de Judá.

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SALMO
(Salmo 60(59),3.4-5.12-13.)

¡Tú nos has rechazado, Señor, nos has deshecho!
Estabas irritado: ¡vuélvete a nosotros!
Hiciste temblar la tierra, la agrietaste:
repara sus grietas, porque se desmorona.

Impusiste a tu pueblo una dura prueba,
nos hiciste beber un vino embriagador.
Tú, Señor, nos has rechazado
y ya no sales con nuestro ejército.

Danos tu ayuda contra el adversario,
porque es inútil el auxilio de los hombres.

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EVANGELIO
(Mateo 7,1-5)

 
Jesús dijo a sus discípulos: No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes. ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Deja que te saque la paja de tu ojo', si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

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COMENTARIO
(San Juan Clímaco (c. 575-c. 650), monje en el Monte Sinaí)

He oído a algunos hablar mal de su prójimo, y les he reprendido. Para defenderse, estos obradores de mal han contestado: « ¡Es por caridad y solicitud hacia ellos que hablamos así! ». Pero yo les he contestado: Dejad de practicar semejante caridad, puesto que si no lo hacéis acusáis de mentiroso a aquel que ha dicho: «al que en secreto difama a su prójimo lo haré callar... no los soportaré» (Sl 100,5). Si le amas, tal como dices, ora en secreto por él y no te burles de este hombre. Es esta la manera de amar que agrada al Señor; no pierdas esto de vista, y vigilarás cuidadosamente para no juzgar a los pecadores. Judas fue uno de los apóstoles y el ladrón formo parte de los malhechores, pero ¡qué cambio tan sorprendente en un instante!...


Al que te habla mal de su prójimo, respóndele: «¡Párate, hermano! Yo mismo caigo cada día en faltas más graves; siendo así, ¿cómo podré condenar a éste?» Así sacarás un doble provecho: te curarás a ti mismo y curarás a tu prójimo. No juzgar es un atajo que lleva al perdón de los pecados si es verdadera esta palabra: «No juzguéis y no seréis juzgados»... Algunos han cometido graves faltas a la vista de todos, pero en secreto han hecho grandes actos de virtud. Así es que sus detractores se han equivocado pues no han sabido ver más que la humareda y no han visto al sol...

Los censores apresurados y severos caen en esta ilusión porque no conservan el recuerdo y la preocupación constante de sus propios pecados... Juzgar a los demás es usurpar sin vergüenza una prerrogativa divina; condenarlos, es arruinar nuestra propia alma... De la misma manera que un buen vendimiador come los racimos maduros y no coge los que están verdes, igualmente, un espíritu benevolente y sensato se fija cuidadosamente en todas las virtudes que ve en los demás; pero es insensato el que escruta las faltas y deficiencias.

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REFLEXIÓN

“Dios quiere que le conozcas a través del prójimo “Según su Misericordia”
  

Jesús nos invita a vivir otra vida diferente a la que Dios nos ha regalado desde la creación, mostrada en las escrituras. Jesús nos anuncia el reino de Dios, que no es otra cosa sino la voluntad de que nosotros, sus hijos e hijas, vivamos como hermanos ya en el aquí y ahora de la vida que nos ha tocado vivir. Las enseñanzas de Jesús se dirigen a mostrarnos el camino para ser más felices, para vivir mejor y con más plenitud la relación entre nosotros mismos; y sus palabras están llenas de sentido común.

¿Quién puede defender que el juicio duro y condenatorio contra el hermano es una buena forma de construir la fraternidad? Es claro que de esa forma sólo se construyen separaciones entre uno y otros, la desconfianza, la violencia, el rencor, el odio y otras muchas cosas que no construyen sino que destruyen toda relación, haciéndonos infelices. 

Por naturaleza somos especialista en ver los defectos de nuestros hermanos y tenemos una vocación oculta que nos hacen ser jueces severos. Tenemos una especial facilidad para juzgar, y generalmente de paso condenar, las acciones y actitudes de los que conocemos y han tenido la debilidad de meter la pata, de cometer algún error.

Jesús nos invita a superar toda tentación que nos rodea, tendiendo siempre a superar ser jueces severos aunque sólo sea porque, si caemos en ella, es muy probable que los que ahora somos jueces pasemos a ser en otro momento acusados y utilicen con nosotros la misma severidad. Por muy pocos  inteligentes que seamos, nos debemos dar cuenta que es mejor usar la misericordia con nuestro prójimo, así tendremos más posibilidades de que usen la misericordia con nosotros.

¿Quién puede decir que es totalmente puro para denunciar con tanta fuerza la falta del hermano? La verdad es que todos escondemos alguna historia en nuestro interior y que no nos conviene que salga a la luz. 
  
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ORACIÓN

Señor Dios, Padre nuestro:
Tu Hijo vino al mundo
no para condenarlo sino para salvarlo.

Para eso, ahora, en cada celebración eucarística
se entrega a sí mismo por nosotros
Queremos compartir esa su actitud de entrega.


Haznos mirar dentro de nuestros corazones
y aprender a ver en nuestros prójimos,
más allá de sus faltas y defectos,
el rostro de aquél que vino
para perdonarnos con bondad
y colmarnos con su vida,
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domingo, 19 de junio de 2016

Lectura del 19/06/2016: Duodécimo domingo del tiempo ordinario



PRIMERA LECTURA
(Libro de Zacarías 12,10-11.13,1.)

Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que ellos traspasaron, se lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán amargamente como se llora al primogénito. Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el lamento de Hadad Rimón, en la llanura de Meguido. Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la impureza.

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SALMO
(Salmo 63(62),2abcd.2e-4.5-6.8-9.)

Oh Dios, tú eres mi Dios, a ti te busco, mi alma tiene sed de ti; en pos de ti mi carne languidece cual tierra seca, sedienta, sin agua.
Sí, yo te contemplé en el Santuario

para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán.
Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada

como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios.
Veo que has sido mi ayuda
y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a ti,

tu mano me sostiene.

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SEGUNDA LECTURA
(Carta de San Pablo a los Gálatas 3,26-29.)

Porque todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, ya que todos ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo. Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús. Y si ustedes pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud de la promesa.

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EVANGELIO
(Lucas 9,18-24)

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". "Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.

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COMENTARIO
(San Juan XXIII (1881-1963), papa)

El amor a la cruz de mi Señor, me atrae cada vez más estos días. ¡Jesús bendito, que esto no sea un fuego de paja que se apague con la primera lluvia, sino un incendio que arda sin consumirse jamás! He encontrado estos días otra bella oración que corresponde muy bien a mis condiciones espirituales: "Oh Jesús, mi amor crucificado, te adoro en todos tus sufrimientos... Abrazo con todo mi corazón, por amor a ti, todas las cruces de cuerpo y espíritu que me llegarán. Y hago profesión de poner toda mi gloria, mi tesoro y mi satisfacción en tu cruz, es decir en las humillaciones, privaciones y sufrimientos, diciendo con Santo Pablo: «qué jamás me vanaglorie, si no en la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (Ga 6,14). En cuanto a mí, no quiero otro paraíso en este mundo que la cruz de mi Señor Jesucristo "... Todo me hace pensar que el Señor me quiere todo para él, en el "camino real de la santa cruz". Y es por este camino, y no por otro, que quiero seguirlo...

Una nota característica de este retiro, ha sido una gran paz y una gran alegría interior, que me dan el coraje de ofrecerme al Señor para todos los sacrificios que quiera pedir a mi sensibilidad. De esta calma y de esta alegría, quiero que toda mi ser y toda mi vida estén siempre penetradas, por dentro y por fuera... Cuidaré de guardar esta alegría interior y exterior... La comparación de San Francisco de Sales que me gusta repetir, entre otras: "Estoy como un pájaro que canta sobre un matorral de espinas", debe ser una invitación continua para mí. Por tanto, pocas confidencias sobre lo que puede hacer sufrir; mucha discreción e indulgencia juzgando a los hombres y las situaciones; me esforzaré por rezar especialmente por los que me hacen sufrir; y luego en toda cosa una gran bondad, una paciencia sin límites, acordándome de que otro sentimiento... no está conforme con el espíritu del Evangelio y de la perfección evangélica. Desde el momento que hago triunfar la caridad cueste lo que cueste, quiero pasar por un hombre cualquiera. Me dejaré atropellar, pero quiero ser paciente y bueno hasta el heroísmo.

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REFLEXIÓN

¿Quién es Jesús para mí?

 
Hoy debemos evocar la estrecha relación que debe existir entre el creyente y su Señor. Mirar hacia Él, estar unido a Él, revestirse de Él, seguirle a Él, son diferentes maneras de expresar esa vinculación única que condiciona la vida entera del seguidor de Jesús. Porque no se trata sólo de confesar la fe o bautizarse; se trata sobre todo de tomar conciencia de que, al hacerlo, adquirimos el compromiso de vivir según los valores del Reino, aunque a veces resulte difícil y hasta doloroso.

Cuando creemos en Jesucristo y aceptamos el regalo de la salvación que Dios nos ofrece, somos revestidos de Él y llegamos a tener una vida espiritual en la que ya no encontraremos barreras ni rangos humanos que puedan hacernos diferencia entre una persona y otra. Humanamente la sociedad nos clasifica de muchas maneras y nos ubica en diferentes categorías. Dios, por el contrario, no hace acepción de ninguno de nosotros. En Cristo, las distinciones de raza, rango o sexo no impiden establecer vínculos fraternales, ni garantizan privilegios especiales. El deseo del Señor es la unidad y hermandad de todos sus creyentes. En Cristo son eliminadas las barreras humanas y las distinciones sociales, y todo gozamos de la bendición de tener a Dios como Padre y de tener a todos los otros creyentes como hermanos.

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ORACIÓN

Oh Padre bondadoso:
Hemos sido uno con Jesús participando en su banquete;
que también estemos unidos con él
en su camino hacia ti y hacia los hermanos.
Que sepamos seguirle a donde él quiera llevarnos,
tanto en días oscuros y tristes, como en días de alegría.
Envíanos a cualquier lugar
donde los hermanos nos esperen
para recibir tu palabra liberadora
y tu mano amiga y servicial.

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sábado, 18 de junio de 2016

Lectura del 18/06/2016: Sábado de la undécima semana del tiempo ordinario



PRIMERA LECTURA
(Segundo Libro de Crónicas 24,17-25.)

 
Después de la muerte de Iehoiadá, los jefes de Judá fueron a postrarse delante del rey, y este se dejó llevar por sus palabras. Entonces abandonaron la Casa del Señor, el Dios de sus padres, y rindieron culto a los postes sagrados y a los ídolos. Por este pecado, se desató la indignación del Señor contra Judá y Jerusalén. Les envió profetas que dieron testimonio contra ellos, para que se convirtieran al Señor, pero no quisieron escucharlos. El espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote Iehoiadá, y este se presentó delante del pueblo y les dijo: "Así habla Dios: ¿Por qué quebrantan los mandamientos del Señor? Así no conseguirán nada. ¡Por haber abandonado al Señor, él los abandonará a ustedes!". Ellos se confabularon contra él, y por orden del rey lo apedrearon en el atrio de la Casa del Señor. El rey Joás no se acordó de la fidelidad que le había profesado Iehoiadá, padre de Zacarías, e hizo matar a su hijo, el cual exclamó al morir: "¡Que el Señor vea esto y les pida cuenta!". Al comenzar el año, el ejército de los arameos subió a combatir contra Joás. Invadieron Judá y Jerusalén, ejecutaron a todos los jefes que había en el pueblo, y enviaron el botín al rey de Damasco. Aunque el ejército de Arám había venido con pocos hombres, el Señor entregó en sus manos a un ejército mucho más numeroso, por haberlo abandonado a él, el Dios de sus padres. De esta manera, los arameos hicieron justicia con Joás, y cuando se fueron, lo dejaron gravemente enfermo. Sus servidores tramaron una conspiración contra él para vengar la sangre del hijo del sacerdote Iehoiadá, y lo mataron cuando estaba en su lecho. Así murió, y fue sepultado en la Ciudad de David, pero no en el sepulcro de los reyes.

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SALMO
(Salmo 89(88),4-5.29-30.31-32.33-34.)

Yo sellé una alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu descendencia para siempre,
mantendré tu trono por todas las generaciones.»

Le aseguraré mi amor eternamente,
y mi alianza será estable para él.
le daré una descendencia eterna
y un trono duradero como el cielo.

Si sus hijos abandonan mi enseñanza
y no proceden de acuerdo con mis juicios;
si profanan mis preceptos
y no observan mis mandamientos.

Castigaré sus rebeldías con la vara
y sus culpas, con el látigo.
Pero a él no le retiraré mi amor
ni desmentiré mi fidelidad.

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EVANGELIO
(Mateo 6,24-34)

 
Dijo Jesús a sus discípulos: Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero. Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: '¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?'. Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.

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COMENTARIO
(San Vicente de Paúl (1581-1660), presbítero, fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad)

«Buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura»... Se dice, pues, que hay que buscar el reino de Dios. «Buscad», no es más que una palabra, pero me parece que dice muchas cosas. Quiere decir... trabajar incesantemente para el reino de Dios y no permanecer en un estado flojo y parado, poner atención al interior para que esté bien regulado, pero no al exterior para divertirse... Buscar a Dios en vosotros, porque san Agustín confiesa que mientras le buscó fuera de él, no le encontró. Buscadle en vuestra alma que le es su agradable morada; es en ese fondo donde quedan establecidas todas las virtudes que sus siervos intentan practicar. La vida interior es necesaria, es preciso tender a ella; si la descuidamos, faltamos a todo... Busquemos ser personas de interioridad... Busquemos la gloria de Dios, busquemos el reino de Jesucristo...

«Pero [me diréis], hay tantas cosas que hacer, tantos trabajos en casa, tantos lugares de trabajo en la ciudad, en el campo... hay trabajo en todas partes; ¿es preciso pues dejarlo todo tal cual está para no pensar sino en Dios?» No, sino que es necesario santificar esas ocupaciones buscando a Dios en ellas, y hacerlas más para encontrarle a él que para verlas hechas. Nuestro Señor quiere que, ante todo, busquemos su gloria, su reino, su justicia, y para ello quiere que construyamos nuestro capital, con la vida interior, con la fe, con la confianza, con el amor, con ejercicios religiosos..., con trabajos y sufrimientos, a la vista de Dios, nuestro soberano Señor... Una vez establecidos en esa búsqueda de la gloria de Dios, podemos estar seguros de que el resto vendrá por sí solo.

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REFLEXIÓN

“vaciarnos” de las cosas de este mundo, podemos “llenarnos” plenamente del amor de Dios…

 
Jesús no nos está diciendo que podemos sentarnos a esperar que Él nos provea todas nuestras necesidades o elimine nuestras vicisitudes del continuo vivir nuestro día a día.

Dios nos quiere libres. Dios quiere personas capaces de amar, de ser responsables, de construir la fraternidad, de vivir en armonía sin preocupaciones y dejar todas las ataduras a este mundo que podamos olvidar nuestras pequeños problemas y ansiedades, “pura hechura nuestra”.

Es lo que siempre nos dice Jesús, “tener un solo señor mejor tener a Dios”; conceder el máximo interés y prioridad a Él, para vivir su Reino de Bondad y Misericordia, de integridad y de justicia. Así cambiaremos la esclavitud por la libertad.

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ORACIÓN

Señor Dios, Padre nuestro:
En tu entrega Eucarística
has reafirmado nuestra confianza
de que conoces lo que necesitamos
mejor que nosotros mismos;
y de que tú estás con nosotros
por medio de Jesucristo tu Hijo.

Que ojalá permanezca él siempre con nosotros,
para que así podamos olvidar
nuestros pequeños problemas y ansiedades
“tantas veces, pura hechura nuestra”
y conceder el máximo interés y prioridad
a ti, y a tu Reino de bondad y misericordia,
de integridad y de justicia,
confiados siempre en la Palabra del evangelio:
que lo demás se nos dará por añadidura.

Que ese sea nuestro genuino interés,
seguir los pasos de Jesucristo.

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viernes, 17 de junio de 2016

Lecturas del 17/06/2016: Viernes de la undécima semana del tiempo ordinario



PRIMERA LECTURA
(Segundo Libro de los Reyes 11,1-4.9-18.20.)

 
Atalía, la madre de Ocozías, al ver que había muerto su hijo, empezó a exterminar a todo el linaje real. Pero Josebá, hija del rey Jorám y hermana de Ocozías, tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo sacó secretamente de en medio de los hijos del rey que iban a ser masacrados, y lo puso con su nodriza en la sala que servía de dormitorio. Así lo ocultó a los ojos de Atalía y no lo mataron. Él estuvo con ella en la Casa del Señor, oculto durante seis años, mientras Atalía reinaba sobre el país. El séptimo año, Iehoiadá mandó buscar a los centuriones de los carios y de la guardia, y los hizo comparecer ante él en la Casa del Señor. Hizo con ellos un pacto comprometiéndolos bajo juramento, y les mostró al hijo del rey. Los centuriones ejecutaron exactamente todo lo que les había ordenado el sacerdote Iehoiadá. Cada uno de ellos tomó a sus hombres - los que entraban de servicio y los que eran relevados el día sábado - y se presentaron ante el sacerdote Iehoiadá. El sacerdote entregó a los centuriones las lanzas y los escudos del rey David que estaban en la Casa del Señor. Los guardias se apostaron, cada uno con sus armas en la mano, desde el lado sur hasta el lado norte de la Casa, delante del altar y delante de la Casa, para formar un círculo alrededor del rey. Entonces Iehoiadá hizo salir al hijo del rey y le impuso la diadema y el Testimonio. Se lo constituyó rey, se lo ungió, y todos aplaudieron, aclamando: "¡Viva el rey!". Atalía oyó el griterío de la gente que corría, y se dirigió hacia la Casa del Señor, donde estaba el pueblo. Y al ver al rey de pie sobre el estrado, como era costumbre, a los jefes y las trompetas junto al rey, y a todo el pueblo del país que estaba de fiesta y tocaba las trompetas, rasgó sus vestiduras y gritó: "¡Traición!". Entonces el sacerdote Iehoiadá impartió órdenes a los centuriones encargados de la tropa, diciéndoles: "¡Háganla salir de entre las filas! Si alguien la sigue, que sea pasado al filo de la espada". Porque el sacerdote había dicho: "Que no la maten en la Casa del Señor". La llevaron a empujones, y por el camino de la entrada de los Caballos llegó a la casa del rey; allí la mataron. Iehoiadá selló la alianza entre el Señor, el rey y el pueblo, comprometiéndose este a ser el pueblo del Señor; y también selló una alianza entre el rey y el pueblo. Luego, todo el pueblo del país se dirigió al templo de Baal, lo derribó y destrozó por completo sus altares y sus imágenes. Y a Matán, el sacerdote de Baal, lo mataron delante de los altares. El sacerdote estableció puestos de guardia en la Casa del Señor. Toda la gente del país se alegró y la ciudad permaneció en calma. A Atalía la habían pasado al filo de la espada en la casa del rey.

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SALMO
(Salmo 132(131),11.12.13-14.17-18.)

El Señor hizo un juramento a David,
una firme promesa, de la que no se retractará:
«Yo pondré sobre tu trono
a uno de tus descendientes.

Si tus descendientes observan mi alianza
y los preceptos que yo les enseñaré,
también se sentarán sus hijos
en tu trono para siempre".

Porque el Señor eligió a Sión,
y la deseó para que fuera su Morada.
«Este es mi Reposo para siempre;
aquí habitaré, porque lo he deseado.

Allí haré germinar el poder de David:
yo preparé una lámpara para mi Ungido.
Cubriré de vergüenza a sus enemigos,
y su insignia real florecerá sobre él.»

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EVANGELIO
(Mateo 6,19-23)

 
Jesús dijo a sus discípulos: No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!

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COMENTARIO
(San Cesáreo de Arlés (470-543), monje y obispo)

Dios acepta nuestras ofrendas de dinero y se complace en los dones que les hacemos a los pobres, pero con esta condición: que todo pecador, cuando le ofrece a Dios su dinero, le ofrezca al mismo tiempo su alma... Cuando el Señor dijo: "Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Mc 12,17), es como decir: "como devolvéis al César su imagen sobre la moneda de plata, le devolvéis también a Dios la imagen de Dios" (cf Gn 1,26)...

Por eso, como ya dijimos, cuando le damos dinero a los pobres, le ofrecemos nuestra alma a Dios con el fin de que allí dónde está nuestro tesoro, allí también pueda estar nuestro corazón. En efecto, ¿por qué Dios nos pide dar dinero? Seguramente porque sabe que particularmente nos gusta y que pensamos en eso sin cesar; y que allí dónde está nuestro dinero, allí también está nuestro corazón. Por eso Dios nos exhorta a tener tesoros en el cielo dando a los pobres; para que nuestro corazón siga allí donde ya enviamos nuestro tesoro y donde, cuando el sacerdote dice: "Levantemos el corazón", pudiéramos responder con una conciencia tranquila: "Lo tenemos levantado hacia el Señor".

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REFLEXIÓN

“Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!”

 
“Les formó boca y lengua y ojos y oídos y mente para entender; los colmó de inteligencia y sabiduría y les enseñó el bien y el mal; les mostró sus maravillas, para que se fijaran en ellas, para que alaben el santo nombre y cuenten sus grandes hazañas”
(Eclo 17; 6-10).

Al empeñamos en atesorar tesoros en la tierra, estos van a “enfermar” el “ojo interior” que Dios puso en nuestros corazones. Y estaremos a oscuras; y seremos incapaces de reconocer y admirar las maravillas de la creación. Eso, a su vez, nos impedirá alabar su Nombre Santísimo y proclamar la grandeza de sus obras.

Por eso se dice que quien atesora tesoros en la tierra vive en las tinieblas. El que tiene su corazón orientado hacia lo material vive una ceguera espiritual. Las cosas materiales se convierten en una venda que impide que la Luz del Amor de Dios llegue a él y se refleje en sus ojos. De ahí la necesidad de tener nuestros ojos fijos en las “cosas del cielo”, es decir, en Dios-Luz.

La solidaridad, la fraternidad, la relación humana, la familia, todo eso es mucho más duradero. Todo es, en definitiva, el Reino de que nos habló Jesús. Todo eso no es más que la expresión aquí y ahora del amor con el que Dios nos ama y del que Jesús nos dio testimonio.

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ORACIÓN

Señor Dios nuestro:
tú nos reúnes alrededor de la mesa
de tu Hijo Jesucristo.
La eucaristía es para nosotros
el mejor y más precioso tesoro.
Haznos apreciar en todo su valor
la presencia de Jesús entre nosotros.
Que nos enriquezca siempre
con el profundo sentido de su cercanía.
Y que aprendamos de él
a estar presentes los unos a los otros
con generosidad y afecto.

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jueves, 16 de junio de 2016

Lecturas del 16/06/2016: Jueves de la undécima semana del tiempo ordinario



PRIMERA LECTURA
(Libro de Eclesiástico 48,1-15.)

 

Surgió como un fuego el profeta Elías, su palabra quemaba como una antorcha. El atrajo el hambre sobre ellos y con su celo los diezmó. Por la palabra del Señor, cerró el cielo, y también hizo caer tres veces fuego de lo alto. ¡Qué glorioso te hiciste, Elías, con tus prodigios! ¿Quién puede jactarse de ser igual a ti? Tú despertaste a un hombre de la muerte y de la morada de los muertos, por la palabra de Altísimo. Tú precipitaste a reyes en la ruina y arrojaste de su lecho a hombres insignes: tú escuchaste un reproche en el Sinaí y en el Horeb una sentencia de condenación; tú ungiste reyes para ejercer la venganza y profetas para ser tu sucesores Tú fuiste arrebatado en un torbellino de fuego en un carro con caballos de fuego. De ti está escrito que en los castigos futuros aplacarás la ira antes que estalle, para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos y restablecer las tribus de Jacob. ¡Felices los que te verán y los que se durmieron en el amor, porque también nosotros poseeremos la vida! Cuando Elías fue llevado en un torbellino, Eliseo quedó lleno de su espíritu. Durante su vida ningún jefe lo hizo temblar, y nadie pudo someterlo. Nada era demasiado difícil para él y hasta en la tumba profetizó su cuerpo. En su vida, hizo prodigios y en su muerte, realizó obras admirables. A pesar de todo esto, el pueblo no se convirtió ni se apartó de sus pecados. Hasta que fue deportado lejos de su país, y dispersado por toda la tierra.

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SALMO
(Salmo 97(96),1-2.3-4.5-6.7.)

¡El Señor reina! Alégrese la tierra,
regocíjense las islas incontables.
Nubes y Tinieblas lo rodean,
la Justicia y el Derecho son

la base de su trono.
Un fuego avanza ante él
y abrasa a los enemigos a su paso;
sus relámpagos iluminan el mundo;

al verlo, la tierra se estremece.
Las montañas se derriten como cera
delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia

y todos los pueblos contemplan su gloria.
Se avergüenzan los que sirven a los ídolos,
los que se glorían en dioses falsos;

todos los dioses se postran ante él.

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EVANGELIO
(Mateo 6,7-15)

 
Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

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COMENTARIO
(San Cipriano (c. 200-258), obispo de Cartago y mártir)

No se trata de que Dios haga lo que quiere, sino que nosotros hagamos lo que él quiere. ¿Quién puede impedir a Dios de hacer lo que él quiere? Pero nosotros estamos marcados por el demonio que nos impide obedecer en todo, interiormente y exteriormente, a la voluntad de Dios. Así pedimos que su voluntad se cumpla en nosotros; para que se cumpla, tenemos necesidad de su ayuda. Nadie es fuerte por sus propios recursos sino que la fortaleza radica en la bondad y en la misericordia de Dios...

La voluntad de Dios es lo que Cristo ha obrado y enseñado: la humildad en la conducta, la solidez en la fe, la modestia en las palabras, la justicia en los actos, la misericordia en las obras, la disciplina en las costumbres. La voluntad de Dios consiste en no hacer daño a nadie, en soportar el daño que nos hacen los otros, conservar la paz con nuestros hermanos, amar a Dios con todo nuestro corazón, porque es nuestro Padre y reverenciarle porque es nuestro Dios. No preferir nada a Cristo ya que él nos prefiere ante todo lo demás, pegarnos indefectiblemente a su amor, mantenernos en pie bajo la cruz con valentía y confianza.

Cuando se trata de luchar por causa de su nombre y de su honor, ser fieles a nuestras palabras; dar pruebas de confianza en las dificultades para mantener el combate, tener paciencia en la muerte para obtener la corona. Esto significa ser coherederos de Cristo, cumplir los preceptos de Dios, hacer la voluntad de Dios.

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REFLEXIÓN

“Cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido”

 
Lo más importante: Reconocer que Dios es “nuestro padre” y que nos podemos dirigir a él con confianza... Que confiemos en él para que nos dé lo que necesitamos cada día y que nos comprometemos a perdonar y amar como él nos ama. ¿Qué más nos hace falta?

Ahora la más difícil del seguimiento: Que deseamos que venga su reino a nuestras vidas, ésa y no otra es su voluntad, aceptando, cumpliendo y haciendo su voluntad. Para que juntos podamos construir su reino de justicia y fraternidad, que podamos amarnos, perdonándonos y que nadie quede excluido. Que dedicarnos o gastar horas orando y meditando, esto no quiere decir que no debemos orar, es necesario hacerlo, pero de verdad, en ese silencio, tanto exterior como interior, estar a solas con el señor para que Él pueda entrar en nosotros llevándonos al amor; donde ese “coloquio amoroso” tan necesario para desarrollar una relación filial íntima con el Padre, “Si el amor que me tenéis, Dios mío, es como el que os tengo, decidme: ¿en qué me detengo? O Vos, ¿en qué os detenéis?” (Teresa de Jesús)

Al abandonarnos a Su santa Voluntad, confiemos en que Él en su infinita bondad y misericordia, nos concederá todo y solo lo que nos conviene.

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ORACIÓN

Dios, Padre nuestro:
Tu Hijo Jesús, ahora vivo entre nosotros,
insiste en que nos perdonemos unos a otros.
Enséñanos a perdonar como tú perdonas,
completamente y sin reservas.
Te damos gracias porque nos has perdonado mucho
y porque no has tenido ya en cuenta
el castigo merecido por nuestros pecados
por Jesucris
to, nuestro Señor.
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