miércoles, 31 de mayo de 2017

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Evangelio según san Lucas (1, 39-56).



En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: –«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» María dijo: –«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en  generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres–en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Todos hemos oído alguna vez esta expresión. La pronunció por primera vez Isabel, ante la Virgen María, cuando ésta, después de varios días de camino, se presentó inesperadamente en su casa con la intención de acompañarla y servirla, pues Isabel era una mujer relativamente mayor y estaba embarazada de seis meses. Pero, aquella no era una visita cualquiera, su prima María también esperaba un hijo, ¡el Hijo de Dios!, concebido por obra del Espíritu Santo. La presencia de María en casa de Isabel llevando a Jesús en su seno produjo tal conmoción que incluso la criatura de Isabel (el futuro Juan Bautista) saltó en el vientre de la madre, que de paso se llenó del Espíritu Santo y se puso a felicitar a María con gran efusión.

Dos mujeres que se encuentran y que se saben embarazadas de la vida que crece en ellas. Son dos y son cuatro. Son dos llenas de esperanza. Son dos convertidas en signos de esperanza para la humanidad. Porque cada vez que nace un niño nace la esperanza en nuestros corazones: la vida sigue, se renueva, renace. Es la alegría explosiva que brota en la familia al conocer la noticia. Es alegría para la madre, para el marido. Pero también para los abuelos. 

martes, 30 de mayo de 2017

“Te pido por ellos… porque son tuyos.”

“Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros” (Juan 17, 11).


Estas pocas palabras encierran la revelación de la vida para la cual quiere salvarnos el Señor. No una vida en que cada uno tenga una comunión individual con Dios; no. Jesús quiere salvarnos de todo lo que separe y divida a los cristianos entre sí, para que, en él, lleguemos a unirnos los unos a los otros.

En su plegaria pedía, y sigue pidiendo, que permanezcamos unidos en el nombre de Dios para que él pueda crear un vínculo inquebrantable entre unos y otros. También, expresaba su voluntad más profunda y los designios más sentidos para su cuerpo de creyentes.

El seguimiento de Jesús, al que estamos llamados todos los que le seguimos es difícil en el día a día.  No nos resulta fácil el practicar siempre el amor y la justicia, porque bien en el fondo somos cómodos y a veces eso de desviarnos de nuestro camino, de nuestros intereses personales, para atender al prójimo se nos hace cuesta arriba. 


El saber que el propio Jesús se preocupaba de orar por sus discípulos, por aquellos que estaban con él ahí y también por nosotros aquí y ahora,  es porque sabe que seguimos en el mundo, un “mundo” muy alejado de los valores  evangélicos de solidaridad, paz, amor y justicia.

lunes, 29 de mayo de 2017

Tened valor: yo he vencido al mundo.

Les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo. (Jn 16, 29-33).


Muchas veces nos ocurre como los discípulos, que un poco de memoria y por salir del paso decimos que creemos, pero en realidad nuestra confesión es frágil, diríamos que de la boca para afuera, y Jesús lo sabe. Por eso repite con ellos ¿Ahora creen? Pues tendrán ocasión de comprobar su fe dentro de poco y ya sabe que saldrán despavoridos…Pero aun así el Señor nos invita a tener paz en Él. A confiar en que Él ha vencido al mundo. Esto es lo que debemos tener en cuenta en los momentos de mayor dificultad. No importa cuán grandes sean…Jesús ha vencido al mundo, es decir, lo ha enfrentado todo y ha salido victorioso.

En los momentos de duda, de dolor, de adversidad, cuando tengamos que atravesar las mayores tribulaciones, que indudablemente sobrevendrán, tengamos en cuenta estas palabras de Jesús para levantarnos la moral y seguir adelante. Todo es posible con Él. Solo debemos ponernos en su sintonía, alineados con su Voluntad, que no es otra que la del Padre, entonces todo fluirá como el cauce de un río, sin retorno. Sin importar cuán profundo, rápido o apacible sea su paso. Como Jesús antes que nosotros, habremos de llegar y pasar. Él es nuestra garantía.

Nosotros ya estamos bautizados. Pero, casi seguro, todavía tenemos mucho que aprender “de ideas y de corazón” para asimilar de verdad lo que es acoger el reino de Dios en nuestras vidas. Tenemos que hacer mucho camino, aprender sobre la marcha. Hasta actuar en todo momento como lo haría el señor Jesús, hasta dar la vida por los demás, hasta ser faros de amor, de misericordia, de justicia, de perdón, de esperanza para todos aquellos con los que nos encontramos. Como lo fue Jesús. Como nos incita el Espíritu a ser.


domingo, 28 de mayo de 2017

Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra

Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos  (Mt 28,16-20)


No es fácil entenderlo, se marcha pero se queda, es ausencia y presencia, es ésta una experiencia de fe. Jesús es nombrado Señor y se convierte en el ideal supremo del hombre y del cristiano, es nuestro punto de partida, para que a partir de ahí, elaboremos nuestro proyecto de persona y afrontemos la vida. Está presente en nosotros y en nuestro mundo, aunque nos cueste en ocasiones descubrir sus huellas. Como prometió, no nos abandona, es nuestra aspiración más íntima y nuestra lucha, para hacer presente el Reino a cada uno de nosotros.


La celebración de la Ascensión, es la fiesta de la esperanza y meta de la humanidad y del mundo. Jesús no nos ha abandonado, permanece en y con nosotros. Permanece en la Palabra, en la comunidad reunida, en torno al pan eucarístico que compartimos. Permanece en el que sufre y en el que se esfuerza, para que haya más vida en nuestra sociedad. No es día de grandes teologías o palabras preciosas, sino de hablar sencillamente y saber lo que decimos y hacer lo que pensamos, es día de intentar que su presencia invisible, se haga vivible a todos los hombres.

sábado, 27 de mayo de 2017

El Padre os quiere, porque vosotros me queréis y creéis

En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Jn (16, 23b-28).


Jesús se esforzó por hacernos entender que Dios es todo amor, y que no hay nada que no esté dispuesto a concedernos, si es por y para nuestro bien, y el bien de la humanidad. No hay nada que Dios quiera más para nosotros que nuestra verdadera felicidad, la felicidad completa para nosotros. Jesús nos tranquiliza: Él refleja al Padre, exactamente de la misma manera, y no hay nada que pudiera complacer más al Padre que nuestra confianza en su amor incondicional. Su propia persona vino al mundo para reflejar este amor del Padre por nosotros, y esa fue su misión. “La Misericordia y Su Redención”, Él volvió al Padre y nos dejó al Espíritu Consolador.


Imaginemos a Dios, todo Misericordioso, haciéndote esta pregunta: “¿Estarías tú dispuesto a confiar en que yo te amo con un amor eterno?”.

jueves, 25 de mayo de 2017

Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría


Uno de los grandes misterios del seguimiento de Cristo, es encontramos al ser humano en su realidad cotidiana, en su ser corporal, social, afectivo y espiritual. El dolor y la tristeza al lado de la alegría, marcan su diario vivir. Esa es la realidad de todo creyente, porque Jesús no nos guía hacia momentos espirituales, alegres, místicos, separados de la cotidianidad, Él al encarnarse toma nuestra condición humana, para que comprendamos que asume nuestras flaquezas. Él llora ante la comunidad de Lázaro, ante la Jerusalén que mata a sus profetas. Siente como nosotros la tristeza del no reconocimiento de la grandeza del proyecto amoroso de Dios, su Padre, nuestro Padre. Sabe que sus discípulos, los de todos los tiempos, somos débiles y todo lo queremos fácil y cuando no suceden las cosas como las queremos, viene la tristeza. Debemos comprender con seguridad, que Jesús, no es una historia pasada, un mito que se diluye con el tiempo, sino alguien concreto, que camina a nuestro lado, participa en nuestras luchas y sobre todo, nos capacita para tener la clara conciencia de que nada es difícil para el que cree en Dios, y que todo pasa por el crisol de su amor, para que nada ni nadie nos atemorice, nos acobarde y siempre alegres demos al mundo el mejor testimonio, el de nunca dejarnos robar la alegría, como nos lo recomienda el Papa Francisco.

Veamos el ejemplo de Pablo, su confianza en Jesús, en esta narración Jesús presentándose en una visión a Pablo le dice: “No temas. Sigue predicando y no te calles. Yo estoy contigo. Nadie pondrá la mano sobre ti para dañarte, porque en esta ciudad hay un pueblo numeroso que me está reservado”.

Hay algo que llama la atención sobre Pablo y su misión. Desde aquél primer encuentro de Pablo con la persona de Jesús en el camino a Damasco, Jesús está siempre presente en su vida; en todo momento y en todo lugar. Al leer las cartas de Pablo podemos ver cómo lo menciona continuamente (al menos tres o cuatro veces en cada página), cuenta con Él, no permite que se rompa el hilo conductor entre ambos. Y ese hilo conductor es la oración. De la misma manera que Jesús vivió toda su vida en un ambiente de oración con el Padre, Pablo vivió la suya en un ambiente de oración con Jesús. “Oren sin cesar” (1 Tes 5,17). Esa oración hacía que Jesús formara parte integrante y esencial de su vida; vivía en comunión con Él. Por eso Pablo podía escucharle.

Nosotros también podemos vivir esa comunión constante con Jesús si perseveramos en la oración. “No temas… porque yo estoy contigo”. Esa fue la promesa de Jesús a sus discípulos antes de partir. Aquellos primeros cristianos estaban convencidos de esa presencia en sus vidas. Creían en Jesús y le creían a Jesús. Por eso “se llevaban el mundo de frente” y no cesaban en su empeño de evangelizar.

Hoy debemos preguntarnos: ¿Estamos convencidos de la presencia de Jesús en nuestra vida? Más aún, cuando oramos, ¿escuchamos su voz llamando a nuestra puerta que nos dice: “No temas… porque yo estoy contigo”? Debemos de sentir Su presencia y escuchar Su voz en medio de cualquier ambiente hostil y peligroso, y sentirnos seguro porque nos dice claramente: “Nadie pondrá la mano sobre ti para dañarte”.

“No temas…” Esas palabras que el Señor le dice a Pablo están también, por así decirlo, a flor de labios de Dios. Son las mismas que el Padre le dice a Jeremías, Zacarías y a la Virgen María. Del mismo modo dijo a Moisés “Yo estoy contigo”. Ellos le creyeron y el Dios obró maravillas en ellos.

A nosotros, al igual que a Pablo y a los primeros cristianos, Jesús nos está diciendo: “¡No temas… estoy contigo!”. Señor, danos esa misma certeza, esa seguridad

domingo, 21 de mayo de 2017

Espíritu Santo, Tú moras en nosotros


“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros”. Jn (14, 15-16).

 
Ser cristiano es algo más que estar bautizado, es algo más que cumplir unos preceptos, como asistir hoy domingo a la eucaristía, vivir en el Espíritu, es dar a este momento el valor de un encuentro con los hermanos y de compromiso con todos, especialmente los más necesitados. Vivir en el Espíritu no es sólo atender con una limosna a los pobres, es entregarnos con todo lo que tenemos, para que haya justicia en el mundo.

Los cristianos modernos tenemos a veces la tendencia a sentirnos aislados en medio de una cultura que no comparte nuestra misma fe y esperanza en Cristo. Pero Jesús nos asegura la bendición del Padre y el consuelo del Espíritu Santo, razón por la cual hemos de depositar toda nuestra confianza en él. En realidad, debemos reservarle un lugar especial al Señor en nuestro corazón, porque él ha venido a habitar en nosotros por el Espíritu Santo. Aceptarlo como Señor significa declarar que reconocemos que Dios nos ha conferido el don de la fe y que deseamos que la presencia de Cristo aumente en nosotros.

Si lo acogemos en el silencio y la oración, nos hará vernos a nosotros mismos de otra manera, pero sobre todo a través del discernimiento, despertará a la Iglesia a la primavera de la Pascua. Sin Espíritu no se puede entender la vida comunitaria.

viernes, 19 de mayo de 2017

Amigos y no siervos...

“No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos” Jn (15, 15).


Amigos y no siervos.  Jesús no tenía más secretos para sus discípulos, todo lo que oye del Padre nos lo cuenta en la Biblia que nos han dejado. Este es el ideal bonito de la vida en comunidad: llegar a una total transparencia, hasta el punto de no tener secretos entre nosotros y poder confiar totalmente el uno en el otro, poder compartir la experiencia que tenemos de Dios y de la vida y, así, enriquecernos mutuamente.

Y el Cenáculo nos recuerda también la amistad, Sala en que Jesús celebró su última cena con los apóstoles, “Ya no les llamo siervos –dijo Jesús a los Doce, a ustedes les llamo amigos”. El Señor nos hace sus amigos, nos confía la voluntad del Padre y se nos da Él mismo. Ésta es la experiencia más hermosa del cristiano, y especialmente del sacerdote: hacerse amigo del Señor Jesús, y descubrir en su corazón que Él es su amigo.» (Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2014).


¿Qué implica esto? No es solamente una simple frase piadosa, es el compromiso de todo cristiano, que implica salir de nuestro pequeño mundo, llámese trabajo, estudios, cosas personales, placeres, gustos, para fijarnos en las necesidades de nuestro prójimo. ¿Y quién es nuestro prójimo? Es el trabajador enfermo de nuestra compañía, es la humilde muchacha que hace la limpieza de la casa todos los días, es el cocinero que prepara nuestra comida, es la viejecita sentada fuera de la Iglesia que lo único que tiene para taparse del frío de la noche es su roído chal, son nuestros familiares y demás personas con quien tratamos. Y Cristo nos llama a amarlos desinteresadamente, no para ser vistos por las personas que nos rodean y que digan "Ah, qué bueno es fulano o fulana..." sino para cumplir con nuestro deber aquí en la tierra. ¿Y qué es amarlos? Es ayudarles en sus necesidades básicas, darles educación, casa, alimento, vestido, paciencia, cariño, comprensión. Recordemos que al final de nuestra vida lo único que contará será lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres. (Catholic.net).

jueves, 18 de mayo de 2017

Vivir la Vida en Jesús...


“Permaneced en mi amor, para que vuestra alegría llegue a plenitud”
(Jn 15, 9-11)

 
La vida cristiana que nos dicta el Evangelio es: “estar alegres y vivir plenamente felices”. Conceptos que muchas veces olvidamos con frecuencia.

Generalmente nosotros los cristianos nos perdemos viviendo la fe desde el mero cumplimiento de cosas que nos dicen o hacemos en la Iglesia o grupos eclesiales; preceptos y prohibiciones que poco o nada aportan a la realización personal y que conducen a marginar o rechazar a muchos. Se pierde la novedad del Evangelio que anunció Jesús. Que nuestras prácticas religiosas sea espacios para crecer y madurar en el amor al prójimo, estar siempre dispuestos a discernir ¿qué podríamos hacer para cambiar o mejorar?.

El gran mensaje de Jesús es para todos los que, venciendo nuestro egoísmo, entreguemos la vida sin esperar nada a cambio, viviendo la vida plenamente feliz, que no vivamos de alegrías superfluas o individuales sino de aquellas que surgen en el amor en Jesús y compartirlo con los demás…

“En el Evangelio Jesús nos pide permanecer en su amor. Hay dos criterios que ayudan a distinguir el verdadero amor del que no lo es. El primero: el amor está más en los hechos que en las palabras, no es un amor de telenovela. El verdadero amor es concreto, está en las obras, es un amor constante. No es un sencillo entusiasmo. También, muchas veces es un amor doloroso: pensemos en el amor de Jesús llevando la cruz. Quien ama hace esto: el protocolo del juicio final. Estaba hambriento y me habéis dado de comer, etc. Concreción. También las bienaventuranzas, que son el “programa pastoral” de Jesús, son concretas. El segundo criterio del amor: se comunica, no permanece aislado. El amor da de sí mismo y recibe, se da esa comunicación que existe entre el Padre y el Hijo, una comunicación que la hace el Espíritu Santo”. --- Papa Francisco…

miércoles, 17 de mayo de 2017

Dios y padre nuestro, danos un corazón humilde y servidor, sigue podando nuestra vida

“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él” Jn (15, 5)



Nuestra tarea será entonces, permanecer, estar unidos a Jesús, dejar podarnos, dejar que el Viñador, nuestro Padre del cielo, nos vaya dando forma y haciendo fecundos.

Qué bueno que sea el Señor quién hace posible que podamos ser fecundos, cuanto nos cuesta por otro lado, permanecer, esperar los frutos, incluso que nos poden...porque queremos producir, porque somos ansiosos, porque muchas veces nos la creemos y pensamos que somos nosotros los que hacemos bien las cosas, orgullosos y a veces independientes; nos creemos que podemos sin Él, sin Jesús, hacer algo.

Y Jesús sin embargo, siempre humilde y Fiel, hace posible con su gracia, que los frutos surjan de los sarmientos que están unidos a la Vid, que seamos fecundos en Él.


“Cada uno de nosotros es un colaborador de Cristo, el sarmiento de esa vid, pero ¿Qué significa ser un colaborador de Cristo? Significa morar en su Amor, tener su alegría, difundir su compasión, dar testimonio de su presencia en el mundo...” Madre Teresa de Calcuta

martes, 16 de mayo de 2017

La Paz del Seguidor de Jesús, que Él nos dio...

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo”

La Paz que Jesús nos prometió es una paz hermosa, saturada de amor, repleta de vida, capaz de lograr una vida feliz. Nuestra paz no coincide siempre con la paz que brinda Jesús. Creemos, equivocadamente, en una paz idílica, poética, hermosa, sin dolor ni sufrimientos,  sin angustias ni preocupaciones. Y la paz de Jesús es fruto del esfuerzo, del trabajo, de la entrega, de la generosidad.

La paz que Jesús nos prometió se consigue:

·         Con grandes sacrificios.
·         Que este saturada de renuncias.
·         Convive siempre con la justicia y la solidaridad.
·         Brille sólo en las personas de buena voluntad.
·         No la pueden destruir las bombas.
·         Que comience en el corazón de las personas.
·         Crezca en las familias unidas.
·         Comprometida con los más pobres.
·         Profunda en el perdón y la tolerancia.
·         Es para la salvación y la vida.
·         Es amándonos los unos a los otros.
·         Manteniéndola en medio de dificultades y conflictos.
·         Sea la conquista de los santos.
·         Sobre todo venciendo los poderes de este mundo.

El don de la paz proviene de nuestra unión con Cristo y del amor que damos a nuestros hermanos, debemos comenzar ahora mismo a sembrar la paz con los nuestros, en nuestro hogar, en nuestro puesto de trabajo, en nuestra vecindad, en todas nuestras relaciones sociales: Esa paz que se logra con nuestras palabras amables, con nuestros gestos, con nuestro trabajo, con nuestra disposición natural del ánimo o manera de ser de una persona.

Tenemos la oportunidad de hacer la paz con nuestra oración, principalmente orar por la paz del mundo no sólo con una devoción, sino como tarea fundamental de nuestro querer ser cristiano.

lunes, 15 de mayo de 2017

La Voz del Silencio...

El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él»” Jn (14, 21)

 La vida actual está llena de ruido, palabras que van y vienen, mensajes que se cruzan y, con frecuencia, perdemos la capacidad del silencio, la capacidad de escuchar en nuestra interioridad la voz de Dios que nos habita.

Dios puede continuar siendo aquel desconocido de quien hablamos o a quien afirmamos creer pero con quien pocas veces nos encontramos en la intimidad del corazón.

Si queremos saber cómo encontrar aquello que buscamos tenemos que aprender a vivir un poco en el silencio y no dejarnos llevar.

En ese silencio oiremos lo que el otro necesita, lo que quiere, y sabremos qué es lo que podemos darle, como podemos ayudarle.


La fe requiere un compromiso mutuo, una responsabilidad, paciencia y, sobre todo, amor, mucho amor.

domingo, 14 de mayo de 2017

Porqué y Como "Orar"

Orar no solo es repetir oraciones y palabras, hay que hacerlo con el corazón…

La Virgen María, durante su primera aparición el 13 de mayo de 1917, le predijo que iría pronto al cielo, pero que antes debería rezar muchos rosarios. Y eso haría el joven Francisco hasta su muerte, el 4 de abril de 1919, a causa de una gripe española que él recibió como “un don inmenso” para consolar a Cristo —“tan triste a causa de tantos pecados”, decía— para redimir los pecados de las almas y ganarse el paraíso, según informan los biógrafos.
El sitio web de referencia en Bélgica sobre las apariciones de Fátima, Fatima.beda cuenta del relato de las personas presentes durante sus últimos días:
“Un día, dos señoras conversaron con él y le preguntaron sobre la profesión que le gustaría seguir de mayor:
·         ¿Quieres ser carpintero?, preguntó una de ellas;
No, señora, respondió el niño.
·         ¿Soldado entonces?, preguntaba la otra;
No, señora.

·         ¿Quizás médico?
Tampoco.
·         Entonces ya sé lo que te gustaría ser: ¡sacerdote! Decir misa, confesar, predicar… ¿a que sí? No, señora, no quiero ser sacerdote.
·         Bueno, entonces ¿qué quieres ser?
No quiero nada. ¡Quiero morir e ir al Cielo!”.
“Era una decisión firme”, confiesa Antonio, padre de Francisco. Dos días antes de su muerte, Francisco pide hacer su primera comunión y confiesa a su hermana pequeña Jacinta: “Hoy soy más feliz que tú porque tengo a Jesús en mi corazón”.
A las diez de la noche, antes de expirar, dijo a su madre: “¡Mira mamá, esa hermosa luz junto a la puerta!”, con una bella sonrisa angelical, sin sufrimiento ni quejas. El jovencito solo tenía 11 años. La Madre de Jesús se lo había prometido: vendría por él si rezaba mucho el rosario.
“Lo rezaba nueve veces al día y había hecho sacrificios heroicos” para evitar los pecados. Y cuando no le quedaban energías para recitarlo —“¡Oh, mamá! ¡Ya no me quedan fuerzas para decir el Rosario, y los Ave María que digo suenan vacíos!”, decía el muchacho, entonces su madre consolaba su alma llena de amargura diciéndole: “Si no puedes recitar el Rosario con los labios, dilo con el corazón. Nuestra Señora también lo escucha así ¡y estará igual de contenta!”.
Los restos de Francisco permanecieron en el cementerio parroquial hasta el 13 de marzo de 1952, día en el que fueron transferidos a la capilla a la derecha del altar mayor de la basílica de Nuestra Señora del Rosario en Fátima. Justo frente a los restos de su hermana pequeña, depositada allí el 1 de mayo de 1951, un año antes. Junto a ellos, los restos de su prima, sor Lucía, depositados el 19 de febrero de 2006.

sábado, 13 de mayo de 2017

Hoy en el día de la Virgen de Fatima….

       Y es que todo en María apunta a Jesús. Amando a María se llega a amar plenamente al Señor Jesús.


¡María, nuestra Madre! Por voluntad del Señor, después de la Misericordia misma es otro de los grandes regalos que Jesús nos dejó, “María una madre” para todos los que buscan abrirse a Jesús a su gran  encuentro y que los guíe en toda la vida. Por los propios designios del Salvador, Él nos señala el camino más adecuado de aproximación: por María. 

San Pío X, haciéndose eco de la voluntad de Dios, decía: «No hay camino más seguro y fácil que María por el cual los hombres pueden llegar a Cristo».

viernes, 12 de mayo de 2017

«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí»


«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí»
(Jn 14, 5-6)

Estas palabras de Jesús son para hacernos sobre el camino de nuestra vida, ese al que Jesús se refiere.

Jesús es el camino seguro para no perdernos, sin rodeos y sin atajos, el camino más recto, el de la Iglesia. A veces, con el cansancio del camino y los afanes del día a día, nos proponen rutas distintas, que se nos venden como atajos menos esforzados y que no nos llevan a ninguna parte o a perdernos definitivamente.

Jesús es la Verdad, esa verdad profunda que responden a nuestras preguntas más íntimas, las que tienen que ver con su existencia y la paz de su corazón.

Jesús es la Vida, porque fuera de Cristo todo se muere y acaba. Vivir en Cristo es vivir de verdad, vivir fuera de Cristo es morir, aunque vayamos todos los días a un gimnasio para mantenernos constantemente en forma.

Esta es la receta sencilla y clara para ir al cielo: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mi”

No pongamos tantas excusas, tenemos el Evangelio, no nos hagamos los locos. Las cosas de Dios son mucho más claras de lo que creemos. Nosotros las oscurecemos y complicamos cuando nos empeñamos en salirnos de su Camino por buscar atajos para ir a sitios que no son precisamente el Cielo.